Rhett Hatcher, Head of Military Operations del Ministerio de Defensa del Reino Unido, participó en el Workshop on the Future of Government donde compartió su punto de vista sobre los retos a los que la seguridad estratégica tendrá que hacer frente en el futuro próximo.
Para entender y analizar los shocks en el ámbito de la seguridad ciudadana que están generando los avances tecnológicos de la actualidad es útil repasar la evolución histórica del Estado moderno en lo que a su relación con el poder y la seguridad se refiere. Entender que en el pasado las dimensiones física y económica predominaban en la relación del Estado con sus ciudadanos y que hoy en día la dimensión de la identidad y de la dignidad prevalecen, junto con los cambios estructurales que han surgido a raíz de la industrialización y del auge de la tecnificación de la economía, es fundamental para plantear líneas de trabajo en relación al futuro de la gobernanza global y el futuro del gobierno.
Tres eras que ilustran las tres dimensiones de poder-seguridad que el Estado ha ido desarrollando y que subyacen nuestra relación con él.
Hatcher nos invita a concebir tres eras del estado moderno en el último milenio desde la perspectiva de tres dimensiones de poder-seguridad que ha ido desarrollando a lo largo de los siglos. Los orígenes del estado moderno se remontan a la Guerra de los Treinta Años y la Paz de Westfalia. Estos hitos, junto con la Revolución Industrial del siglo XVIII y principios del XIX, dividen el último medio milenio en tres eras de relaciones internacionales que nos ayudan a entender el impacto de la tecnología en la era del cambio no lineal.
En primer lugar, tenemos la dimensión física de poder-seguridad del Estado para con el ciudadano; la era en la que la violencia entre estados crece por el uso predominante del poder físico. La Guerra de los Treinta Años y la Paz de Westfalia desencadenan dos grandes procesos que comienzan a alterar esta dinámica: en primer lugar, el paso de la era de los príncipes a la era de los gabinetes y, en segundo lugar, la búsqueda de la estabilidad y el auge de la política económica.
Surge con ello la dimensión económica, en la que la prosperidad se expande y hay una paz relativa por el inicio del comercio. Llega la Revolución Industrial, la industrialización presenta por primera vez el problema de que hay gente que empieza a ser redundante profesionalmente, y los costes de difusión de ideas van cayendo a pasos agigantados.
La tercera dinámica, aquella basada en las ideas y en lo relativo a la identidad, es en la que nos encontramos en la actualidad. Surge en torno a la Guerra Fría, cuando empieza a haber índices de alfabetización masivos, los estados coloniales caen, los ejércitos empiezan a perder su valor intrínseco y matar es menos relevante. Con el paso de las décadas esta dinámica genera una creciente resistencia al incumplimiento por parte del Estado de su contrato social, dinámica que vemos representada hoy en su máximo apogeo con el auge del anti-liberalismo, el terrorismo, el populismo, etc. Hoy en día, el Internet hace con las ideas y su influencia lo que antaño hacía el carguero con bienes: difundirlas, reducir costos.
Esto nos lleva a la época actual de cambio tecnológico y cambio en el ámbito de la gobernabilidad. Históricamente, buena gobernabilidad significaba investigar el impacto del cambio en el ámbito social, económico y físico para el ciudadano, regular la introducción de cambios potencialmente dañinos, y mantener capacidad por mitigar crisis inesperadas como pandemias. Hoy, la buena gobernabilidad radica en un nivel altísimo de coordinación entre los distintos jugadores y sectores.
Algunos argumentos para ilustrar los motores del cambio de la era presente para Hatcher pueden ser:
- Surge el “tecnofetichismo”, o el pensar que todos los avances tecnológicos son buenos, sin cuestionarlos. Ello puede llevar a un mal uso de los mismos. Si damos por hecho que todo nuevo iPhone es bueno, si todo nuevo avance es bueno, no estamos haciéndonos las preguntas adecuadas. Por ejemplo, cuantos más jóvenes usan Facebook, más crece la depresión entre ellos. Es una consecuencia sociológica no anticipada.
- Aumenta la “política de la comparación”. Hoy en día es mucho más fácil compararse, y lo que lo posibilita es la tecnología. Hoy, ser nosotros mismos, como individuo o como país, se ha convertido en el verdadero problema, porque sabemos perfectamente cómo vive el prójimo, y eso nos hace sentir vulnerables.
En este marco, tenemos que ser conscientes de la diferencia entre el cambio rápido y el cambio no lineal, para poder adaptarnos a ambos. Para el primero, hay que repetir el llamado “OODA Loop”: observar, orientarse, decidir y actuar en el período más corto posible de tiempo. Esta es la estrategia que hay que emplear a la hora de combatir el terrorismo, a la hora de monitorear ciudades. Para el segundo, tener en cuenta que vamos a ser desbordados por esta tecnología y las disrupciones que traerá consigo.
Pero, ¿cuál es el papel del Estado en todo esto? En primer lugar, debe ayudar a gestionar el cambio tecnológico; en segundo lugar, debe incentivarnos a ser más resistentes y adaptables al cambio por nuestros propios medios, y no inducirnos a depender de él. Debemos aprender a protegernos de nuevas modalidades de ataques, beneficiarnos y no caer en las trampas de las nuevas maneras de relacionarnos, y debe educar a sus ciudadanos para reducir expectativas excesivas con respecto al lo que puede aportar (o debe solucionar) el gobierno.