A lo largo de los últimos años se ha dicho y se ha escrito mucho acerca de que Estados Unidos está en declive, a pesar de que sigue siendo la mayor economía del mundo, la nación tecnológicamente más avanzada y el único país desarrollado en el que la población sigue aumentado y que no tiene que afrontar el problema del envejecimiento de su sociedad. Sin embargo, cuando se escucha el discurso de Donald Trump acerca de devolver a EEUU al sitio que le corresponde, parece que, en efecto, Estados Unidos está en decadencia. ¿De verdad lo está? Josep Nye, profesor de gobierno de la Kennedy School de la Universidad de Harvard, no lo cree.
Nye, recuerda que la historia de Estados Unidos está plagada de referencias acerca de la preocupación por ese supuesto declive. Referencias que ya se aprecian en el siglo XVII, el siglo de la llegada del Mayflower a las costas de Massachusetts con los primeros colonos anglosajones que se establecieron en el país, y que aparecen también en los padres fundadores, por poner otro ejemplo. Ahora bien, cuando se contempla la trayectoria del país desde sus inicios como colonias británicas, francesas y españolas, hasta hoy, lo cierto es que, lejos de haber experimentado un declive, lo que ha sucedido con Estados Unidos es que se ha convertido en el mayor poder económico del mundo desde principios del siglo XX.
A partir de ese momento, el país empezó a cambiar su forma de entender las relaciones exteriores para abrirse más y más al mundo y lo que sucede en él. Así, durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson rompió el aislacionismo tradicional estadounidense y envió tropas a combatir en Europa. Desde entonces, se empezó a concebir la seguridad mundial como un sistema en el que Estados Unidos ocupa el centro del equilibrio global de poder.
Después de la Segunda Guerra Mundial se produjo un nuevo salto en esta trayectoria, cuando Estados Unidos pasó a tener tropas fuera del país de forma permanente. Ese movimiento se produjo porque, con el Imperio Británico en vías de extinción, el Reino Unido era demasiado débil para seguir desempeñando ese papel, como había hecho a lo largo del siglo XIX. El Plan Marshall para la reconstrucción de la economía europea, la creación de la OTAN, la firma del Tratado de Defensa con Japón o la participación en la Guerra de Corea, son hechos que hablan por sí solos sobre cómo Estados Unidos había evolucionado hasta convertirse en una potencia global.
A pesar de ello, el sentimiento de declive siguió presente en la sociedad estadounidense. En la década de los 60, fue porque la Unión Soviética lanzó el Sputnik, el primer satélite espacial de la historia, a pesar de que los estadounidenses fueron los primeros en pisar la Luna, en 1969. En la década de los 80, porque el éxito industrial de Japón, que parecía imparable y, entre otras cosas, obligó a la reestructuración del sector del automóvil estadounidense, a pesar de que, en aquellos años, se estaba iniciando en Estados Unidos la revolución de la informática. Durante la Gran Recesión, porque China estimulaba su economía y conseguía crecer al 10% anual, mientras Estados Unidos luchaba por salir de la crisis económica más grave que había vivido desde la Gran Depresión. Ahora bien, de lo que habla toda esta historia no es realmente del declive estadounidense, sino de la psicología de la sociedad norteamericana, señala Nye.
La perspectiva del declive, sin embargo, es equivocada. En primer lugar, indica Nye, Estados Unidos es el tercer país más poblado del mundo, después de China e India, y es la única nación desarrollada que no tiene problemas demográficos porque está abierta a la inmigración. El país, además, está viviendo una revolución energética, gracias a las nuevas tecnologías de extracción de gas y petróleo -el racking- que le permiten ser autosuficiente en materia energética. De la misma forma, EEUU es el epicentro de la revolución tecnológica que está teniendo lugar en el mundo, una revolución que está incrementando la productividad. Los hechos, por tanto, no avalan la percepción de declive que atenaza el ánimo de una buena parte de la sociedad estadounidense.
Lo que sucede, en realidad, tiene más que ver con la psicología de la sociedad estadounidense, manifestada en dos aspectos, explica Nye. En primer lugar, se está produciendo una reacción frente a la globalización, como está teniendo lugar en otros países, que se combina con la destrucción de puestos de trabajo que provocó la Gran Recesión, con el aumento de las desigualdades económicas y con los efectos sobre el mercado de trabajo que está teniendo el cambio tecnológico. En segundo término, porque hay una historia de quejas sobre la inmigración que es tan larga como la de la inmigración misma, a pesar de que la llegada de más personas a Estados Unidos es, y ha sido, una fuente muy importante de crecimiento económico.
Trump apela a esa psicología de los norteamericanos para conseguir votos. Pero una cosa es lo que diga Trump y otra muy distinta que, en efecto, Estados Unidos sea una nación en declive.