El ser humano tiene la capacidad de resetear su mente y, con ello, cambiar su comportamiento, su forma de ser y de pensar.
Todos tenemos en nuestra personalidad cosas que no nos gustan, que pueden dañarnos. Esos aspectos de nuestra psicología pueden generarnos ansiedad, tensión y enfermedades. Pero no tenemos por qué estar condenados a vivir con ellos. Por el contrario, en contra de la creencia habitual, podemos modificar esas pautas. El ser humano tiene la capacidad de resetear su mente y, con ello, cambiar su comportamiento, su forma de ser y de pensar. Lo explica Mario Alonso Puig, Fellow en Cirugía por la Harvard University Medical School.
Como resetear la mente
¿Cómo se puede resetear la mente? Santiago Ramón y Cajal explicó que todo ser humano puede ser el escultor de su propio cerebro. Pero, para eso, tiene que empezar por proponerse hacerlo. La voluntad de cambio es el primer paso para llevarlo a cabo. Pero, además de eso, también hay que conocer cómo funciona nuestra mente para que ese conocimiento ilumine el proceso.
Todo cerebro tiene dos hemisferios que hacen, aproximadamente, lo mismo. Por ejemplo, cada uno de ellos puede mover una mano, o un pie. Pero en ellos hay algo más. Algo que descubrieron los profesores del Instituto Tecnológico de California Roger Sperry y Mike Gazzaniga. Y es que dentro de cada hemisferio cerebral hay una mente diferente. Es decir, el ser humano no solo tiene una mente que percibe lo que percibe. También tiene otra que se da cuenta de que hay cosas que pasan sin que uno sea consciente de ello. La primera mente está en el hemisferio izquierdo y la segunda en el derecho. De esta forma, el hemisferio izquierdo no puede explicar racionalmente por qué, por ejemplo, no le gusta alguien. Pero el hemisferio derecho lo entiende.
Sperry y Gazzaniga demostraron que, con mucha frecuencia, estas dos mentes están enfrentadas. Esto es importante para entender de qué manera boicoteamos nuestro verdadero potencial por este conflicto interno. A partir de ahí, podemos resetear la mente.
Una mente enfrentada a la otra
Hay una parte de nuestro cerebro que ve una realidad y otra parte que percibe otra realidad distinta. Como las dos mentes están enfrentadas, surge un conflicto interno por el que una mente trata de imponerse a la otra. En este caso, se trata del hemisferio izquierdo. Como consecuencia del entrenamiento cultural se ha convertido en tan poderoso que eclipsa al derecho. No le permite que lo que está viendo pueda aprovecharse porque el izquierdo no quiere que esa percepción aflore.
Lo siguiente que hay que tener en cuenta para poder resetear la mente es que en el cerebro hay cuatro sistemas operativos. Uno, el más profundo, el hipotálamo, tiene unos 350 millones de años. El segundo es el sistema límbico, que es el sistema emocional. El mundo racional, está conectado al hemisferio izquierdo, el tercer sistema. Al hemisferio izquierdo le encanta compartimentar, dividir, medir. Esto no tiene nada que ver con el cuarto, que está conectado con el hemisferio derecho, al que le importa el mundo espiritual, lo que va más allá de la apariencia, de las formas. El hemisferio derecho, por tanto, tiene capacidades espectaculares. Pero el hemisferio izquierdo se ha convertido en el dominante.
La prepotencia del hemisferio izquierdo
El hemisferio izquierdo es muy prepotente. Lo que no ve, no existe para él. Si algo no se puede medir, si es inmaterial, considera que no es real. También es muy ignorante de lo que no conoce. No sabe que no sabe. El hemisferio derecho, en cambio, está mucho más abierto a explorar, a descubrir, a entender la lógica de lo que se sale de lo razonable. Es la sabiduría del corazón que dice que el pasado no tiene por qué determinar el futuro.
El hemisferio izquierdo nos permite conversar, explicar, desarrollar estrategias. Esa capacidad fue clave para que el hombre pudiera sobrevivir. El problema reside en que, al olvidarse del otro hemisferio, se desconectó de los aspectos profundos de la naturaleza. Al dividir dejó de ver las cosas en su conjunto. Esta es su tendencia por el condicionamiento cultural que va reforzando la división. Pero tiene que encontrar una explicación razonable para lo que no tiene sentido para él. Por eso, no explora; solo enjuicia y dogmatiza a partir de lo que ve.
Mente y traumas infantiles
En el hemisferio derecho del cerebro están nuestros traumas infantiles. ¿Quién no ha experimentado una herida emocional de pequeño, aunque no fuera intencionada? Todo eso va almacenándose en el hemisferio derecho. Ese hemisferio está en contacto permanente con el cuerpo. Esos traumas infantiles provocan que la persona no se encuentre bien, se bloquee. El hemisferio izquierdo tiene que explicarlo. Pero como no tiene contacto con el hemisferio derecho, inventa una historia y se la cree. Una historia del tipo «esto me pasa porque no soy bastante inteligente». Se la cree y empieza a actuar no sobre cómo son las cosas, sino cómo cree que son.
El hemisferio izquierdo no quiere saber del derecho porque intuye que ahí hay algo que prefiere no conocer. Pero no se da cuenta de la cantidad de recursos que está perdiendo por no conectar con el derecho. La idea de que no se puede cambiar es solo del hemisferio izquierdo, no del derecho. Si se abre a entender al derecho, empieza a ver soluciones que no se pueden entender desde la razón ordinaria. El hemisferio izquierdo va al detalle, que es importante. Pero también hay que ver el conjunto, el gran angular que proporciona el hemisferio derecho.
Cambios con la edad
El hemisferio derecho no ve división, solo ve unidad. Nos ayuda a transcender la línea del tiempo y nos permite conectar con un presente eterno. El hemisferio izquierdo está obsesionado con la muerte y el derecho con la vida. El izquierdo está obsesionado con lo material y el derecho con el amor, con el dar.
Cuando los niños son muy pequeños, los dos hemisferios son muy amigos. El izquierdo entiende muy bien lo que es capaz de hacer, pero también sabe que el derecho tiene capacidades de las que él carece. El resultado es que los niños pequeños son más felices, exploran, aprenden muy rápido.
Entender las conductas
«que nos quieran por quienes somos, no por cómo somos»
La infancia y la niñez son épocas importantísimas en la vida del ser humano. Los seres humanos necesitamos dos cosas. La primera es sentirnos profundamente amados, con amor incondicional. Es decir, que nos quieran por quienes somos, no por cómo somos. El niño anhela ese amor incondicional porque es consciente de lo que significa. Ha habido niños que han sufrido mucho porque estaban en familias disfuncionales. Esos niños han llegado a creer que si se les trataba mal es porque se lo merecían. Si se sienten bien, esa sensación les incomoda porque creen que no se la merecen. Esto está en el hemisferio izquierdo.
Si el hemisferio izquierdo pudiera entender estas conductas, ese niño sanaría porque el derecho está deseando encontrarse con su amigo de la infancia. El lado oscuro del hemisferio izquierdo es su prepotencia y su ignorancia. El luminoso es la capacidad de pensar, escribir, construir, describir. El lado oscuro del derecho son nuestros traumas, nuestras heridas.
Unificar la conciencia
La segunda cosa que necesita el niño es sentirse autosuficiente. Hay que ayudarle a que tenga la sensación de que, pese a que es pequeño, puede hacer cosas. Su lado luminoso es la mirada con anchura, con profundidad. Es la mirada que ve la unidad en medio de la división. Por eso el hemisferio está obsesionado con la muerte y el derecho con la vida.
Si estamos en el campo de los niveles de la consciencia lo que tenemos que hacer es unificar la conciencia. Tenemos que llevar luz al hemisferio izquierdo para que entienda que hay un mundo más allá de la materia, de lo medible, de lo controlable. El hemisferio derecho, por su parte, tiene traumas en su interior, sabe que el otro hemisferio no le presta atención, pero tiene interés por conocerle, no por rivalizar. No va a rechazar esos traumas porque sabe que, si los abraza, la persona va a sanar y todo va a pasar a otro nivel. Tiene que expresarse a través de un dibujo, de la escritura, de la poesía, del arte. En la unión está la solución.
Cuando ambos lados se abrazan, entra la luz en ambos. Por eso, la conciencia unificada es la solución a esos problemas.
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