El mundo en el que vivimos es mucho mejor de lo que creemos. El problema es que las noticias, con tanto desastre como exhiben, distorsionan nuestra percepción de la realidad. Nuestros prejuicios también nos inducen al error. Hans, Ola y Anna Rosling lo explican en su reciente libro Factfulness: Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas.
Factfulness
Para mostrarnos por qué tenemos esa visión tan negativa del mundo, los Rosling empezaron por hacer una serie de preguntas fundamentales sobre el mundo actual. Eran cuestiones cómo qué porcentaje de la población mundial vive en la pobreza. O cuál es la esperanza de vida global. O qué porcentaje de niñas terminan la escuela en los países pobres. Con estas y otras cuestiones, pretendían hacerse una idea de hasta qué punto percibimos el mundo de forma negativa, de manera distinta a como es en realidad.
Esas preguntas las hicieron en catorce países avanzados. Empezaron por pedirle a la gente que dijera si los científicos pensaban que, en cien años, el clima de la Tierra sería más cálido, más frío o igual que ahora. A esa cuestión respondieron correctamente casi todos los encuestados. Eso indica que la gente comprende que hay algo con el clima que no es como debiera ser.
El resultado fue muy distinto cuando hicieron la segunda pregunta. Había tres opciones de respuesta. Sin embargo, muy poca gente fue capaz de acertar que más del 80% de los niños de un año en el mundo está vacunado. Esa misma pregunta la hicieron en el congreso de la Organización Mundial de la Salud. Solo acertó el 27%. En el World Economic Forum de Davos el porcentaje fue del 18%. En un congreso mundial de medicina, con premios Nobel y eminentes científicos, solo acertó el 8%. Y bajó hasta el 4% entre los empleados con un MBA de uno de los cinco mayores bancos del mundo.
Peor que los chimpancés
Los chimpancés lo hubieran hecho mejor. Si se les hubiera dado a elegir entre las tres opciones, el porcentaje de aciertos hubiera sido del 33%. Pues bien, de doce preguntas de ese tipo, un 15% de personas no acertó ninguna. Tampoco nadie acertó las doce y solo una persona acertó once. Solo el 10% lo hizo mejor que los chimpancés, lo que es inquietante en una sociedad como la nuestra, que cuenta con mucha gente bien formada.
Esto nos lleva a preguntarnos por qué estamos tan equivocados sobre la realidad del mundo. Este hecho tiene que ver con la tendencia que manifestamos a elegir una respuesta que encaje con nuestra visión. Y aunque los datos muestran que las cosas están mejorando, nuestra visión tiende a ser pesimista. ¿Por qué? Porque lo que aprendemos del mundo lo hacemos a través de las noticias. En ellas, todo son desastres porque para eso están en las noticias. Esto lo incorporamos a nuestra cosmovisión. El mundo, sin embargo, no se parece a la visión que muestran los informativos.
La calle del dólar
Para superar esta limitación, es mejor pensar en el mundo como una calle, con los más ricos colocados a la derecha y los más pobres a la izquierda. Si preguntamos en Suecia dónde se sitúa el país, la gente tiende a localizarla en el centro de la calle, cuando, en realidad, se trata de uno de los países más ricos del mundo. Este error se debe a la visión negativa del mundo que ofrecen las noticias.
La calle hay que dividirla en cuatro niveles de ingresos. El nivel 1 es el de pobreza extrema. El 2 se corresponde con una renta media baja. El 3 se define por una renta media alta. En el 4 estarían los más ricos. Para entender lo que significa esta clasificación tenemos que pensar en lo siguiente. Si una persona del nivel 1 tiene que desplazarse a algún lugar, lo hace andando. Alguien del nivel 2 lo hace en bicicleta. Una persona del nivel 3 va en motocicleta y una del nivel 4, en automóvil.
Pues bien, en el nivel 1 hay mil millones de personas, en el nivel 2 hay tres mil millones, en el nivel tres hay dos mil millones y en el nivel 4 hay otros mil millones de seres humanos. Y cada vez hay menos gente en el nivel 1 y más en los niveles 2 y 3. Esto es lo que nos enseña Factfulness.
Controlar nuestros instintos
Para adaptarnos al cambio hacen falta datos con los que mejorar nuestras decisiones. Pero también necesitamos controlar nuestros instintos. Estos, según Factfulness, son diez.
Por el instinto de la separación tendemos a ver las cosas de forma extrema, o blanco o negro, cuando todo está lleno de matices, de grises. El instinto de la negatividad nos hace ver las cosas malas, pero no las que funcionan. El instinto de la línea recta nos hace seguir avanzando de forma lineal, cuando muchas cosas en el mundo no son así. El instinto del miedo promueve muchas cosas, lo que nos obliga a calcular los riesgos. El instinto del tamaño nos hace pensar que lo que vemos es muy malo. Pero si echamos la vista atrás, las cosas antes eran mucho peor.
El instinto de la generalización nos lleva a pensar que todo y todos son iguales. El instinto del destino hace que pensemos que todo es estático, que nada cambia. La mayoría de las cosas, sin embargo, cambia, pero a un ritmo tan lento que no lo percibimos. El instinto de la perspectiva única nos hace buscar argumentos que apoyen nuestras ideas, en vez de buscar datos y analizar los hechos. El instinto de culpa nos impide ser constructivos porque siempre buscamos culpables. Y el instinto de urgencia nos lleva a pensar que, o hacemos las cosas ahora o no las haremos nunca. Las cosas, sin embargo, se hacen despacio, poco a poco.
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