Pensar de otra forma para construir un futuro mejor

La sostenibilidad se ha convertido en una gran preocupación del mundo moderno. Para avanzar en este ámbito, tenemos que hacer cosas nuevas. Pero no basta con ello. También debemos cambiar nuestra forma de pensar. Dialogan Patricia Gabaldón, profesora de Entorno Económico en IE Business School, y Manuel Maqueda, profesor de Programas Especiales de Economía Circular Aplicada y de Economía Regenerativa en la Universidad de Harvard.

Sostenibilidad y cambios

¿Somos conscientes de la magnitud de los cambios actuales y de su velocidad exponencial?

Tenemos que pensar de forma totalmente diferente. A veces hay que preguntarse si, en el pasado, la población del Renacimiento era consciente de los cambios que se iban a producir en la forma de pensar de la humanidad. ¿Somos conscientes de la magnitud de los cambios actuales y de su velocidad exponencial? Estos cambios son de tal calado que sobrepasan las formas de pensar habituales. Esas formas son evolutivas, porque, en el fondo, pensamos y hacemos las cosas conforme hemos evolucionado. Somos primates, homínidos. Nos encanta mejorar la eficiencia de las herramientas, las vamos haciendo cada vez mejores.

Estamos en un momento en el que la eficiencia del sistema anterior ya no nos sirve porque tenemos un mundo nuevo.

Pero estamos en un momento en el que la eficiencia del sistema anterior ya no nos sirve porque nos enfrentamos a un mundo nuevo. La naturaleza ya no existe, el mundo humano ya no existe. Solo existe una interacción de ambos que implica nuevas formas de pensar y de hacer. No es cuestión de coches eléctricos, o de paneles solares. Es cómo vemos la realidad, cómo hacemos todo, cómo pensamos en todo. Lo que se necesita no es disponer de nuevas aplicaciones en el cerebro, como la aplicación de economía circular. Lo que hay que hacer es hackear el sistema operativo porque hay un concepto nuevo.

Sostenibilidad e innovación

La sostenibilidad es un reto de innovación.

La sostenibilidad no es un reto de eficiencia, es un reto de innovación. Es lo primero que tenemos que aprender, que se trata de un reto creativo. Es crear e inventar cosas nuevas. Luego tenemos que pasar de un pensamiento muy cortoplacista a un pensamiento de largo plazo. Y luego, quizá el mayor reto es la integración sistémica de todo. Cualquier cosa que hacemos tiene muchas repercusiones. Ya no podemos estar operando en un departamento de nuestra empresa, o en un sector de la economía o de la sociedad, de forma aislada. Es una era de colaboración radical. Todo ello va a redefinir cómo nos relacionamos y cómo nos gobernamos.

Cuando algo aumenta exponencialmente, su valor cae en picado. En este nuevo mundo en el que estamos, de abundancia de soluciones, porque todas están ahí, la cuestión es qué preguntas hacemos. Sostenibilidad es una buena respuesta para una pregunta que no es tan buena: cómo reducimos la huella en el largo plazo. Economía circular es una respuesta a una pregunta mucho mejor: cómo optimizamos el alineamiento de todo lo que nos gusta hacer a los seres humanos -comer, beber, divertirnos, vestirnos-, de la extracción de recursos y de la generación de residuos. Porque tenemos un marco finito para extraer y para tirar. Esa es la pregunta a la que da respuesta la economía circular.

Naturaleza y economía circular

No obstante, como hay entropía, se producen desgastes. No podemos estar en una circularidad perfecta porque las cosas envejecen. Entonces, la siguiente pregunta es cómo podemos tener una economía circular en reciprocidad con la naturaleza. Una economía que reconozca los servicios del ecosistema, que restaure permanentemente la biosfera. Porque la naturaleza está subvencionando todo, sosteniendo todo, desde el clima, la polinización, la ecología del suelo. Hay que reconocer ese servicio de ecosistema y remunerarlo. Por tanto, estamos trabajando en tres preguntas evolutivas.

Esto se puede aplicar a la contaminación por plástico, señala el profesor Maqueda. El plástico es un reflejo de nuestra cultura. Es un material baratísimo, maleable, pero tiene varios problemas. Es un material que el planeta no puede digerir. No se biodegrada, sino que se fragmenta en trozos cada vez más pequeños que están en suspensión en el aire. Una persona ingiere entre tres y cinco gramos de plástico cada semana. En Estados Unidos se usan quinientos millones de botellas de plástico a la semana para agua. Si las pusiéramos en fila, darían la vuelta al planeta cinco veces. La escala es tan enorme y la repercusión es tan grande. Los micro plásticos atraviesan la barrera micro encefálica y producen alzhéimer. Son fronteras para el ser humano. No sabemos qué hemos hecho. Estamos empezando a descubrirlo.

La contaminación por plástico

Sin embargo, no hay que vivir sin plástico, hay que aprender a utilizar la tecnología. Hay dos cosas que una civilización medianamente inteligente no debería hacer con el plástico. Como es un material que no se biodegrada, sino que se fragmenta, no se deben hacer objetos para convertirse en basura. Por ejemplo, el embalaje, los envases. Si se hace eso, se contaminan todos los ecosistemas del planeta, que es lo que ha ocurrido. La otra cosa es que el plástico obtiene sus maravillosas propiedades con unos diez mil aditivos. Pero nadie dice cuáles son, es una propiedad intelectual. Y muchos de esos aditivos son nocivos para la salud. Por eso, la segunda cosa para la que no lo debemos de utilizar es para objetos que contienen nuestra comida y bebida. No se trata de vivir con plástico, sino entender qué es.

Inteligencia artificial

Por lo que se refiere a la inteligencia artificial, la necesitamos. Pero, al mismo tiempo, es una bomba nuclear semántica y visual. Es un espejo durísimo en el que vamos a ver reflejada nuestra propia inteligencia. De ahí sale la posibilidad de superar estos filtros evolutivos. No cambiar la forma de pensar es un filtro evolutivo. Si no los pasamos, entonces la sociedad se queda estancada.

Para mantener el uso de las cosas al máximo nivel posible, la economía circular requiere que todo este diseñado para poder separarse en componentes. Elementos que sean interoperables, que se puedan reparar, etc. Luego se necesita una gran simbiosis, por ejemplo, una gran simbiosis industrial. En una gran ciudad como Madrid, la inteligencia artificial podría indicar dónde se están generando residuos, dónde se están estropeando cosas, dónde hay que hacer mantenimiento preventivo, qué personas deben estar formándose en la reparación de qué. Sería maravilloso y permitiría entender ese acoplamiento divergente que hay entre los sistemas humanos y los sistemas biológicos. Pero cómo es una tecnología, la pregunta es para qué la vamos a usar.

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