El impacto económico del coronavirus

Cuando la preocupación principal del ser humano era el calentamiento global, surgió, de repente, el coronavirus. Una pandemia de una escala enorme, global. Las medidas tomadas para combatirla han sido de una magnitud similar. El impacto económico que ha tenido carece de precedentes. Lo explica Adam Tooze, catedrático Kathryn and Shelby Cullom Davis de Historia en la Universidad de Columbia, en un diálogo con Ricardo de Querol, subdirector de El País.

Coronavirus, primera crisis del Antropoceno

Una parte de la comunidad científica mundial ha propuesto hablar de una nueva era geológica, el Antropoceno. Esta nueva era reemplazaría al Holoceno, la época actual del periodo Cuaternario en la historia terrestre. El motivo es que, ahora, las actividades humanas están teniendo un impacto global significativo sobre los ecosistemas terrestres. Antes no se había dado semejante situación. De ahí la propuesta de hablar de una nueva era. Pues bien, el coronavirus sería la primera crisis global que se vive en el Antropoceno.

El impacto de la pandemia ha sorprendido a todo el mundo. Su desarrollo se ha producido con mucha más rapidez que el cambio climático. A causa de ella, cada persona se convirtió en un peligro potencial que amenazaba a los demás si portaba el virus. Así es que toda la humanidad podría verse contagiada en un plazo de tiempo muy corto.

La sorpresa del coronavirus

En buena medida, la crisis del coronavirus ha cogido por sorpresa al mundo. Pese a que, desde la década de los 70, los científicos venían estudiando las enfermedades contagiosas emergentes, no nos habíamos preparado para ello. No reconocimos que acontecimientos recientes, como la gripe porcina, la gripe aviar o el SARS, podían ser problemas globales. Problemas que se amplifican por el enorme número de viajes en avión a lo largo y ancho del planeta. Así es que, en estas circunstancias, el mundo debía tener mucha suerte si quería evitar una pandemia. Pero no la tuvo. Y por no prestar atención a los signos que ya había, la pandemia sorprendió al mundo. Un mundo que solo veía riesgos en el cambio climático.

La política económica ha tenido que dar respuesta a esta situación, puesto que las implicaciones económicas han sido enormes. Sus responsables han aprendido las lecciones deparadas por la crisis financiera internacional y han actuado en consecuencia. Se han aplicado estímulos fiscales y monetarios sin precedentes para salvar a las personas y a las empresas. Atrás, por tanto, han quedado las políticas económicas de las dos últimas décadas para volver a las ideas keynesianas. Las ideas, no el tiempo, puesto que esas políticas se presentan como si fueran conservadoras. Con ellas, los políticos tratan de estabilizar un sistema económico y social que se ha materializado en una creciente desigualdad.

La política monetaria

La cuestión, ahora, es si podemos plantearnos la normalización de la política monetaria. Para ello, tendríamos que dar pasos radicales, desmontar toda la estructura erigida en los últimos años. En 2020 no hubo una crisis bancaria. Lo que sucedió fue que el mercado de bonos podía estar en peligro, por lo que necesitó el apoyo monetario. Así es que, ¿qué hacemos?

Ahora mismo, el capitalismo es como un bote de remos atravesando una zona de rápidos. Para manejarlo, se necesitan reacciones instantáneas y mucha fuerza. Por tanto, se necesita ayuda pública, así es que no se puede ir de puritano en política monetaria o fiscal, señala el profesor Tooze. En este sentido, el experimento europeo ha tenido mucho éxito.

Si estuviera creando problemas se vería en el mercado de bonos. Ahora mismo, sin embargo, España, Italia y Grecia pueden endeudarse a tipos de interés mejores que Estados Unidos. Esto es una decisión política, no es resultado de la realidad económica. Esto no es una exigencia para conseguir estabilidad financiera, sino una opción política. Pero la retirada de las medidas de apoyo representa una amenaza para la deuda soberana en la Eurozona.

El problema de la deuda soberana

En este contexto, tendríamos que debatir si queremos convertirnos en Japón, que es el temor que suscita la retirada de las medidas. La ratio deuda/PIB está ahora mismo alrededor del 100% en la Eurozona. O sea, que estamos a gran distancia de Japón. Incluso Italia, quien, con una deuda de más del 150%, es el peor caso en Europa. Por eso, habría que hablar de este asunto. No se trata de cumplir a rajatabla lo que se pactó en Maastricht en los años 90.

Desde esta perspectiva, 2022 será el momento de la verdad. Entonces veremos qué ha aprendido Europa sobre la política fiscal y las actuaciones del Banco Central Europeo. Adam Tooze considera que sería estupendo que el BCE continuase con su estrategia actual, pero esto es algo que puede politizarse. Y el problema es que, en cuando suspenda la compra de bonos, Grecia, con una deuda del 210%, puede entrar en crisis.

El coronavirus como contrapunto geopolítico

La pandemia ha supuesto un contrapunto, una ruptura. Si hubiera que explicarla usando solo una única dimensión, ésta sería la geopolítica. El denominado enfoque neoliberal, apunta Tooze, no era solo Milton Friedman o la economía austriaca. Era, también, un proyecto estadounidense para anclar el Consenso de Washington. Este escenario ha quebrado, pero no ha dado lugar a un nuevo internacionalismo, a una democracia social. Por el contrario, ha abierto las puertas a un horizonte de nueva guerra fría. Y, en el caso de EEUU, a un compromiso firme con el poder duro para una generación entera.

China es una potencia económica y avanza con rapidez en términos de PIB. Pero eso no es en lo que está Estados Unidos. EEUU no está pensando en si Huawei vende teléfonos allí o en España. No. En lo que piensa es en la infraestructura de Huawei. Por eso, ha ido hasta la raíz de la cadena de suministros, a las empresas holandesas que fabrican esa maquinaria esencial para los chips. Y están cortando el acceso de China a estas empresas. Afecta al PIB, pero, sobre todo, afecta a la soberanía. Así es que lo que está diciendo EEUU es que va a definir el nivel tecnológico hasta el que China va a evolucionar. Pero China no lo va a aceptar.

China y el cambio climático

Así las cosas, hay que tener en cuenta otro asunto relacionado con la geopolítica. Sin China no hay solución al cambio climático, porque ellos son el problema. Ellos representan el 28% de las emisiones mundiales. Han crecido muchísimo en emisiones en los últimos años. Han cambiado la historia económica tal y como la conocíamos y, de paso, el equilibrio climático. Tienen que tomar decisiones muy difíciles porque se basan en el carbón. Hablamos de este problema como si China nos estuviese prestando atención, pero es lo contrario. Lo que nosotros hagamos no importa mucho. Ellos tienen que actuar porque, para China, la crisis climática es un asunto de vida o muerte. También para la India. Va a haber sequías, hambrunas, de todo, a no ser que consigan estabilizar el problema.

Los puntos de vista de la Unión Europea sobre la crisis climática son innovadores, pero no se sabe si su programa es el que se necesita. De hecho, no lo es. Va a haber negociaciones durísimas. Se va a hablar del gas, cuyo precio está subiendo y va a haber un contragolpe. Se va a debatir el futuro de los automóviles diésel. Va a ser una dura batalla en la que, de nuevo, va a haber más política. Por ello, necesitamos coaliciones poderosas, sostenibles, de gobiernos democráticos. Solo así se podrá tener éxito.

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