El gran filósofo español José Ortega y Gasset, muy preocupado por el devenir de España, en uno de sus escritos exhortó a los jóvenes a hacer política,
“porque si no la hacéis se hará igual y posiblemente en vuestra contra”.
Eso mismo puede decírsele a los españoles de hoy ante los problemas de deterioro institucional, político, económico y de convivencia que azotan a nuestro país. Esos problemas no los van a solucionar los políticos. Por el contrario, son ellos quienes los crean. Por eso, los españoles tienen que asumir su responsabilidad y ponerse manos a la obra en la construcción y el fortalecimiento de un futuro común que queremos próspero y en paz.
No hay que olvidar, como indica Cayetana Álvarez de Toledo, doctora en Historia por la Universidad de Oxford y diputada del PP por Barcelona, que ser ciudadano es ser político, es preocuparse por las cosas. La política es el oficio más importante. Por eso, deberían dedicarse a ella los mejores, los más formados. Y eso solo es posible si los ciudadanos asumen su responsabilidad y se comprometen con la política.
Por desgracia, en España es frecuente escuchar que no se puede cambiar nada, que nuestro país es así y no tiene solución. Nada más lejos de la realidad. Ese argumento es el de los cobardes, la excusa para no hacer nada, que es lo que sirve de base y trampolín a los populistas, que son quienes acaban sacando partido de la dejadez de la ciudadanía respecto de sus responsabilidades políticas. Porque España, recuerda Álvarez de Toledo, no está condenada a la decadencia, a repetir sus fracasos históricos, por mucho que tendamos a autoflagelarnos y contemplar a nuestro país con el pesimismo de Quevedo o Unamuno.
Es verdad que en España se están produciendo lo que Álvarez de Toledo denomina “los apagones de la vida pública”. Estos son el apagón de la verdad, el de la razón, el del mérito, el de la democracia y el de la concordia. Todos ellos son, en sí mismos, de gran calado y de su confluencia surge una crisis moral política e institucional que vacía de contenido el orden constitucional y degrada la política.
Esta preocupante situación aparece a partir de los atentados del 11-M, que llevaron al poder a un José Luis Rodríguez Zapatero, que llegó cargado de ideas marxistas que colocaron al país en la senda del declive, señala Iván Espinosa de los Monteros, ex portavoz de Vox en el Congreso. Ese es el punto de inflexión. La llegada de Sánchez al poder agrava ese declive moral, político, económico y social, insiste. Pero también destaca que el declive no es algo irreversible. Por el contrario, tiene solución porque el futuro depende de nosotros mismos.
¿En qué se basa ese optimismo, ese pensar en que la situación se puede corregir? Pues en la realidad que oculta la cacofonía en que vive inmersa la política. España es la decimosexta potencia económica del mundo. Nuestro país tiene la segunda mayor esperanza de vida del mundo, después de Japón, lo que dice mucho de nuestro país. Los niveles de criminalidad son bajos. La gente está bien alimentada. Como resume Espinosa de los Monteros, es un país de cantidad y calidad, de relaciones sociales. Eso también es España. Y las cosas irían mucho mejor si los ciudadanos se implican en la resolución de los problemas, porque la vida pública no se puede dejar en manos de los políticos. Son ellos los responsables del declive.
Además, hay que tener en cuenta que la mayoría de los problemas de España son comunes a otros países. Ese sustrato común se asienta en tres pilares, que enuncia Álvarez de Toledo: populismo, sentimentalización y victimismo. Esto sucede también en Europa o Estados Unidos. Lo que es más propio de España es el problema de los nacionalismos y el cainismo. En los últimos cuarenta años, el nacionalismo se ha caracterizado por su deslealtad constitucional, a la que luego se ha sumado la izquierda identitaria. En este contexto, Zapatero promovió el guerra civilismo, queriendo reabrir unas heridas históricas que estaban cicatrizando bien, para hacer de ello una política deliberada de enfrentamiento entre españoles.
Por eso, la solución, indica Álvarez de Toledo, pasa necesariamente por la reconstrucción de la verdad objetiva, de la buena voluntad hacia el otro, de los valores que compartimos. Y Espinosa de los Monteros añade la importancia de restituir el Estado de Derecho, porque sin él no hay democracia. Junto a ello, hay que impulsar un nuevo plan de infraestructuras e inversión en energía e inteligencia artificial, y reformar el sistema fiscal y laboral para facilitar el crecimiento de pymes y autónomos. En última instancia, la propuesta económica de Espinosa de los Monteros se resume en la idea de fortalecer la clase media, que es el pilar fundamental de la estabilidad democrática y de la prosperidad.
Volviendo a Ortega y Gasset, el insigne filósofo español también dijo que
“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
España es nuestra circunstancia y somos nosotros quienes, como ciudadanos, debemos ocuparnos de ella y de su situación. Si declina, nosotros lo haremos también; si prospera, nosotros prosperamos con ella. Por eso, los ciudadanos tenemos que asumir nuestra cuota de responsabilidad para con la política. Somos quienes podemos y debemos cambiar las cosas. Quizá solo nos falta abandonar la secular visión trágica de España para entender que los problemas tienen solución. Cuando lo comprendamos, seremos capaces de ponernos manos a la obra, porque no veremos la tarea como un esfuerzo titánico condenado al fracaso. Por el contrario, es algo con lo que podemos lidiar y conseguir cambiar las cosas para mejor.
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