Europa: nuevas reglas para el crecimiento y la prosperidad

La Unión Europea ha aprendido de sus errores del pasado a la hora de gestionar crisis. Lo ha demostrado con las medidas que ha adoptado para afrontar las consecuencias socioeconómicas del Covid-19. Pero no basta con ello para conseguir que la economía crezca y la prosperidad llegue a todos. Para ello, Europa tiene que saber abordar el reto tecnológico. Es la opinión de Joseph E. Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, en un diálogo con el economista Enrique Feás.

Europa frente a la pandemia

La gestión que ha hecho la UE de la crisis del Covid-19 sugiere que ha aprendido de sus errores del pasado. Los países contrarios a la mutualización de la deuda pública han comprendido que había que autorizar la emisión de eurobonos. Esta medida era necesaria para que Europa pudiera sobrevivir. Esos mismos países también han entendido que ahora no era el momento de imponer medidas de austeridad. Así es que parece que algo ha cambiado en Europa. Pero todavía queda camino por recorrer.

Muchas de las reformas estructurales que se pusieron en marcha en Europa no estaban pensadas para mejorar la eficiencia económica. Más bien, estaban inspiradas en intereses ideológicos. Aún no hay consenso sobre algunos elementos clave para impulsar el dinamismo de la economía europea.

El papel de la tecnología en Europa

La tecnología puede ayudar en este sentido. El sector público, por ejemplo, puede aprovechar el Big Data para mejorar la calidad del sistema de protección social. También puede ayudar al seguimiento de la economía en tiempo real para asegurar la estabilidad económica y el pleno empleo.

Por otra parte, es muy importante que el gobierno tenga un papel más activo en la regulación de las grandes empresas tecnológicas. Éstas tienen un enorme poder económico. Sus actividades afectan a todos los aspectos de nuestra vida y han provocado que la desigualdad aumente, señaló el profesor Stiglitz. Han invadido la privacidad de la gente. Han aprovechado su dominio del mercado de muchas y muy distintas maneras, mostrando su lado oscuro. De hecho, han incitado a la violencia y el odio, han diseminado informaciones falsas. Estos aspectos resultan nocivos para la sociedad.

Controlar a los gigantes digitales

Europa está a la cabeza del desarrollo de una normativa para controlar a los gigantes digitales, aunque va a llevar tiempo. Pero es necesario hacerlo porque cuando las big tech favorecen la fijación discriminatoria de precios, socavan los cimientos de la economía de mercado. Cuando participan en una evasión fiscal masiva, afectan lo público. A causa de ello, los gobiernos no recaudan lo necesario para que la sociedad funcione como queremos que lo haga. Cuando incitan a la violencia, como Facebook en Myanmar, señaló el Premio Nobel, dividen nuestras sociedades. Hemos superado ese momento, ese momento en que se decía que las tecnológicas debían autorregularse. Hoy tienen que hacerlo los gobiernos y en Europa se está haciendo.

la mejor forma de competir es creando competencia

Europa debe tener en cuenta que la mejor forma de competir es creando competencia, no campeones nacionales. El problema con ellos es que tienen tal poder de mercado que, a la postre, son menos dinámicos que si tuvieran que competir. En la carrera global se puede ganar con empresas más pequeñas y ágiles. Deben tener un tamaño suficiente, pero no ser tan grandes como para convertirse en monopolios.

Las fintech y los bancos

Otro desafío que debe afrontar Europa es la tendencia de las fintech, o las grandes plataformas digitales, a convertirse en bancos. Estas empresas van a poder utilizar sus datos de forma en que a otros no les va a estar permitido. Esto va a conllevar una complejidad regulatoria mayor. Y es que esos datos pueden servir tanto para mejorar la concesión de préstamos como para discriminar más. Es decir, utilizarlos para conseguir que se pague más donde haya menos oportunidades.

En algunos lugares de Estados Unidos se utiliza esa información para ver que, donde vive la gente pobre, hay menos tiendas. Y, como hay menos tiendas, se pueden subir precios sin temor a perder clientes. Cuando esto se aplica a la actividad crediticia, el efecto puede ser nefasto. Por eso, habrá que desarrollar una regulación que impida a los gigantes digitales utilizar esos datos contra el resto de la sociedad. O bien nos cercioramos de que esos datos estén disponibles para todos, no solo para ellos.

Europa y sus paraísos fiscales

Otra de las tareas pendientes de Europa es resolver la cuestión de sus paraísos fiscales internos. Stiglitz los acusa de depredadores porque han arrebatado ingresos fiscales a otros países de la UE para terminar en las arcas de Irlanda o Luxemburgo. Y como las empresas instaladas en ellos apenas pagan impuestos, tampoco se ven favorecidos estos países. En realidad, los auténticos beneficiarios, de acuerdo con el profesor Stiglitz, son las empresas a costa de Europa. El Parlamento Europeo busca un marco de cooperación multinacional para acabar con este sistema. Algunos paraísos fiscales, sin embargo, van a oponerse. Otra posibilidad sería reducir las aportaciones del presupuesto europeo a esos países. En cualquier caso, habrá que buscar una solución basada en la cooperación.

Por último, está la cuestión de los sindicatos. Éstos son cada vez más sensibles a la problemática de los trabajadores temporales y de los parados. En Estados Unidos han empezado a preocuparse por los trabajadores de la ‘gig economy’. Son esos autónomos que han quedado fuera del marco tradicional de relaciones laborales por trabajar desde casa o en centros distintos, en vez de hacerlo para una sola empresa. La política del siglo XXI tiene que basarse en una visión más inclusiva. Tiene que defender los intereses de las personas trabajadoras, sean o no miembros de un sindicato.

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