Desde finales del siglo XX se sabe que la prosperidad de un determinado territorio, ya sea una ciudad, una región o un país no depende solamente de las empresas y su rentabilidad. Depende también, y cada vez más, de su propio rendimiento económico y de la gestión estratégica que las autoridades hagan en este sentido del territorio y de todo lo que sucede en él. Un aspecto este que resulta de suma importancia cuando, gracias a la globalización y las nuevas tecnologías, las empresas pueden moverse de un lugar a otro de acuerdo con sus intereses.
Para entenderlo, es preciso recordar que existe una relación directa entre emprendimiento y crecimiento económico. Y los territorios que promueven el emprendimiento, explica David B. Audretsch, director del Institute for Development Strategies de la Universidad de Indiana, obtienen unos resultados económicos mejores, medidos en términos de empleo, productividad, etc. Las estrategias locales para mejorar el funcionamiento económico de los territorios que apuestan por el emprendimiento son las que triunfan, porque aquellas otras que se basan simplemente en atraer y retener inversiones industriales ya no funcionan en el mundo de la globalización y las nuevas tecnologías, explica. Por tanto, si esas estrategias no funcionan, es preciso diseñar otras distintas.
En ese diseño, el primer paso consiste en centrarse en cuáles son los principales tipos de recursos de que dispone un territorio, que le permitan obtener unos buenos resultados económicos. Entre esos recursos se encontrarían, en primer lugar, los activos físicos, que consisten en los recursos naturales, las fábricas, la maquinaria y las infraestructuras. En segundo lugar, estarían los recursos que se generan, al menos en parte, como resultado de las actividades de investigación y desarrollo que tienen lugar en el territorio. En este sentido, Audretsch recuerda que el éxito de una estrategia no depende de que exista I+D, sino de que sus resultados se transformen en actividades productivas, en empleo, en beneficios para la sociedad. Eso solo lo pueden hacer los emprendedores, porque son quienes tienen la capacidad de convertir los resultados de las investigaciones en bienes y servicios comercializables.
Junto a los activos físicos y el conocimiento estarían los recursos humanos. Estos incluyen tanto a los trabajadores cualificados como a aquellos otros que carecen de cualificación profesional o que la que poseen es muy baja. También formaría parte de ellos el capital humano, así como lo que Richard Florida, profesor de la Universidad de Toronto, denomina «la clase creativa», esto es el grupo de personas que generan nuevas ideas, nuevas tecnologías o nuevos contenidos.
La gestión estratégica del territorio consiste en centrarse en aquellos recursos y factores productivos que generan un rendimiento económico más fuerte y sostenido. Ahora bien, advierte Audretcsh, aunque los recursos son importantes, la forma en que se organizan en empresas e industrias es crucial para el funcionamiento económico de un territorio. En este sentido, hay varias dimensiones de la estructura y la organización espacial del territorio que deben tenerse en cuenta. La primera de ellas es si las empresas se organizan o no en grupos de actividades complementarias. La segunda es si la actividad se organiza mediante empresas que tienen poder de mercado, el grado en que las empresas operan en mercados competitivos, el nivel de especialización de la actividad económica, el grado de diversidad económica localizado en un lugar concreto y el papel que desempeñan las start-ups y las nuevas empresas. A partir de ahí, cada territorio debe configurar su propia estrategia.
La dimensión humana de esa estrategia es fundamental. Esa dimensión incluye elementos tales como la propensión de la gente a interactuar, relacionarse y vincularse con otras personas; las vinculaciones emocionales de las personas con los territorios; los estereotipos relacionados con el lugar y el capital social. Es muy importante desarrollar también estos aspectos.