La gran pandemia del coronavirus ha venido acompañada de un amplio abanico de restricciones de la libertad. Los ciudadanos se ven obligados a permanecer confinados en casa. La libertad de movimientos se ve limitada. El Gobierno ha obligado a las empresas a cerrar. Se monitoriza dónde esta la gente. ¿Supone esto una amenaza para la libertad?
La libertad en retroceso
Lo cierto es que, en los últimos años, viene produciéndose un cierto retroceso de la libertad. Este retroceso se ha incrementado a causa de la pandemia, explica Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía Jurídica, Moral y Política de la Universidad de Valencia. Las fracturas sociales que han resultado de la globalización y del cambio tecnológico contribuyen a este proceso. De hecho, la crisis del coronavirus está favoreciendo las tendencias desglobalizadoras. Y es que la gente está buscando seguridad en ámbitos más cerrados, como los nacionalismos, los independentismos y los populismos. Esto representa un serio revés para la democracia liberal.
El problema de situaciones como esta es que, cuando la gente busca seguridad, enseguida vuelve la mirada hacia el Estado. ¿Es lo que va a suceder ahora, que el Estado ocupe espacios que no le corresponden? Cortina se teme que, en efecto, esto es lo que va a suceder. Por eso, es muy importante que se dejen muy claros cuáles son los límites de la Constitución que no se pueden traspasar bajo ningún concepto.
El talón de Aquiles de la democracia
El problema, indica Pedro Schwartz, catedrático de Economía en la Universidad Camilo José Cela, es que la democracia liberal tiene un talón de Aquiles. Se trata de una red social cada vez más amplia. Estamos poniendo cada vez más cosas en las manos del Estado. Ponemos la educación, la sanidad, el mínimo vital, es decir, todas esas cuestiones que llamamos sociales. Eso es lo que ha hecho daño a la democracia, porque socava las libertades y daña al mercado. Y, además, vemos que no resuelve los problemas. El Estado, por ejemplo, ha fracasado frente al coronavirus porque carecía de un fondo de contingencia. La educación y la sanidad públicas, a su vez, son de mala calidad.
Por desgracia, y pese a ello, todas las crisis animan a los estados a aprovechar la situación para legitimar su expansión, se lamenta Carlos Rodríguez Braun, catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid. La cuestión es si después vamos a recuperar las libertades que hemos ido perdiendo. Pero, como recuerda, con la libertad, el capitalismo, el mercado, la democracia, vale la vieja frase de Mark Twain. El creador de Tom Sawyer decía que las noticias sobre su muerte han sido francamente exageradas.
Libertad de crítica
El valor de la democracia liberal se aprecia muy bien si se recuerda que el coronavirus surgió en un país totalitario. Un país que no dijo nada sobre el asunto y en el que la transparencia brilla por su ausencia. En un país democrático, señala Cortina, alguien se puede levantar y preguntar qué está pasando. Por eso, en una sociedad libre no ocurren estas cosas con tanta facilidad. En las sociedades democráticas no hay hambrunas porque siempre se levanta alguna voz crítica.
El miedo es una palanca política muy poderosa.
Ahora bien, el problema con la crisis del coronavirus es el miedo que ha infundido en la gente. El miedo, dice Rodríguez Braun, es una palanca política muy poderosa. Lo es porque, en la medida en que se nos aterroriza, se desactivan nuestros impulsos a ser libres. El miedo es enemigo de la democracia porque inhibe nuestra capacidad de elegir de forma correcta y ponderada. Cuando una sociedad tiene miedo, surge la democracia social para calmarlo. Y eso lleva a una segunda cuestión. Las democracias sociales eliminan los estímulos al ahorro con su idea de protección. Esto es una tragedia porque la persona que ahorra tiene menos miedo que aquella otra que no lo hace. Esta última está en manos del poder porque carece de ahorro.
La deriva totalitaria
Da la sensación de que un país totalitario como China es más seguro que uno en el que impera la libertad.
En estos momentos, el deseo de seguridad puede conducir a las sociedades hacia regímenes totalitarios. Da la sensación de que un país totalitario como China es más seguro que uno en el que impera la libertad. La realidad, sin embargo, es justo la contraria, afirma Adela Cortina. Un país más libre es más seguro porque la libertad implica posibilidad de crítica y transparencia. Además, los regímenes totalitarios también son ineficientes, incluso para mantener la vida, porque la siegan cuando les conviene. Por eso hay que ir con mucho cuidado con esas búsquedas de seguridad.
Por desgracia, hay quien recurre a este tipo de situaciones para decir que las sociedades tienen que buscar la seguridad. Y su argumento es que medios de control de la población, como la inteligencia artificial, ayudan a salvar vidas. Y es cierto que, en algunos sentidos, en efecto, pueden ser útiles. Pueden decirnos, por ejemplo, donde están las personas contagiadas con coronavirus. Pero, advierte Adela Cortina, también pueden convertirse en medios de auténtico control de la ciudadanía. De hecho, ya ocurre en algunos países. Por tanto, debemos tener mucho cuidado, porque podemos acabar controlados policialmente.
La dinámica democrática
Carlos Rodríguez Braun añade que el estado social y democrático de derecho tiene problemas y contradicciones. La libertad puede verse amenazada en la medida en que exista una dinámica que lleve al Estado a crecer. Esto sucede porque democracia significa que el pueblo elija. Así es que la propia dinámica democrática nos ha llevado a unos estados cada vez más grandes. Y esos estados conspiran contra las libertades económicas.
Otra libertad que puede quedar muy dañada en tiempos de pandemia es la libertad de expresión, comenta Adela Cortina. El mundo de las redes sociales permite la adopción de medidas que coarten la libertad de expresión. Hacer eso en cualquier país, sin embargo, es acabar con lo más esencial del ser humano. Por tanto, no puede admitirse que la pandemia se utilice para limitar la libertad de expresión.
El problema de la educación
Hay un campo, la educación, en el que no hay tanta sensibilidad respecto a las libertades individuales, indica Pedro Schwartz. Determinadas ideologías entran en lo que se enseña en los colegios y los institutos, especialmente los nacionalismos. Deciden cómo y qué es lo que hay que enseñar y qué se dice de lo que ocurre en la sociedad. Pero no solo es eso. Todo nuestro sistema educativo está transido de intervención. De intervención de aquellas personas que no consienten que haya una manera distinta de ver la educación. Eso, sin embargo, va contra la libertad. El derecho de las familias es decidir qué se enseña a los niños.
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