Desde mediados de 2019, las voces que alertan del riesgo de una nueva recesión económica son cada vez más numerosas. Muchos gurús económicos no paran de anunciarla. Pero ¿estamos de verdad a las puertas de una nueva crisis? Juergen Donges, catedrático emérito de la Universidad de Colonia, trata de responder a tan importante cuestión.
Choques externos y crisis
Para Donges, el origen de este pesimismo radica en el cúmulo de shocks externos adversos, que están generando incertidumbre. Todo empieza con la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que también es una guerra cambiaria. Esto desestabiliza el sistema internacional de comercio. Luego está el tema del Brexit, que es un fracaso absoluto del parlamentarismo británico, pero que es un problema para los países muy vinculados con Gran Bretaña. También está Italia, que es el mayor riesgo para la estabilidad de la zona euro, donde el problema reside en la clase política, que no respeta la disciplina presupuestaria, las reglas de la unión bancaria, etc.
A ello hay que añadir la discusión sobre el cambio climático. No terminamos de decidir hacia dónde vamos en materia de política medioambiental. Es decir, si para resolver el problema hay que intervenir o hay que basarse en el mercado. Como las empresas no saben qué línea prevalecerá, se resisten a invertir. Además, está la política migratoria de la Unión Europea, porque somos incapaces de diseñar y aplicar una política migratoria común. Por último, está el populismo. Todo esto significa que las empresas no pueden anclar expectativas de crecimiento económico. Por eso, no hay ni inversión, ni crecimiento económico. En consecuencia, los organismos internacionales han reducido sus previsiones.
Desaceleración en la zona euro
La estrella en ese proceso de desaceleración es la zona euro, porque es la que pone más claramente de manifiesto su falta de dinamismo. Apenas hay crecimiento económico, aunque el año que viene habrá un poquito más por el hecho de que 2020 es año bisiesto y, además, muchos festivos caen en domingo. Eso nos proporcionará una o dos décimas más de crecimiento, pero no significa que hayamos superado el problema.
El origen de la desaceleración está en el sector industrial. La industria solía ser el motor del crecimiento, pero ahora actúa como freno. Ahora, los motores son los servicios y el consumo interno. Parte del problema se debe al sector del automóvil, debido a la nueva normativa, en especial en materia de vehículos diésel.
Cambio tecnológico y empleo
También hay algunas cosas positivas, por ejemplo, el mercado de trabajo. La tasa de paro seguirá disminuyendo, así como la tasa de paro de larga duración. Pese a ello, la idea de la destrucción de empleo vuelve a surgir como consecuencia de la digitalización, porque hay quien piensa que ya no va a hacer falta gente que trabaje. Las cosas, sin embargo, no son así. En este debate estamos confundiendo los empleos que desaparecen por el cambio tecnológico, porque no son rentables, con que ya no sea precisa tanta gente trabajando. Sin embargo, junto a los empleos que se destruyen aparecen otros nuevos, que requieren otro tipo de cualificaciones, porque el objetivo del cambio tecnológico es generar valor y eso se hace creando empleo.
La inflación, además, es muy baja. Tiene que serlo para que funcione el sistema de precios relativos y que no haya un impuesto encubierto sobre los patrimonios. Pero es que sigue siendo baja a pesar de que se crea empleo, de que hay países en pleno empleo, lo que tendría que incrementar el nivel de precios. Sin embargo, no está ocurriendo esto gracias a que vivimos en un mundo de competencia globalizada en el que no hay margen para subir precios. Además, la digitalización está moderando la inflación porque las empresas que aplican los nuevos avances tecnológicos mejoran su productividad y, al hacerlo, pueden reducir costes. También hay una transparencia absoluta de precios, lo que permite a mucha gente conocerlos y comprar el producto más barato para las mismas calidades. Eso también lo saben las empresas, por lo que se andan con cuidado con los precios.
Dos velocidades
En la zona euro estamos marchando a dos velocidades. Francia y España están a la cabeza, mientras Alemania e Italia están replegadas. Pero en España, los indicadores están empeorando. De hecho, las previsiones para España están rebajándose. Y los planteamientos actuales de política económica, que están basados en intervención pública, subida del gasto público y de los impuestos, eliminación de las reformas que se llevaron a cabo en el pasado, van a poner a prueba a la economía española.
Lo que está pasando en Alemania es que la industria va mal, sobre todo por la desaceleración del comercio mundial y la escalada del proteccionismo, los problemas de la industria del automóvil relacionados con la nueva regulación europea sobre emisiones de gases tóxicos porque no se adaptó a ella y, finalmente, porque hay una carencia significativa de mano de obra cualificada. Esa carencia refleja, por un lado, el pleno empleo y, por otro, la introducción del régimen de jubilación anticipada a los 63 años, que ha incentivado el retiro temprano.
Políticas macroeconómicas
En este panorama, la reacción de las políticas macroeconómicas es la de siempre, esto es, decir que hay que hacer algo porque la recesión es algo que ningún político quiere. A ellos lo que les interesa es actuar. El Banco Central Europeo ya lo ha hecho, bajando los tipos de interés a cero en plena expansión económica y, además, quiere seguir con eso. La duda es si sirve para algo, porque la eurozona podría estar en una trampa de liquidez. Lo que no hay en la zona euro es una restricción de financiación, ni para las empresas, ni para los hogares. Lo que sí hay son efectos colaterales indeseados: desigualdad de rentas, caída de la rentabilidad bancaria y de la capacidad de ahorro, indisciplina presupuestaria, etc., más los riesgos de burbujas en los activos financieros e inmobiliarios.
Estamos haciendo lo que ha hecho el Banco de Japón desde los años 90, sin que haya salido del estancamiento. La pregunta es si vamos hacia la japonización de la eurozona. En política fiscal, estamos en lo mismo. Hay que gastar más porque hay que respaldar la demanda nacional, cuando es la demanda nacional la que está dando soporte al crecimiento. Por eso, no tiene sentido el estímulo fiscal.
Bajo potencial de crecimiento
Lo que necesitamos para elevar el potencial de crecimiento es conocimiento.
Por último, un tema fundamental es el bajo potencial de crecimiento. El potencial de crecimiento avanza el 1,2% al año en Europa, y tiende a la baja, mientras que en Estados Unidos está en el 2%. Si esto sigue así, cuando la tendencia económica cambie, la economía no crecerá mucho porque no hay mucho potencial de crecimiento. Para resolver este problema hay que centrarse en el lado de la oferta de la economía. Lo que necesitamos para elevar el potencial de crecimiento es conocimiento.
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