Democracia y libertad en los EEUU de Trump

La Declaración de Independencia de Estados Unidos dice, literalmente:

“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios”.

Pese a su relevancia, esta declaración, el texto constitucional fundacional del país, no asegura la pervivencia de esos derechos si desde el gobierno se empeñan en destruirlos, especialmente el derecho a la libertad. Un derecho fundamental para Timothy Snyder, titular de la cátedra Housum de Historia en la Universidad de Yale.

A Snyder le preocupa que las conversaciones sobre la libertad que tienen lugar, actualmente, en Estados Unidos, estén dirigidas por personas que se sienten cien por cien seguras de que tienen la razón. Por eso, estas personas creen que tienen que conseguir las cosas que desean. El problema es que esto no es lo que significa libertad y eso es lo que supone una amenaza contra ella. Semejante visión conduce a negar las opiniones de los demás si divergen de las de estas personas y, en última instancia, a que esas personas acaben imponiendo sus ideas y sus deseos por otros medios. Ese es el peligro para la democracia en el mundo cuando los populistas llegan al poder. Y es el caso que podría estar sucediendo en Estados Unidos.

Democracia implica pluralidad, respeto por las ideas del contrario, debate en busca de soluciones.

Snyder, de hecho, recuerda que vivir en una sociedad libre implica que no nos gritemos los unos a los otros, sino que nos respetemos mutuamente. Implica que no estemos enfadados los unos con los otros. Democracia implica pluralidad, respeto por las ideas del contrario, debate en busca de soluciones. Lo que no es democrático es que una élite de personas extremadamente ricas esté convencida de que tiene toda la razón y actúe según sus impulsos. Esa élite, denuncia Snyder, está destruyendo el gobierno desde dentro y a propósito. Y eso, precisamente, es lo que trata de impedir la Declaración de Independencia. De ahí el riesgo para la democracia estadounidense porque se está siguiendo la lógica de la libertad negativa, la del enfrentamiento de unos con otros, no la de la libertad positiva.

Un ejemplo de todo lo anterior es el caso de Elon Musk, quien ni ha sido elegido, ni ocupa cargo alguno. Las personas que trabajan para él, sin embargo, están asumiendo el control de la administración federal, incluido algo tan vital como el sistema de pagos. Si el Congreso no puede impedirlo, entonces carece de poder, lo mismo que los electores, cuyos votos no servirían para nada en ese caso. Esta situación dista mucho de parecerse a lo que debe ser una democracia, con su representatividad y su equilibrio de poderes. Por eso, Snyder afirma que en Estados Unidos están enfrentándose a un golpe de estado.

Lo que se está promoviendo desde la administración Trump, con Elon Musk, como sumo sacerdote que oficia la ceremonia de deslegitimación, es la idea de que, como individuos hay que estar contra el gobierno. El gobierno es malo para la persona y, por eso, hay que desmantelarlo, como Musk ha hecho con el servicio federal para ayudar gratuitamente a los estadounidenses a cumplimentar su declaración de impuestos. Y, ahora, quien necesite ayuda para cumplir con sus obligaciones, va a tener que acudir a una empresa que, por supuesto, cobrará por ello.

En la política del uno contra lo que sea, los derechos desaparecen, no existen. El contenido de la Declaración de Independencia se convierte en papel mojado.

El problema de esta idea de la libertad de yo contra el gobierno, advierte Snyder, es que elimina el concepto de dignidad humana, prescinde por completo de él. Desde esa perspectiva la política consistiría en dar instrucciones a los ciudadanos sobre contra quién o contra qué votar, incluso negando la realidad sustentada por hechos comprobables. Y eso, para Snyder, conduce al fascismo. En la política del uno contra lo que sea, los derechos desaparecen, no existen. El contenido de la Declaración de Independencia se convierte en papel mojado. Por ello, las conversaciones sobre la libertad deben partir de aquello que compartimos. No nos llamemos a engaño. Una persona no puede existir, ni ser libre, sin una sociedad que la rodee, sin otras personas que la ayuden. Esta es la base de la idea de la libertad positiva.

La libertad positiva, tal y como la definió Isiah Berlin, es la capacidad de cualquier individuo de ser dueño de su voluntad, de controlar y determinar sus propias acciones, y su destino. Es la noción de libertad como autorrealización. Esa libertad requiere saber que hay cosas buenas en el mundo, que hay un pluralismo moral porque los seres humanos somos criaturas con un carácter moral. También tenemos capacidades limitadas. Sabemos hacer lo que sabemos hacer y somos libres de hacerlo. Pero no podemos hacerlo todo y eso es algo que hay que aceptar porque, cuanto más capaces nos sintamos, más libres seremos, siendo conscientes de nuestras limitaciones.

La libertad, por tanto, es un tema de capacidades. Para poder ser libres, tenemos que conocernos a nosotros mismos, saber lo que queremos, lo que valoramos. Pero solo podemos desarrollar nuestras capacidades y conseguir lo que no nos aportan en sociedad, con la ayuda de los demás. No podemos ser libres sin la sociedad, sin ver el mundo a través de sus ojos.

En el ámbito político, la libertad positiva es aquello que justifica el gobierno, que es lo que expone la Declaración de Independencia. Libertad y gobierno no son contrarios si el gobierno crea las condiciones para que las personas sean libres. Incluso, la tensión entre libertad y seguridad no es tal porque, si el gobierno garantiza la seguridad, con ello garantiza la libertad. Si tenemos libertad de expresión es para proteger a los más vulnerables cuando critican a los poderosos. Pero si la élite gobernante entiende por libertad el derecho a seguir sus instintos, la democracia y la propia libertad se desvanecen y surge otra cosa que nada tiene que ver que, por supuesto, no cabe en la Declaración de Independencia.

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“La Fundación Rafael del Pino no se hace responsable de los comentarios, opiniones o manifestaciones realizados por las personas que participan en sus actividades y que son expresadas como resultado de su derecho inalienable a la libertad de expresión y bajo su entera responsabilidad. Los contenidos incluidos en el presente resumen, realizado para la Fundación Rafael del Pino por Emilio J. González, son resultado de los debates mantenidos en el encuentro realizado al efecto en la Fundación y son responsabilidad de sus autores.”
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