La Unión Europea lucha por su supervivencia. Los regímenes totalitarios que la rodean la perciben débil y quieren acabar con su sistema de libertades. Son dictaduras que niegan los valores democráticos y no quieren que sus gentes aspiren a ellos. Pero Europa se construye en las crisis y esta es una buena oportunidad para avanzar en esa dirección. Lo explican Joaquín Almunia, ex vicepresidente de la Comisión Europea; Luis Garicano, eurodiputado y vicepresidente de Renew Europe, y Antonio López-Istúriz, secretario general del Partido Popular Europeo y eurodiputado.
La Unión Europea y los populismos
Almunia recuerda que, cuando cayó el muro de Berlín en el año 1989, China ya estaba ahí, aunque todavía no había emergido tanto como ahora. Rusia podría haber evolucionado hacia la democracia, pero desde que Vladimir Putin llegó al poder esa ilusión desapareció. Putin es un autócrata que ahora es un riesgo. Turquía es un país que es una autocracia bajo Erdogan. En América Latina tenemos a Bolsonaro. Estamos rodeados por fuera de muchas versiones de autocracia. Incluso en Europa tenemos dos países, Polonia y Hungría, que hoy no cumplen las condiciones de respeto a la democracia y a los derechos humanos. En Estados Unidos hemos tenido a Donald Trump, que ha mostrado también un comportamiento autocrático.
Las democracias liberales europeas están en crisis, en parte a causa de los populismos.
Europa tiene recursos, voluntad y creencias en unos valores sólidos para superar esta crisis. Pero no lo hará si no nos ocupamos de ella. En los países centrales de Europa la crisis tiene que ver con lo que siente la opinión pública respecto de sus dirigentes. Los ciudadanos no sienten que les vayan a solucionar sus problemas y pierden la confianza en ellos.
La Unión Europea y los valores democráticos
La preocupación también alcanza a la debilidad de la respuesta europea ante líderes a nivel global que niegan los valores básicos de la democracia. Por desgracia, corremos el peligro de importar, en algunos países, esos valores negativos que creíamos que iban a desaparecer.
Luis Garicano, sin embargo, no cree que, con sus problemas internos, Europa se enfrente a una amenaza existencial. Hungría y Polonia siempre están ahí, generando tensión, pero ambos países tienen frontera con Ucrania y la situación actual muestra claramente cuál es el coste de la no Europa. Es decir, tienen que estar juntos con el resto de Europa. El año pasado, ante los desafíos de Hungría y Polonia, se aprobó un mecanismo de defensa del Estado de Derecho. Este mecanismo puede impedir que se pongan en marcha los desembolsos de fondos a países que no cumplan las normas básicas de la democracia. Europa tiene mecanismos para luchar contra estos dos problemas.
Avanzar siempre
Jean Monnet decía que Europa se construye en las crisis. Hay que pedalear siempre para que no se caiga la bicicleta. La Unión Europea siempre parece que va a caerse. Pero eso es lo que se necesita para avanzar, porque ningún país está dispuesto a hacerlo si puede evitarlo. Desde el punto de vista interno hay más resiliencia de la que se cree, como se ha señalado. Polonia y Hungría no son una amenaza fundamental.
No obstante, para López-Istúriz parece que en la Unión Europea vivimos en una burbuja y no valoramos lo que tenemos. Aquí hay personas a las que no les gusta la democracia y la libertad y tienen aspiraciones autoritarias. Fuera tenemos una serie de regímenes totalitarios que quieren acabar con nuestro sistema. La razón es que no quieren que sus poblaciones tengan un sistema democrático. Estamos luchando por la supervivencia de nuestro sistema de valores y de libertad, seamos conscientes. Lo de Ucrania viene desde el año 2008. Ahí estaba también lo de Georgia, o lo de Moldavia. No éramos conscientes. Ahora, de repente, se introduce en el debate. Pues tenemos que saber que formamos parte de un sistema que tenemos que salvar.
Afganistán, signo de debilidad
Hay un factor fundamental que ha pasado desapercibido, la caída de Kabul en manos de los talibanes. Los chinos y los rusos consideran este asunto como la caída del muro de Berlín. En ello ven claramente retroceso de Occidente y una oportunidad. Por eso ha pasado todo lo que ha pasado. Lo han estudiado y ahora aprovechan la oportunidad. La Guerra Fría no ha acabado, estamos en otro episodio. En la caída del muro de Berlín vivimos la gran ilusión de que todo el mundo iba a ser demócrata y tras la caída de las Torres Gemelas hemos ido retrocediendo. Rusia es el régimen de Vladimir Putin apoyado por oligarcas y en China hay lo que hay. La aspiración es que no sea el Partido Comunista de China el que dicte el futuro, señalaron.
Para Almunia, Rusia y China son dos tipos de autocracias y de amenazas diferentes para los europeos. A Rusia la tenemos al borde de nuestras fronteras. Una idea fija de Putin desde hace años es que él tiene que recomponer las zonas de influencia del imperio de los zares. Él se remonta a la Edad Media para decir que Ucrania es el corazón de Rusia y, por tanto, los europeos no tienen nada que decir respecto a que quiera mandar en Ucrania. Eso, en un país que es la segunda potencia nuclear del mundo, asegura una relación complicada. Putin tiene una habilidad que es que le encanta dividir a los europeos. ¿Cómo evitarlo? Integrándonos más en la política exterior y de seguridad de la Unión Europea.
La Unión Europea frente a China
China es una cuestión distinta. Es la segunda superpotencia económica mundial. También quiere serlo desde el punto de vista militar en sus zonas de influencia. Para nosotros, la amenaza china es económica. Pero si hoy miramos las inversiones europeas en China y las chinas en Europa, todavía les ganamos por una diferencia muy grande. Por lo tanto, disponemos de margen para reaccionar y no dejarnos avasallar. Tenemos unas relaciones importantes, con tensiones, pero no podemos ser solo un interlocutor económico. Hemos de serlo también político, estratégico, en cuestiones de seguridad. Se acaba de aprobar un instrumento anti coerción que los europeos tenemos que utilizar, independientemente de quien la sufra esté en el norte, en el sur, en el este o en el oeste. Los europeos tenemos que darnos cuenta de que, en el siglo XXI, compartir soberanía es una obligación porque es en interés de todos.
En este sentido, Garicano, indica que en Europa falta varias cosas. Uno, esa política común de defensa, que no tenemos. Dos, energía. Es evidente que Europa tiene una grave dependencia energética. Hay que ir hacia una transición renovable y verde lo más rápidamente posible, pero también tenemos que preservar la energía nuclear. Por último, la tecnología de la información. Si se enumeran las cien empresas más grandes del mundo, quince o veinte son plataformas. Es más, de las treinta primeras, quince o veinte son plataformas. Entre ellas no hay ninguna europea. En el mundo de los datos tampoco. No tenemos capacidad tecnológica para avanzar en inteligencia artificial. Si China mañana invadiera Taiwán, el 80% de los semiconductores mundiales estaría en manos de China. Eso podría paralizar la industria mundial. Ahí hay un esfuerzo que hay que hacer.
Universidades y tecnología
Tampoco tenemos universidades de primera línea. Las universidades europeas potentes eran Oxford, Cambridge, London School of Economics, Imperial College of London, etc. Pero el Reino Unido se marchó y la primera universidad de la Unión Europea en el top 50 es la Universidad de Delft. No tenemos universidad de primera línea, y no podemos ser líderes en energía, en tecnología, en innovación, si no estamos ahí. Para plantar cara a Rusia y China debemos tener esa capacidad.
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