La libertad es una aspiración del ser humano. En muchos países, sin embargo, se ve limitada o brilla por su ausencia. Donde reina la libertad se produce un equilibrio entre una sociedad y un estado fuertes que la hacen posible. Lo explica James A. Robinson, Reverend Dr. Richard L. Pearson Professor of Global Conflict Studies de la Universidad de Chicago.
Un individuo es libre si puede actuar y disponer de sus posesiones sin necesitar el permiso de otros.
Así es como el filósofo inglés John Locke definió la libertad. Los seres humanos aspiran a vivir en ese estado. En la realidad, por desgracia, es más común que la libertad brille por su ausencia a que reine en la sociedad.
Dos escenarios sin libertad
Hay dos escenarios principales que definen la falta de libertad. El primero de ellos se produce cuando un estado muy poderoso domina a la sociedad. Es el caso de la China actual. Allí, el gobierno ha instalado miles de cámaras por las calles para controlar a los ciudadanos. Es la pesadilla del Gran Hermano, que describía George Orwell en su novela 1984, hecha realidad. La capacidad tecnológica del estado chino le permite actuar sin rendir cuentas a la sociedad y erradicar la libertad.
En el segundo escenario, el estado es débil, no tiene esa presencia opresora. Es el caso de Yemen, en el que la sociedad se organiza en tribus, clanes y redes. Allí el estado casi no existe, pero tampoco hay libertad. ¿Por qué?
El monopolio de la violencia y la libertad
La explicación la encontramos en la obra del sociólogo Max Weber. Weber define al estado como la comunidad humana que ejerce el monopolio de la violencia en un territorio concreto. El estado chino tiene ese monopolio y lo ejerce. En Yemen, en cambio, está en manos de la sociedad. Pero, en contra de lo que podría pensarse, esta situación también juega en contra de la libertad. Esto es así porque una sociedad sin estado da lugar a una situación de guerra. Para impedirlo, en Yemen, como en otros países similares, surgen normas que tratan de evitarlas. Esas normas, sin embargo, también se erigen como obstáculos a la libertad.
¿En qué condiciones, entonces, florece la libertad? Cuando existe un equilibrio entre estado y sociedad. En Yemen hay una sociedad fuerte y un estado débil. ¿Resultado? La libertad no existe. En China hay un estado fuerte y una sociedad débil. ¿Resultado? El mismo que para Yemen. Entre estos extremos se perfila un pasillo estrecho en el que emerge el equilibrio entre estado y sociedad. Ambos agentes compiten entre sí y, al hacerlo, esa competencia hace que ambos sean más fuertes. También provoca que el balance de poder entre ambos sea equilibrado. La libertad surge en ese pasillo. Fuera de él, se restringe.
¿Por qué triunfa en Europa y Norteamérica?
En Europa occidental y Norteamérica hay más libertad que en el resto del mundo. Cabe preguntarse por qué si es un anhelo común a todo los seres humanos. Para hallar la respuesta hay que acudir a la historia y remontarse mucho tiempo atrás. En concreto, hasta la obra de Tácito, el historiador de la Roma clásica. Tácito trató de comprender por qué los romanos nunca lograron conquistar a los germanos. Y lo que descubrió fue que la clave residía en las instituciones de los germanos.
Entre los germanos, los asuntos de menor relevancia los discutían sus jefes. Ellos mismos los resolvían. Ahora bien, los asuntos importantes requerían del debate en la asamblea tribal. Se trata de un modelo muy participativo. Cuando cayó el imperio romano, los germanos lo fusionaron con las instituciones romanas, como el derecho o la iglesia.
El caso de la Carta Magna
La diferencia entre Europa occidental y del norte y el resto del mundo son esas asambleas. En su historia resurgen una y otra vez. Es el caso de la Carta Magna, que se firma en Inglaterra en el siglo XIII. Se trata de un documento constitucional que pretende definir los derechos del rey, así como su responsabilidad. La Carta Magna se firma en Runnymeade, un prado cerca de Londres. Se trata de un lugar muy simbólico porque allí se celebraban los wheatons, la versión inglesa de las asambleas germanas. Allí, el rey Juan firma porque le obligan los barones. El texto les da derechos, pero también se los otorga a los villanos y los siervos. Con ello, se sientan los cimientos de un nuevo sistema político.
La Carta Magna, empero, no trae la libertad por sí misma. Lo que hace es abrir un proceso que acaba cristalizando en el parlamentarismo y la democracia. A principios del siglo XVIII se construye el estado fiscal moderno en Inglaterra. Se hace a partir de una administración que funciona desde 1690. A través de ella, el estado intenta hacer un seguimiento de las cosas como nunca antes lo había hecho. Esto provoca la reacción de la sociedad. El sociólogo Charles Tilly explica el nacimiento de la democracia a partir de ahí. La expansión del estado traslada la lucha popular de lo local a lo nacional. Es lo que James A. Robinson denomina el “efecto de la reina roja”. Se intenta conseguir la libertad y para ello hay que domeñar a la reina roja.
La divergencia de China
La historia también explica la divergencia china. Según el Xunzi, un antiguo texto filosófico chino, el rey es un barco y el pueblo es el agua. Como tal puede hacer que el barco flote o se hunda. Es lo que implica la rendición de cuentas. La primera dinastía de China, la dinastía Yin, suprime ese modelo de gobernanza. El estadista Shang Yang (390–338 AdC) dijo que cuando el pueblo es débil, el estado es fuerte. Por tanto, el estado, que conoce el camino, el tao, intenta debilitar al pueblo para fortalecerse a sí mismo. Así se crea un estado déspota, que es lo que es China desde hace 2.000 años. China cayó en este equilibrio despótico y esa situación se ha consolidado allí.
Las ideas de Shang valen para explicar la deriva China, pero no la del resto de países. De hecho, en general los estados más fuertes son los que tienen las sociedades más fuertes. Esto es así porque esas sociedades pueden obligar a los estados a rendir cuentas, a que defiendan los intereses colectivos. En China, sin embargo, esto no puede pasar.
Encadenar al Leviatán
Poder encadenar al Leviatán de Hobbes no tiene que ver con el diseño constitucional ni del sistema de contrapesos. Es un proceso. Estados Unidos no es como es por un documento que pudiera redactar Madison en Filadelfia. Hay que aplicar su contenido, creer en él. América pudo hacerlo porque el poder estaba en manos de la sociedad.
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