Una de las primeras cosas que aprende todo estudiante de economía, o de administración de empresas, es que el dinero tiene tres funciones. Por un lado, funciona como unidad de cuenta, en la cual se expresan todos los precios de una economía. Por otro, es un medio de cambio, que permite comprar y vender bienes y servicios, realizar préstamos, pagar impuestos y saldar deudas. Por último, es un depósito de valor, entendiendo por tal que el dinero que una persona guarde hoy le sirve para poder consumir bienes y servicios en el futuro.
Otra de las primeras cosas que aprende es que el dinero moderno se materializa en forma de billetes y monedas, o de anotaciones electrónicas, y que su emisión es un monopolio de los gobiernos que ejercen a través de los respectivos bancos centrales. Un monopolio que constituye todo un privilegio para las autoridades porque, cuando necesitan dinero, solo tienen que darle a la máquina de imprimir billetes. Es lo que han hecho en los últimos años la Reserva Federal estadounidense y el Banco Central Europeo con sus políticas de quantitative easing para tratar de superar la crisis financiera. El problema es que cuando se imprime más dinero del necesario, este pierde valor, se deprecia, puede comprar menos cosas, lo que desvirtúa su función de depósito de valor.
Pero ¿qué pasaría si en lugar de utilizar ese tipo de dinero, una sociedad emplease dinero informático, también conocido como criptomonedas? ¿Qué sucedería si empleara bitcoin? Saifedean Ammous, uno de los gurús de las criptomonedas, cree que su utilización impediría que el dinero perdiese valor, como sucede en la actualidad. Y es que, según explica, el problema que existe con la mayoría de los tipos de dinero es que, cuanto más se utiliza, más sube su valor. Este hecho genera incentivos para que se emita más, con lo que su valor se deprecia y, como consecuencia, el dinero no puede ejercer la función de depósito de valor.
Con bitcoin eso no ocurre porque su cantidad se ha limitado a 25 millones de unidades. El sistema está construido de tal forma que no se pueden generar más. En consecuencia, bitcoin se convierte en algo único como depósito de valor, porque no hay forma alguna de incrementar su oferta, como sí puede hacerse con el dinero estándar.
Bitcoin, además, es el dinero más difícil de producir. Cuanta más gente trate de generar bitcoins, más difícil y más caro resulta hacerlo. Eso hace que sea depósito de valor muy seguro. Esa seguridad también deriva de que es muy difícil de atacar porque no hay un solo punto de fallo. Tanta es su seguridad que, hasta ahora, nadie ha podido confirmar una transacción fraudulenta con bitcoin porque es una moneda dura, difícil de producir, disponible a escala global, de utilización voluntaria y negociada y valorada libremente en el mercado.
Uno de los principales beneficios que aporta bitcoin se deriva del hecho de que el dinero pierde valor con el tiempo, lo que estimula el cortoplacismo y el consumismo. El dinero duro, como bitcoin, en cambio hace lo contrario: estimula el ahorro y la acumulación de capital, de donde deriva una mayor productividad y mayores niveles de vida y de bienestar. Dicho de otra forma, con el dinero tal y como lo conocemos, la gente prefiere el consumo de hoy al consumo futuro porque ese dinero pierde valor. Con bitcoin, la gente seguiría gastando hoy, pero lo haría de forma menos frívola, y estimularía el ahorro.
Para tratar de ilustrar esta característica de bitcoin, Ammous puso un ejemplo relacionado con la historia de la pintura. Según él, una criptomoneda sería como la Capilla Sixtina: puesto que Miguel Ángel tardó cuatro años en pintarla, una obra así es muy escasas y difícil de reproducir. En cambio, el dinero blando, el que usamos actualmente, sería como un cuadro de Mark Rothko, que tarda veinte minutos en pintarse. Lo primero hace que obras como la Capilla Sixtina sean muy escasas; lo segundo, que abunden los cuadros de Rothko y de sus imitadores.
Una criptomoneda como bitcoin es, también, una forma disruptiva de dinero. Como las criptomonedas no son físicas, sino informáticas, el monopolio territorial de los bancos centrales prácticamente desaparece. Además, y precisamente porque el bitcoin es dinero informático, el gobierno no puede confiscarlo. Por eso los venezolanos compran bitcoin; así pueden sacarlo del país sin que el gobierno de Maduro pueda hacer nada al respecto. Y es que las criptomonedas, en última instancia, implican el retorno al gobierno limitado. Su utilización incrementa el poder de las familias y de las comunidades locales, al tiempo que el papel de los estados se debilita.
También puede ser la solución al ciclo económico porque no se puede crear más bitcoin. Y como no se puede crear, no se puede manipular. Esa manipulación del dinero es la causa de los ciclos económicos, la inflación y las recesiones, según la interpretación del ciclo que realizan la escuela austriaca de economía. De la misma forma, desaparecería el privilegio exorbitante del dólar, porque Estados Unidos no podría monetizar sus problemas fiscales, problemas que, a través de esa monetización, luego se convierten en problemas de todo el mundo. Y si alguien lo duda, no tiene más que observar las dificultades en que se encuentran las economías emergentes desde que la Reserva Federal estadounidense decidió empezar a subir los tipos de interés para normalizar las condiciones monetarias, después de la fuerte expansión de la cantidad de dinero que llevó a cabo para poder superar la crisis financiera.
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