¿La hegemonía del dólar como moneda global tiene los días contados? Hace diez años, era impensable el hacerse semejante pregunta. Hoy, sin embargo, esta cuestión se plantea una y otra vez cuando se abra de reservas de dividas, comercio internacional y finanzas globales. ¿Tanto han cambiado las cosas? Según Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional, el declive del dólar empezó hace algo más de diez años. La cuestión es si va a llegar tan lejos como para poner en tela de juicio el papel del billete verde en la economía global.
«el declive del dólar empezó hace algo más de diez años»
Ese papel, recuerda Rogoff, surge a finales de la Segunda Guerra Mundial. Por entonces, había que reconstruir el comercio y las finanzas mundiales. Además, había que dotarles de un nuevo sistema monetario internacional, pues el patrón oro había colapsado. Así es que en la conferencia de Bretton Woods, en 1944, se diseñó y puso en marcha un nuevo sistema de tipos de cambio fijos con el dólar en su centro y con la creación del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como instituciones de apoyo y consolidación del sistema. Esta estructura quebró en 1971, cuando el presidente Nixon puso fin a la convertibilidad del dólar en oro. Sin embargo, el billete verde siguió siendo la moneda hegemónica debido a la fortaleza de la economía estadounidense, la mayor del mundo; el amplio y profundo sistema financiero norteamericano y su gran peso en las finanzas globales, y el poderío militar de Estados Unidos.
La hegemonía del dólar en los mercados globales, comenta Rogoff, le ha deparado a Estados Unidos importantes beneficios económicos y políticos. No cabe duda de que el país que puede emitir la moneda de reserva internacional puede financiarse con costes menores que el resto del mundo. El riesgo de que Estados Unidos no pueda afrontar su deuda externa por falta de divisas es inexistente, precisamente porque es quien emite la moneda global, así es que eso le permite reducir el coste de su financiación. Además, los riesgos cambiarios tampoco afectan mucho a las empresas estadunidenses puesto que las materias primas y energéticas cotizan mayoritariamente en dólares en los mercados internacionales. El comercio internacional también se desarrolla, en buena medida, en esa moneda. Esta realidad le confiere a Estados Unidos ese “privilegio exorbitante” al que se refiere el profesor de la Universidad de California Benjamin Cohen. Y todo ello con el beneficio adicional de poder utilizar el dólar como arma geopolítica mediante la imposición de sanciones financieras. Estados Unidos, claramente, ha ganado con la hegemonía del dólar.
El mundo, sin embargo, ha cambiado mucho desde que el dólar se elevó a la categoría de moneda hegemónica global. Japón se recuperó de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y se convirtió en la segunda mayor economía del mundo. Los países de Europa Occidental, por su parte, crearon una unión económica, que se convirtió en la primera potencia comercial del mundo y se dotó de una moneda común, el euro. A su vez, China resurgió de sus cenizas para convertirse en una potencia económica y tecnológica capaz de rivalizar con Estados Unidos. Estos elementos cambian sustancialmente el panorama monetario internacional.
Rogoff estima que, a causa de esos factores, el dólar alcanzó su máximo como divisa global hace algo más de una década y, desde entonces, viene perdiendo terreno, especialmente frente al euro y al renmimbi. A ello se une el impacto de la expansión del comercio internacional, con China y Europa como grandes protagonistas, los avances tecnológicos que están cambiando los intercambios comerciales y las inversiones internacionales, en detrimento del dólar, y el uso geopolítico que ha hecho Estados Unidos de su moneda y de su sistema financiero. Así es que todos estos elementos, tomados en conjunto, han provocado el declive del dólar.
Las cosas no han ido a más porque, como señala Rogoff, la Unión Europea, Japón y China han cometido errores estratégicos que han limitado la capacidad de sus monedas de desafiar con éxito la hegemonía del dólar. Japón ha sufrido una deflación muy prolongada que ha debilitado su moneda. La Unión Europea aceptó a Grecia en la unión monetaria sin comprobar de forma fehaciente la realidad fiscal del país, lo que condujo a la crisis del euro. En China, por su parte, hay un control estatal excesivo sobre la economía, las finanzas y los movimientos de capitales que generan dudas en los mercados sobre la protección de los derechos de propiedad de quienes acumulen la divisa china. Aún así, entre los tres le han comido terreno al dólar. La cuestión es si cualquiera de estas monedas será capaz de sustituir al billete verde como centro del sistema monetario internacional.
Rogoff no cree que esto vaya a suceder, al menos de forma inmediata, precisamente por los errores cometidos por China, Europa y Japón. Pero lo que sí se puede producir es una diversificación progresiva y creciente del sistema monetario internacional que debilite el papel del dólar. Una tendencia que viene impulsada por el auge de las criptomonedas, la digitalización del dinero y el desarrollo de sistemas alternativos de pagos, como los que viene impulsando China para modificar el status quo en el sistema monetario internacional. No obstante, estos desarrollos no están exentos de riesgos, en especial en lo referente a la regulación de las nuevas tecnologías financieras y a la protección efectiva de los derechos de propiedad de los tenedores de las monedas de esos países.
Los acontecimientos monetarios estadounidenses tampoco ayudan mucho al dólar. Como recuerda Rogoff, solo una autoridad monetaria creíble e independiente puede evitar una crisis de inflación y la pérdida de confianza en el dólar. Sin embargo, la administración Trump no hace más que presionar a la Reserva Federal para que baje los tipos de interés pese a que no es el momento de hacerlo, y manifiesta públicamente su deseo de que el presidente de la FED, Jerome Powell, abandone ya su cargo pese al tiempo que aún le queda de mandato.
Esto está relacionado con la financiación de los déficits estadounidenses crecientes. Trump trata de resolver el déficit comercial a golpe de aranceles. Esto podría debilitar el papel del dólar en el comercio internacional. Al mismo tiempo, el país sigue acumulando desequilibrios presupuestarios y deuda pública que los inversores se muestran poco a poco menos dispuestos a financiar si no es con tipos de interés más altos. Por ello, Rogoff advierte de que esta situación no es sostenible y de que, tarde o temprano, se producirá una crisis que será profunda. Y eso tendrá consecuencias para Estados Unidos y para el papel del dólar en la economía mundial.
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