Progreso humano: las claves del desarrollo
El ser humano, en su forma física actual, lleva trescientos mil años sobre la Tierra. Y su vida nunca ha sido fácil. Por el contrario, ha sido desagradable, brutal y breve, como la de otras especies. Por tanto, ha tenido que concentrarse en sobrevivir y reproducirse. Hace doscientos años, sin embargo, el panorama cambió de forma radical. Desde entonces, la renta per cápita en el mundo se multiplicó por catorce. La esperanza de vida, a su vez, se duplicó. Pero estos cambios no sucedieron a la vez en todo el mundo. Hay lugares que progresan antes y más que otros, surgiendo así la divergencia. Oded Galor, catedrático de Economía de la Universidad de Brown, trata de explicar ese progreso.
Malthusianismo y progreso
Durante el 99% de la historia del ser humano no ha cambiado su nivel de vida. Pero sí se observa una mejora paulatina en la tecnología. El progreso tecnológico, sin embargo, no influye sobre el bienestar de la población; solo afecta a su tamaño. Y, de repente, hace doscientos años, llega la revolución industrial y cambia todo. Para comprender lo que ha sucedido y por qué, podemos dividir el proceso de desarrollo en tres grandes etapas. La primera es la etapa malthusiana. La segunda es la etapa post malthusiana. La tercera es la que corresponde al crecimiento económico moderno.
La etapa malthusiana se inició hace trescientos mil años en África, cuando apareció por primera vez el hombre anatómicamente moderno. Se caracteriza por el estancamiento económico y, simultáneamente, por el dinamismo. El progreso tecnológico, el crecimiento de la población y la adaptación son lentísimos. Pero en un periodo de trescientos mil años el cambio es enorme. Es este dinamismo malthusiano el que, en última instancia, permite superar el estancamiento económico y pasar al crecimiento.
Los elementos del progreso
En el proceso intervienen tres elementos: el progreso tecnológico, la escala de la población y la adaptación humana. Cuando la tecnología evoluciona durante la época malthusiana, da lugar a un incremento temporal de renta per cápita. Este aumento, sin embargo, es efímero porque la población crece, ya que nacen y sobreviven más niños. En consecuencia, la renta per cápita se reduce. Es decir, se produce un incremento temporal. Pero, al crecer la población, la renta per cápita vuelve a su nivel anterior. Esto implica que las sociedades tecnológicamente avanzadas, con tierras fértiles, no eran más ricas. Simplemente, tenían más densidad de población. Lo mismo cabe decir del progreso tecnológico, que se transforma en más población, no en personas más ricas.
En el proceso intervienen tres elementos: el progreso tecnológico, la escala de la población y la adaptación humana.
El segundo elemento es el impacto del progreso tecnológico sobre la adaptación humana, básicamente sobre la adaptación cultural. La presión malthusiana afecta al tamaño de la población, pero también a su composición. Los individuos relacionados con el progreso tecnológico generan mayores niveles de renta. Pro, en la época malthusiana, esto se convierte en mayor éxito reproductivo, con lo que la población aumenta. Esto, a su vez, da lugar a que estos rasgos prevalezcan cada vez más en la población. En la época malthusiana, se da la adaptación, incrementando la prevalencia de estos rasgos y dando lugar a la transición del estancamiento al crecimiento.
Población y tecnología
El tercer elemento tiene que ver con el origen del progreso tecnológico. Este progreso se ve afectado por el tamaño de la población y su adaptación. Si hay más personas, habrá un mayor número de innovadores, con lo que la tecnología avanzará más rápidamente. Por tanto, el tamaño y la composición de la población humana inciden sobre el progreso tecnológico. El progreso tecnológico, a su vez, afectará al tamaño y a la composición de la población. Esto es una iteración que se refuerza y da lugar a la revolución industrial.
El capital humano se convierte en esencial para que el ser humano pueda hacer frente a este entorno tecnológico cambiante. Pero la población es pobre, no puede hacer frente a la educación de sus hijos si no ahorran en otros gastos. El consumo es de subsistencia. Por tanto, tienen que ahorrar en número de hijos, lo que da lugar a una reducción de la fertilidad. Es la llamada transición demográfica. Este declive libera a la población del desequilibrio malthusiano, que desaparece. Por tanto, el progreso tecnológico, la mejora del capital humano y el declive de la población dan lugar a un crecimiento económico sostenido.
El origen de la desigualdad entre países
La desigualdad actual se originó, sobre todo, en el despegue diferencial del crecimiento económico. La diferencia surge de fuerzas que empezaron a operar hace miles de años. Esto nos lleva a factores enraizados en el tiempo. Son características culturales, institucionales. Pero esas características distintas se basan en las fuerzas geográficas y las características de las sociedades.
Las instituciones son críticas para explicar la desigualdad entre países. Algunas sociedades adoptan instituciones inclusivas que generan crecimiento. Otras, en cambio, adoptan instituciones extractivas que lo frenan, lo que explicaría la desigualdad. Las instituciones evolucionan gradualmente con el proceso de desarrollo y se adaptan al entorno tecnológico y geográfico.
Diversidad y cultura
La diversidad ecológica está asociada con más comercio. También, con la formación temprana del Estado y, en consecuencia, con la demanda y oferta de instituciones. Otro factor crítico es la idoneidad del suelo para grandes plantaciones. En algunas regiones, se pueden cultivar cosechas que son buenas para grandes propiedades. Esto genera una concentración del suelo, aumenta el poder de sus propietarios y permite la implantación de instituciones extractivas y la terrible institución de la esclavitud.
Si tienes buenas cosechas, puedes participar en el proceso de plantar y cosechar. Esto da lugar a una conducta que se centra en el futuro. La población lo planifica.
Esto nos lleva al factor cultural. La cultura evolucionó y se adaptó al entorno. Cuando aumentó la educación, hubo un cambio gradual en la predisposición de la sociedad hacia ella. Los padres estuvieron más predispuestos a invertir en la calidad de sus hijos. Si tienes buenas cosechas, puedes participar en el proceso de plantar y cosechar. Esto da lugar a una conducta que se centra en el futuro. La población lo planifica.
Geografía e instituciones
Las fuerzas culturales son importantes, pero están asociadas con estas fuerzas más profundas, que son geográficas y societales. Un entorno de enfermedades afecta a la productividad de la mano de obra y a la acumulación de capital. Un entorno de aislamiento afecta al progreso tecnológico. La larga sombra de la historia funciona a través del efecto de la geografía en las características institucionales y culturales.
Las ruedas del cambio van girando, pero no en el vacío. Se ven afectadas por las instituciones, la cultura y la geografía, pero también por la diversidad humana. Las sociedades más diversas generan más progreso tecnológico. Las sociedades con mejores instituciones tienen más progreso tecnológico porque se protegen los derechos de propiedad intelectual. Son sociedades con más propensión a la educación, con menores índices de fertilidad. Por tanto, los cambios en la composición de la población dan lugar al progreso tecnológico. Esta maquinaria del cambio avanza a distinta velocidad en distintas partes del mundo. Así que, a principios del siglo XIX, algunas sociedades viven ese progreso tecnológico. Pero otras sociedades avanzan más lentamente. Por tanto, su transición se retrasa y surge la desigualdad.
Los orígenes del desarrollo comparativo
Si pensamos en cuáles son los orígenes del desarrollo comparativo, el 86% de las variaciones en las desigualdades de hoy se remontan a raíces históricas. Dentro de ellas, entre el 17% y el 26% tiene que ver con la dispersión del humano anatómicamente moderno de África. El tiempo desde las sociedades sedentarias y la revolución neolítica explica aproximadamente un 3%. Los factores geoclimáticos, aproximadamente un 30%. El entorno de enfermedades, un 10%. Los factores culturales, aproximadamente un 20%. Y las instituciones, entre el 3% y el 9%.
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