En las postrimerías del siglo XX, Francis Fukuyama acuño la idea del fin de la historia. Con ella quiso indicar que la caída del Telón de Acero supondría el triunfo final de la democracia y la libertad. Nada más lejos de la realidad. Hoy los autoritarismos de toda índole vuelven a asediar a la libertad con vigor renovado. Travestidos de todo tipo de populismos quieren devolver a la sociedad a los esquemas económicos y políticos colectivistas. Frente a ello, hay que reivindicar la libertad del individuo para tomar sus propias decisiones. Lo explican Antonella Marty, escritora y politóloga; Gloria Álvarez, escritora y politóloga; y María Blanco, escritora y profesora de la Universidad CEU-San Pablo.
Libertad, un todo indivisible
La libertad es un todo indivisible. No puede segmentarse en parcelas separadas a conveniencia de quien pretende restringirla. Por tanto, hay que defenderla en su totalidad frente a todo tipo de amenazas. Lo cual incluye, necesariamente, la libertad de cada individuo para tomar decisiones por sí mismo, sin que otros lo hagan por él. Ser liberal implica ser adulto y ser tratado como tal, explica Antonella Marty. Los gobiernos, sin embargo, tienden cada vez más a tratar a las personas como si fueran niños. Pero, hay que acabar con eso. En una sociedad de adultos, sigue Marty, la libertad individual no termina donde empiezan las emociones o los sentimientos de los demás. Por tanto, nadie tiene por qué imponer a otros una moral o un estilo de vida.
Los gobiernos tienden cada vez más a tratar a las personas como si fueran niños.
Cuando un régimen político trata a los ciudadanos como a niños se vuelve represivo, advierte Gloria Álvarez. Ser liberal es oponerse a ello. Hablar de un régimen liberal que nos trata como adultos, es hablar de la posibilidad de imaginar, crear, expandir las ideas. Esa es la base del progreso. Un progreso que surgió en Occidente pese a los vicios propios de las sociedades estamentales y feudalistas. Los liberales se opusieron a esa sociedad de nacionalismos fronterizos e imposiciones religiosas.
Libertad y asunción de responsabilidades
«Ser adulto implica emanciparse»
El problema en las sociedades modernas, señala María Blanco, es que es más fácil ser Peter Pan que un adulto responsable. Ser adulto implica emanciparse, que es lo que hacen los hijos. Hay que emanciparse de los demás y de las instituciones que han criado a las personas. Esto, sin embargo, no quiere decir que haya que acabar con ellas. El problema surge en las sociedades en las que la persona no asume sus responsabilidades. En ellas, cuando pasa algo, la gente se vuelve hacia el Estado pidiéndole ayuda. Esto equivale a encerrar a los ciudadanos en jaulas de oro. Cuando esas cárceles se reducen, la persona se vuelve consciente de la importancia de esa emancipación.
En los sistemas cerrados, que rechazan la libertad, impera el miedo. El gran logro del libre mercado a lo largo de la historia es la confianza, comenta Marty. La confianza es la antítesis del miedo. El hombre se ha desarrollado cuando ha entendido que es mejor relacionarse y comerciar que hacer la guerra. Además, a lo largo de la historia, el concepto de emancipación ha ido de la mano del liberalismo. El liberalismo nace de la defensa de la libertad individual, la libertad económica y la libertad política. Por eso, la emancipación de la mujer se produjo gracias al liberalismo y al capitalismo. Lo mismo cabe decir, por ejemplo, del abolicionismo o de las libertades LGTB. El problema, en la actualidad, es que los grandes enemigos de la libertad se presentan como sus mayores paladines.
La batalla cultural
Para frenar esta tendencia suele hablarse de la necesidad de dar la batalla cultural. A Marty no le gusta esta expresión. Batalla es un término bélico que, unido a cultura, que es un orden espontáneo, resulta una gran contradicción. El concepto de batalla cultural implica querer imponer una cultura sobre otra. Supone creer que una cultura es mejor que otra, simplemente porque alguna persona, institución, religión, o partido populista dice que esa cultura es el modelo perfecto de sociedad.
Lo que tiene que haber, añade Álvarez es una batalla de las ideas, porque hay ideas que tienen que contrarrestarse. Si una idea, como el comunismo o el fascismo, se pone en práctica y sus resultados son hambre, pobreza, fuga de cerebros y genocidio, esa idea no sirve. Ni en el papel, ni en la práctica. La historia de la humanidad nos ha enseñado que, cuando hay libertad y respeto mutuo, nos va mejor. El liberalismo dice que, como nadie puede saberlo todo, tener toda la información, es mejor que cada cual gestione su propia vida. Pero si no nos emancipamos psicológicamente, ¿cómo vamos a tener instituciones que obedezcan al sentido común? Cuanto más se protege a alguien del fracaso, de las adversidades de la vida, más débil se vuelve.
Libertad y temores
El liberalismo siempre ha abrazado esta lógica desde el libre mercado, continúa Álvarez. En él siempre va a producirse una destrucción creativa. Los empleos que eran cruciales hace doscientos años, hoy ya no existen. Los que hoy son cruciales, dentro de unas décadas, habrán cambiado. Hay personas que les tienen pánico a eso, por lo que nos quieren devolver a un pasado idílico que nunca existió.
El miedo al fracaso, recuerda Blanco, está especialmente arraigado en nuestra sociedad. Ello se debe a que no nos miramos a nosotros mismos como adultos porque tenemos un problema de identidad. Entonces buscamos la identificación fuera, para que nos digan cómo tenemos que ser. No nos marcamos metas personales, sino que las delegamos. Esto deteriora la libertad individual, lo que nos hace humanos.
Una decisión personal
Si no se considera que el individuo es la minoría más importante que hay en una sociedad, esa sociedad no puede avanzar, advierte Álvarez. La libertad, sin embargo, tampoco se puede imponer. Eso es una decisión psicológica y personal. El liberalismo es el respecto a la minoría más pequeña que hay, que es el individuo, y a su proyecto de vida. Un proyecto que consiste en que esa persona tenga, en todo momento, la capacidad de decidir cómo quiere vivir su vida, sobre todo en decisiones que la pueden transformar por completo.
Si no se considera que el individuo es la minoría más importante que hay en una sociedad, esa sociedad no puede avanzar.
Para María Blanco el liberalismo es una forma de enfrentarse a la vida, basándose en la responsabilidad individual unida a la libertad individual. La responsabilidad individual implica tomar decisiones sabiendo que hay que hacerse cargo de las consecuencias. Quien no se va a hacer cargo de esas consecuencias, no está eligiendo libremente.
Mejor que nunca
Marty coincide con esas visiones y añade que esa libertad completa e indivisible ha dado grandes frutos a lo largo de la historia. En los últimos treinta años, más de mil millones de personas en todo el mundo han salido de la pobreza extrema. Hace doscientos años, prácticamente el 95% de las personas que vivían en el planeta eran pobres. Hoy ese porcentaje es del 9%. Estamos mejor que nunca gracias a la libertad, a que hay que cooperar y comerciar en vez de estar haciendo guerras.
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