Warren Buffett es un mito viviente entre los inversores financieros. Nadie ha ganado tanto dinero como él invirtiendo. Las reuniones anuales de su vehículo de inversión, Berkshire Hathaway, son seguidas al detalle por todos cuantos desean encontrar esas oportunidades con las que Buffett ha triunfado. Sin embargo, no hace falta desplazarse hasta Omaha, donde vive y trabaja, para conocer la clave de su éxito. No es ningún secreto. Por el contrario, él lo ha contado en múltiples ocasiones. Lo que hace se llama inversión en valor. Es algo que aprendió leyendo la obra de Benjamin Graham El inversor inteligente y que se ha convertido en su mantra: encontrar empresas infravaloradas por el mercado, que tengan una capacidad de generar caja mayor que la que el mercado les reconoce.
Para invertir en valor hay que saber muy bien a qué se dedica cada empresa.
A priori, esto parece sencillo, pero la cosa es algo más compleja. Como explica Tano Santos, catedrático David L. and Elsie M. Dodd de Finanzas y co-director del Heilbrunn Center for Graham and Dodd Investing de la Escuela de Negocios de la Universidad de Columbia, la inversión en valor integra el método de valoración de una compañía con el conocimiento profundo del modelo de negocio que sigue. Es decir, para invertir en valor hay que saber muy bien a qué se dedica cada empresa. Buffett lo ha dicho muchas veces: él nunca invierte en compañía que no sabe lo que hacen o de las que desconoce su modelo de negocio.
La información juega un papel clave en la inversión en valor, porque no hay tal inversión sin una utilización eficiente de la información. Y eso lleva a otra cuestión relacionada con la inversión en valor. Se trata de una preocupación que asalta en todo momento a quien sigue esta técnica de inversión, que consiste en preguntarse por qué el inversor cree que una compañía vale doscientos cuando el mercado la está valorando en cien y, por tanto, le está dando una oportunidad a ese inversor en valor. ¿Qué es lo que falla ahí? Pues no tiene porqué fallar nada. Lo que sucede simplemente, explica Tano Santos, es que, en los mercados financieros, nadie tiene nunca toda la información.
De todas formas, el inversor en valor debe entender por qué piensa que un activo está infravalorado, señala Francisco García Paramés, gestor de inversiones. Para comprenderlo, el inversor debe tener en cuenta dos cosas: por un lado, que el ser humano siempre tiene unos sesgos que pueden llevarle a tomar decisiones incorrectas; por otro, que, en general, a todo el mundo le gusta estar en el rebaño, ir con la corriente y no salirse de ella para diferenciarse de los demás con sus ideas y opiniones. En este caso, con su estimación del valor de una empresa que el mercado infravalora.
Pero, ¿cómo encontrar esas empresas infravaloradas? García Parames se decanta por invertir en compañías con un PER -ratio precio/beneficio por acción, que refleja el número de años que se tarda en recuperar una inversión- de 8 ó 9 que con 15 ó 16, porque como en el primer caso el plazo temporal de recuperación de la inversión es más corto, resulta más fácil prever el futuro. En su opinión, cuando se invierte con un PER por debajo de 10, el inversor pone el viento a su favor, entendiendo por tal que el inversor sabe dónde están los riesgos y toma posiciones para que, si se producen sorpresas, éstas sean positivas.
Otra posibilidad es hacer lo mismo que los grandes inversores que tienen experiencia en un determinado sector. Como explica Tano Santos, esa gente no para de leer. Leen los periódicos a diario, por supuesto, pero también leen mucha historia económica y de los negocios, porque contienen una cantidad enorme de experiencias de empresas que triunfaron. Con esas lecturas se aprende mucho a la hora de invertir, debido a que lo esencial de un negocio cambia mucho menos de lo que habitualmente se piensa.
Por último, para encontrar oportunidades de inversión hay que ir a las zonas calientes, por ejemplo, a países que viven crisis financieras o a sectores que sufren cambios regulatorios.
En esos momentos aparece una gran volatilidad en la valoración de los activos financieros de la que pueden surgir oportunidades de inversión. De hecho, García Paramés comenta que a él le gusta ver todos los días los valores que más han caído, averiguar qué sucede con ellos y, a partir de ahí, empezar a construir una cartera de inversión.
Otro aspecto al que también deben prestar atención los inversores en valor es a si la empresa objeto de análisis cuenta con algún tipo de ventaja competitiva que provenga de la calidad de la compañía, porque esa calidad puede ser una barrera de entrada para nuevos competidores y porque proporciona seguridad al flujo de caja que se espera obtener. Esa ventaja no siempre es fácil de percibir, pero hay cosas relacionadas con ella que se pueden observar, como la estabilidad de los márgenes operativos, si la fracción de ventas es estable o si una empresa intentó superar las barreras de entrada y no pudo, señala Tano Santos. En este caso, el riesgo que debe preocupar al inversor es cualquier innovación tecnológica, regulatoria, etc., que comprometa esas ventajas competitivas.
En este mismo sentido, García Paramés explica que las compañías con una ventaja competitiva alta tienen una estabilidad en los resultados mucho mayor que aquellas otras cuya ventaja competitiva es baja, o que las empresas de materias primas.
Por último, el inversor en valor debe tener fortaleza mental, indica Tano Santos, porque su estrategia consiste en ir contra corriente y tirarse a la piscina cuando todo el mundo está saliendo de ella. Pero, como añade García Paramés, en esas situaciones es mucho más fácil encontrar valor.
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