Confianza ciudadana en el capitalismo

Las últimas crisis económicas han puesto en cuestión al capitalismo. La confianza ciudadana en el sistema que más riqueza ha creado se ha deteriorado. Pero el problema real que hay detrás de esas crisis no es el capitalismo, sino las políticas económicas de los Estados. Las políticas publicas se utilizan de forma clientelar. A los gobernantes les cuesta decir que no a las apetencias de los ciudadanos por políticas de endeudamiento fácil. Esa es la verdadera cuestión. Lo explican Jordi Gual, catedrático de Economía de IESE Business School, y Javier Gomá Lanzón, director de la Cátedra de la Ejemplaridad/CUNEF Universidad.

Confianza y crisis económicas

En la crisis financiera internacional hubo muchos agentes relacionados con sus causas. Pero destacan dos fenómenos, comenta Jordi Gual. Uno es un periodo muy largo de políticas monetarias y de generación de deuda excesivas por parte de las autoridades. Esas políticas monetarias de dinero fácil fueron el resultado de un proceso político social según el cual a los dirigentes les cuesta decir que no a las apetencias de la ciudadanía. Y es que uno de los problemas que tiene el sistema capitalista es la presión político electoral. Esto provoca burbujas especulativas, ya sea en el sector inmobiliario, ya sea en otros activos, como los bursátiles.

La teoría decía que era mejor que esas burbujas se desarrollasen y que, cuando estallasen, ya recogeríamos los vidrios rotos. En aquella ocasión, sin embargo, los vidrios rotos fueron descomunales. Las personas tenían unas expectativas sobre su bienestar futuro.  Habían adquirido una formación y unos activos sin acabar de comprender lo que había sucedido. Y luego resultó que esa formación no les servía o que los activos habían perdido su valor. Por tanto, sus expectativas se vieron defraudadas.

Confianza y malestar ciudadano

Esto fue un elemento muy sustancial de la crisis de confianza en el sistema de la economía de libre mercado y, por extensión, en las democracias liberales. Pero hay otros fenómenos. No es únicamente la gran crisis financiera y los aspectos económicos

Javier Gomá coincide en que hay un malestar. Lo que no es seguro es que el malestar nazca de que estamos peor. Vivimos el mejor momento de la historia. Pero hay la necesidad de trascender al homo economicus, porque hay elementos no económicos que son los que estimulan que la economía vaya bien. En segundo lugar, la economía debe cumplir con su papel. Este es ser instrumento para crear una comunidad cívica, una democracia liberal, y hacerla más viable.

¿Qué le ocurre al capitalismo?

Ahora, ¿es seguro que vivimos peor que hace cincuenta años, o cien años, o doscientos años? Si echamos la vista cien años atrás y aceptamos que la economía tiene crisis de crecimiento periódicas, tampoco hemos salido tan mal de las últimas crisis. No ha habido totalitarismo, no ha habido guerras mundiales. Incluso, desde el punto de vista de la renta, tampoco hemos sufrido una caída de la renta significativa, al menos en Occidente.

El mundo va a mejor no solamente en lo económico sino en lo material. Entonces, ¿qué ocurre con el capitalismo? Si al capitalismo lo dejas solo, sigue Gomá, sólo produce mercancías. Incluso, convierte a los hombres y a las mujeres en mercancías, cosifica. Pero, en Occidente, se ha conseguido que el desarrollo del capitalismo, que es una utilización muy eficiente de los recursos porque produce gran riqueza, sea un capitalismo ilustrado. Es decir, compatibiliza una riqueza que puede ser inhumana, con un plan de justicia social, con la redistribución. El mecanismo que es por un lado producir y, por otro, redistribuir, no ha sido una mala fórmula. Producir genera riqueza; redistribuir produce justicia social. Si dejas solo al capitalismo, desde luego produce cosificación. Pero la cosificación se atempera si logras educar el capitalismo, si logras que el capitalismo responda a la justicia social.

Redistribución de la riqueza

Para Gual, la falta de confianza no es porque el sistema haya fracasado generando riqueza y bienestar. Hoy la población está mucho mejor que hace veinte, cuarenta, sesenta años. Y, a pesar de esto, tenemos malestar. Así es que atribuye esa desconfianza a dos elementos. Por un lado, a que el sistema nunca ha sido eficiente distribuyendo esa riqueza. Ahí es donde el sistema democrático ha fallado por un problema en el funcionamiento de nuestras democracias.

En ocasiones, los partidos políticos han patrimonializado el Estado y lo han utilizado para sus propios fines. Al igual que han utilizado las políticas públicas desde una perspectiva clientelar, en lugar de regirse por la búsqueda del bien común. Por tanto, en ese ámbito, la economía social de mercado ha tenido un éxito discutible.

Cambio tecnológico y globalización

Los procesos de globalización, de cambio cultural, de migraciones, están sometiendo a los ciudadanos a que se cuestione su identidad.

Otra dificultad que tiene la economía de libre mercado es hacer frente al tsunami del cambio tecnológico y a la revolución que ha supuesto la globalización de las economías. Estamos viviendo unas décadas de mucha tensión en las economías internacionales, parecida a la que provocó la revolución industrial. Los procesos de globalización, de cambio cultural, de migraciones, están sometiendo a los ciudadanos a que se cuestione su identidad. No hay que ser superhombre, o super mujer, para afrontar este mundo el que nos ha tocado vivir.

Las políticas redistributivas en la economía social de mercado son de dos tipos. Una es la intervención vía impuestos y subvenciones. En ella, el Estado del bienestar reequilibra la distribución de la renta y de la riqueza. Otra es la política regulatoria, que trata de intervenir en los mercados con objetivos de equidad. Por ejemplo, las políticas de vivienda, las políticas del mercado del alquiler, la educación o la sanidad.

Desigualdad y confianza

En las cuatro principales economías de la Unión Europea se detecta, en los últimos 20 años, que antes del proceso redistributivo el índice de desigualdad aumenta. Esto no resulta sorprendente porque la revolución tecnológica y la globalización son procesos que generan riqueza, pero que no la distribuyen necesariamente de manera armónica. Hay ganadores y perdedores. Los datos también muestran que, después de la redistribución, los índices de desigualdad que tenemos hoy son muy parecidos a los que teníamos hace 20-25 años. Por tanto, el sistema de economía social de mercado corrige, al menos estadísticamente, esas desigualdades.

Tenemos un Estado del bienestar, sin embargo, no hay confianza en las administraciones públicas, ni en los liderazgos políticos.

Tenemos un Estado del bienestar, tenemos una cantidad de redistribución muy significativa. Sin embargo, no hay confianza en las administraciones públicas, ni en los liderazgos políticos. En la Unión Europea, lo que explica de verdad la confianza de la población en sus instituciones no es tanto el porcentaje de gasto social, o la presión impositiva. Lo explica que realmente los países llevan a cabo políticas de inclusión, especialmente en el mercado laboral. Si se quiere tener a alguien como parte del tejido social, debe tener un sentimiento de pertenencia y poder trabajar, colaborar con la sociedad.

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