El periodismo de investigación es un elemento esencial para la buena salud de una sociedad. Es quien saca a la luz los escándalos, la corrupción y demás prácticas indignas de los centros de poder. Pese a ello, hoy se encuentra seriamente amenazado, no por los sujetos de su acción, sino por la revolución digital. ¿Qué puede hacer para sobrevivir? Paul Steiger, ex director de The Wall Street Journal y presidente ejecutivo de Propublica, lo explica.
La edad de oro del periodismo de investigación
Que lejos queda la edad de oro del periodismo de investigación. Esos tiempos en los que, por ejemplo, The Washington Post hacía temblar las estructuras del poder con la población de los papeles del Pentágono o el caso Watergate. Por entonces, las empresas de medios podían permitirse financiar todo lo necesario para llevar a cabo semejantes investigaciones. En aquella época, el negocio periodístico era muy estable y rentable y el ejercicio de la profesión se retribuía cada vez mejor. Gracias a ello, el periodismo de investigación pudo experimentar un enorme crecimiento, entre mediados de los sesenta y principios de este siglo. Hace algo más de un decenio, sin embargo, todo esto empezó a cambiar.
Con la llegada de internet, se produjo el traslado inevitable de los lectores y los anunciantes desde el papel a la red. Este cambio tiene bastantes elementos positivos. Pero también impone muchas presiones financieras a los periódicos de papel. De hecho, si las tendencias actuales continúan, las sociedades van a contemplar la desaparición de muchos de esos medios. ¿Por qué?
En peligro de extinción
Los medios impresos están ineluctablemente abocados a la desaparición. Son una especie en peligro de extinción. La revolución digital es algo contra lo que no pueden luchar. Su atractivo para los lectores y los anunciantes es irresistible. Como no lo va a ser si permiten poner a disposición del público las últimas noticias en tiempo real, en cualquier lugar en que se encuentre y sin coste para él. Internet, además, ha derribado las barreras de entrada que protegían al sector. Antes, para montar un periódico había que hacer inversiones multimillonarias. Había que pagar la sede, la redacción, las rotativas, el papel, la distribución, etc. Y eso no estaba precisamente al alcance de todo el mundo.
Hoy, en cambio, cualquiera puede ser editor si dispone, simplemente, de un portátil y una conexión a internet. Con ello, cualquiera puede competir con las grandes empresas de medios por la audiencia y la publicidad. Y eso está reduciendo el importe de las tarifas de publicidad que aplican los medios y los ingresos que obtienen de ellas. Mientras tanto, hay que dedicar cada vez más recursos a la web y a las redes sociales.
Y el coste por ejemplar sube
La competencia digital, asimismo, está reduciendo las ventas de periódicos en los kioscos, así como las suscripciones. Además del quebranto en los ingresos que esto supone, esta caída de la difusión física conlleva otro problema. Los ejemplares impresos que se venden son cada vez menos. Los costes de distribución, en cambio, siguen siendo los mismos, con lo cual, el coste por ejemplar vendido se incrementa. Este aumento de costes, unido a las consecuencias de la revolución digital, han recortado el margen operativo de las empresas de medios. Y, con ello, su capacidad para financiar el periodismo de investigación.
Como es lógico, las empresas de medios deben reaccionar ante esta situación. ¿Cómo lo hacen? Pues ya se lo pueden imaginar: recortando los costes. La tijera se aplica en la plantilla, reduciendo el número de periodistas. Los que quedan, además, tienen que hacerse cargo tanto de sus obligaciones con el formato digital como de su trabajo de investigación. Y cuando no hay tiempo para todo, la investigación sufre las consecuencias. Los periodistas de investigación, asimismo, son los mejor pagados, lo mismo que los corresponsales en el extranjero. Y, claro, cuando hay que aplicar recortes, son los primeros candidatos a perder su empleo.
Periodismo de investigación, un bien público
Cuando sucede esto, la sociedad sufre, porque la corrupción que no desvelan los medios no está controlada. Guste o no, hay que entender que el periodismo de investigación es uno de los bienes públicos más importantes. Este tipo de bienes benefician a la gente, con independencia de su disposición a pagar por ellos. Un ejemplo. La prensa de Los Ángeles descubrió el mal funcionamiento de la sanidad pública en la ciudad, debido a ciertas anomalías en la gestión. Cuando la información apareció en los periódicos a las autoridades locales les faltó tiempo para cesar a los responsables y nombrar a otros. Este es el tipo de beneficios que aporta el periodismo de investigación a la sociedad.
El periodismo de investigación, por tanto, necesita encontrar un nuevo modelo de negocio y adaptarse a la revolución digital. ProPública, el medio que fundó Steiger para mantener vivo el periodismo de investigación, funciona a base de donaciones. Buena parte de ellas las capta a través de internet, mediante diversas fórmulas. Empresas como ProPública, que no tienen ánimo de lucro, poseen, precisamente por ello, importantes ventajas. Por ejemplo, pueden colaborar unas con otras, pueden combinar recursos y audiencias. Esto es posible porque no tienen un accionariado al que tengan que rendir cuentas y pagar dividendos.
Donaciones
El sistema de donaciones funciona muy bien en Estados Unidos, y con el crowdfunding aún más. A fin de cuentas, se trata de un país que tiene una larga tradición en este sentido. Además, esas donaciones son desgravables a efectos de impuestos. El desafío consiste en trasladar ese modelo a países que no cuentan con esa tradición o esas ventajas fiscales. Pero es importante hacerlo porque ese periodismo de investigación sin ánimo de lucro debe cubrir el vacío que están dejando los medios impresos. Si no, otros vendrán que lo harán. Y no necesariamente para bien.
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