No corren buenos tiempos para el periodismo. El populismo se ha adueñado de la vida política y eso afecta al ejercicio de esta libertad y esta profesión. También se ve ahogado por una filosofía del sentimentalismo sofocante y casi totalitaria. Sobre el papel actual del periodismo reflexionan Mariano Rajoy, ex presidente del Gobierno; Nicolás Redondo Terreros, presidente de la Fundación para la Libertad, y Bieto Rubido, director de El Debate.
La labor del periodismo
La labor del periodismo es elegir lo que se considera que es más importante y lo que más pueda interesar al lector. El periodismo, por ello, desempeña una función social de enorme trascendencia, comenta el ex presidente. El periodista nos cuenta las noticias, nos dice lo que está ocurriendo en cada momento. El periodista opina y crea opinión, influye en lo que piensa la población, en su manera de contemplar los acontecimientos de cada día. El periodista puede hacer mucho bien y también mucho mal. Los hay que hacen una cosa, los hay que hacen otra, y otros mezclan.
En esta profesión, sin embargo, no siempre se es consciente del daño que se puede hacer. Se juega con contenidos e informaciones que pueden afectar al buen nombre, al honor o a la vida de las personas. Los medios se creen todo lo que traiga el sello oficial del órgano judicial correspondiente y se produce una perversión lacerante. El acusado, señaló, se ve en la obligación de probar su inocencia, mientras las autoridades judiciales, peritos y policías declinan su deber de demostrar que es cierto lo que ellos dicen y mantienen para acusar.
El periodismo, desacreditado
Hay tres materias que contribuyen al descrédito de la profesión. Se trata del periodismo político, el periodismo económico contaminado por el enorme poder de las compañías y, finalmente, el mal llamado en España periodismo de investigación. Este último ha sido, durante mucho tiempo, una herramienta de policías, jueces y fiscales que se aprovechan de periodistas que creen protagonizar cada mañana un Watergate. Esto contamina los propios sumarios en marcha y el ambiente de convivencia en España.
Redondo Terreros percibe la similitud de las enfermedades que tienen los periodistas y los políticos. Estos últimos años hemos tenido un debate muy intenso en España que va seguido de la vieja y la nueva política. De este debate y del triunfo de la nueva política podemos decir que estamos como estamos. Del viejo y del nuevo periodismo también hemos terminado teniendo una situación de enfrentamiento radical, de insulto, de descalificación y de amarillismo político. Decía Al Gore que cuando el espectáculo del circo entra por la puerta, la política sale por la ventana. Ese es el defecto del nuevo periodismo.
Los principios básicos
Los pilares del buen funcionamiento de la democracia representativa son los de siempre: el acuerdo fundamental entre el centro derecha y el centro izquierda, entre la socialdemocracia y el liberalismo.
El debate, sin embargo, no es nueva política – vieja política, o nuevo periodismo – viejo periodismo. Es una cuestión de buen periodismo o de buena política. Tenemos nuevos instrumentos que están provocando una crisis en el periodismo y convulsionando la política, pero son instrumentos. En realidad, los principios de la democracia representativa son los principios de siempre; son el acuerdo fundamental entre el centro derecha y el centro izquierda, entre la socialdemocracia y el liberalismo. Es lo que ha dado un pacto de estabilidad durante los últimos sesenta años que corre cierto y grave riesgo en estos momentos.
Esto nos lleva a pensar cómo se retroalimentan la política y el periodismo. Al final, la responsabilidad última es del político, pero la alimentación de esa tensión no viene solo de la necesidad del político. Procede, también, de los intereses del periodista, o de la mala acción de los periodistas.
El imperio del populismo
Estamos viviendo malos tiempos en el periodismo y en la política porque el populismo se ha enseñoreado de la vida política. Cuando los periodistas hablan de que la causa de los males de España es Mariano Rajoy, están ciegos ante la realidad de Occidente. Es un problema que tenemos en todos los países de nuestro entorno porque la democracia representativa está en crisis. Además, en el periodismo, como en la política, nos ha inundado una especie de filosofía de Paolo Coelho del sentimentalismo sofocante, casi totalitario, que vivimos.
Hay tres requisitos para mantener un alejamiento sano de los populismos, para definirlos. Primero, qué relación tienen los partidos populistas con la violencia. Segundo, qué entusiasmo, o falta de entusiasmo tienen con las instituciones democráticas. Tercero, qué papel juegan los medios de comunicación en su interpretación de la realidad. Esas tres referencias definen a los partidos populistas. Cuando entran en esas referencias, lo único que les queda a los partidos democráticos es mantener un alejamiento sano de esos fenómenos. Además de las leyes, los primeros garantes de la democracia política son los partidos políticos del sistema. Si esos partidos fallan, termina fallando el sistema. Eso hace que, en alguna ocasión tengamos que decir que, a veces, debemos olvidar la lógica del poder y hacer sencillamente lo correcto.
Periodismo y autocrítica
La profesión periodística en España necesita transitar por la autocrítica, comenta Rubido. Hay un fenómeno, el falso mito del periodismo de investigación, cuando no hay investigación alguna salvo en tres o cuatro casos concretos. Lo que hay son filtraciones en las que, casi siempre, la fuente es parte interesada.
Otra cosa que tiene pendiente el periodismo es aprender a pedir perdón. Ha arrasado con la presunción de inocencia, el buen nombre y la familia de mucha gente. De personas que son absueltas años después sin que apenas se publique nada sobre esto último. Los periodistas no han pedido perdón casi nunca cuando esas personas han sido absueltas.
Falsos mitos
El cine y las series de televisión le han hecho mucho daño al periodismo. Todos los periodistas se imaginan que van a ser Ben Bradley manejando los papeles del Pentágono. Ben Bradley fue el director del Washington Post en el famoso Watergate, pero la que tuvo de verdad el coraje, el mérito, fue la editora, Katherine Graham. Esas películas y series hacen mucho daño porque los jóvenes quieren protagonizar grandes capítulos de su vida profesional en el periodismo. Pero la verdad es que el periodismo, en el día a día, es bastante gris.
Por eso, hay que educar a los periodistas en muchos aspectos. En primer lugar, en que es una profesión muy apasionante, pero que tiene esas limitaciones. En segundo lugar, se necesita que la asignatura de ética y deontología sea una de las asignaturas estelares del periodismo. Hay que inocular la importancia de la ética y la deontología en las futuras generaciones de periodistas. Hubo algunos periodistas que, con sus prácticas, crearon unas escuelas, unos estilos, que no le han hecho ningún favor a la profesión.
Libertad y verdad
«El periodismo tiene una esencia: contar buenas historias que atraigan a la gente y contar la verdad.»
Estamos en un momento en que las noticias no duran nada, pasan con tal velocidad que unas anulan a las otras. A pesar de ello, el periodismo tiene una esencia, que es la de siempre: contar buenas historias que atraigan a la gente y contar la verdad. En definitiva, esos dos vectores son la libertad y la verdad. Es decir, trabajar en libertad, pero contando la verdad. Lo que maneja el periodista son fragmentos de la realidad, nunca tiene una visión global de la totalidad de lo que está aconteciendo. Con esos fragmentos tiene que contar cosas. Si no es consciente de que maneja fragmentos, puede hacer un flaco servicio y no se da cuenta de que está emponzoñando la vida social de España.
Los periodistas tienden a pensar que son amigos de tal político, del presidente de cual compañía o equipo deportivo. Eso es mentira, porque el día en que uno deja de ser periodista u otro de ser político, las relaciones desaparecen y el concepto de amistad no está presente por ningún lado.
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