En los últimos años se ha producido un profundo cambio en nuestro sistema electoral. En las once primeras elecciones surgieron siempre gobiernos estables. Sin embargo, a partir del año 2015, , esto ha cambiado. Desde entonces hemos tenido cinco elecciones generales y de ninguna de ellas ha salido una mayoría estable. Esto ha complicado la formación de los gobiernos, afectando al desarrollo de las políticas públicas. Pero esta nueva realidad tiene consecuencias para España. Lo explica Jesús Fernández-Villaverde, Howard Marks Presidential Professor of Economics en la Universidad de Pensilvania.
Sistema electoral y convergencia con la UE
Los gobiernos que vamos a tener van a ser coaliciones complejas, con intereses diferentes, que no van a acometer reformas estructurales. Se dedicarán a dar subvenciones a los grupos que necesitan para permanecer en el poder.
Desde el año 2015, España se ha alejado de la política económica aplicada desde 1959, con el Plan de Estabilización. Esto tiene consecuencias reales. A principios de los años 60 empezamos a converger con Europa en términos de PIB per cápita, desde un 70% hasta más de un 90%. En el año 2007 esta tendencia cambió y ahora vamos hacia atrás. Hoy estamos en la misma situación respecto a nuestros vecinos europeos que en 1975. Dada la enorme complejidad electoral que tenemos, lo más probable es que no seamos capaces de reducir esta distancia. ¿Por qué? Porque los gobiernos que vamos a tener van a ser coaliciones complejas, con intereses diferentes, que no van a acometer reformas estructurales. A lo que se dedicarán es a dar subvenciones a los grupos que necesitan para permanecer en el poder.
¿Qué es lo que ha cambiado? Lo que ha ocurrido en España es la combinación de tres cosas diferentes: la ley electoral, el eje territorial del voto y el cambio demográfico. Estos tres mecanismos van a interactuar unos con otros para acentuar esta situación.
Mitos del sistema electoral
Hay cinco mitos sobre el sistema electoral español. El primer mito, falso, es el predominio electoral del nacionalismo electoral en Cataluña y el País Vasco como consecuencia del franquismo. No es así. En Cataluña predomina desde 1907 y en el País Vasco desde 1920.
Hasta el año 2015, los gobiernos que hemos tenido en España ha reflejado siempre las mayorías desde el punto de vista sociológico. Pedro Sánchez es capaz de formar gobierno en 2019, pero había más diputados de izquierdas que de derechas. Ahora hay 166 de izquierdas y 182 de derechas. Si Pedro Sánchez es capaz de organizar un gobierno, va a ser el primero de la historia de la democracia en España que no va a reflejar la mayoría sociológica del país. Si este es el caso, se van a generar unas tensiones subyacentes en la sociedad española tremendas, porque esto nunca nos ha pasado. Nunca hemos tenido un gobierno que no reflejara lo que pensaba la mayoría de los votantes sobre la ley del suelo o sobre los impuestos.
La provincia es la clave
¿Cómo hemos llegado a esto? La clave es que la circunscripción electoral es la provincia. La ley electoral establece que cada provincia va a tener un mínimo de dos diputados y el resto se va a asignar por población. De esta forma, las provincias pequeñas tienen un enorme nivel de sobre representación. Por ejemplo, Teruel debería tener un diputado y no tres. Los grandes perdedores son Madrid, que debería tener entre 48 y 49 diputados y tiene 37. La segunda es Barcelona, que debería tener entre 37 y 38, y no los 32 que tiene ahora, y la tercera es Valencia, que debería tener 18 o 19.
Cuando agrupamos por comunidades autónomas, Madrid está infrarrepresentada por once diputados, Cataluña lo está por cuatro. El País Vasco está en su nivel de representación. Los diputados extra se los lleva Castilla y León, que tiene doce diputados más que los que debería tener. Con lo cual, el segundo mito falso de las elecciones en España es que Cataluña y el País Vasco están sobrerrepresentados en el Congreso, pero no es cierto.
Sesgo hacia las mayorías
¿Cuáles son las implicaciones de este sistema electoral? En primer lugar, que hay un cierto sesgo hacia las mayorías, pero no es lo suficientemente grande como el que tendríamos con un sistema mayoritario como el del Reino Unido, o un sistema de doble vuelta como el francés, que generan mayorías amplias. Dado que el bloque territorial oscila entre el 8% y el 10% de los votos, el bloque de izquierdas necesita, aproximadamente, el 48% de los votos para poder gobernar en solitario, mientras que las derechas necesitan el 45%. Las derechas necesitan menos porque tienen los votantes mejor colocados. Pero que Madrid y Valencia sean grandes graneros de voto del PP es un hecho muy reciente. Este cambio estructural hace que el PSOE pierda más y más votos en Madrid y Valencia. Con lo cual es prácticamente imposible que el bloque de izquierdas llegue a ese 48% de votos que necesita.
El PSOE tiene un problema: solo puede llegar al 44% a menos que tenga suerte con el ciclo económico, con lo que decide que la única forma que tiene de gobernar es con el País Vasco y Cataluña. Por eso, Zapatero apoyó la reforma del Estatuto de Cataluña, a pesar de su inconstitucionalidad.
Un problema estructural
Si se quitan Cataluña, País Vasco y Navarra, en las diez elecciones desde el año 1986 la derecha habría ganado con mayoría absoluta en nueve de ellas. Sin esas regiones, no existe ningún camino sensato para que el PSOE pueda gobernar. Esto se va a agudizando con el tiempo, porque el PSOE da a Cataluña y País Vasco todo lo que quieren y los demás españoles se sienten agraviados, señala el profesor Fernández-Villaverde. Con ello, tenemos un problema estructural porque hay catorce comunidades autónomas que votan de manera distinta a las otras tres comunidades. Ahora se entiende lo que hace Pedro Sánchez. La estrategia de la polarización, o la estructura del Tribunal Constitucional, no son hechos aleatorios, sino consecuencia de nuestro sistema electoral.
Al PP le complica mucho la vida la aparición de Vox, porque antes, con el 44%, ganaba con mayoría absoluta y ahora necesita el 46%. Si Vox y el PP se hubieran presentado juntos en estas elecciones, y asumiendo que nadie hubiese cambiado de voto, que es mucho asumir, el PP y Vox hubieran obtenido 181 diputados. Vox está aquí para quedarse. Con lo cual, o el PP asume que Vox va a estar ahí, o no va a gobernar nunca.
Dos resultados posibles
El resultado es que en estos momentos las elecciones en España solo pueden tener dos resultados: o que el PP juegue bien sus bazas electorales y el bloque de derechas obtenga el 46% de los votos, o que gobierne el PSOE con todos los demás. Si nos vamos a la repetición de elecciones en enero, o el PP lo hace mejor, o volvemos a la coalición de todos contra el PP.
¿Podríamos cambiar la ley electoral? Esto no está ni se lo espera. Como el gran ganador del sistema es el PP, cualquier reforma del sistema va a beneficiar a la izquierda, con lo que el PP dirá que no. Además, cualquier tipo de reforma electoral mínimamente sensata no tiene mucho recorrido, porque los nacionalistas se quedan igual. El único efecto que tendría es que Sumar entraría en Castilla y León, reforzando a la izquierda. Un sistema mayoritario significa que los partidos nacionalistas se lo llevan todo en País Vasco y Cataluña. Una prima a la mayoría, como en Grecia, daría lugar a la creación de un Frente Popular.
Listas abiertas y sistema electoral
El quinto gran mito falso de las elecciones en España es que las listas abiertas solucionarán el problema. No, las listas abiertas no solucionarán nada. La evidencia empírica es que las listas abiertas son irrelevantes o perjudiciales para el sistema.
En este escenario, Pedro Sánchez no es la causa sino el resultado, indica Jesús Fernández-Villaverde. A cualquier otro dirigente del PSOE no le queda otro remedio que sentarse con Junts y ERC. En suma, esto significa que no va a haber reformas. Todo el mundo va a estar más preocupado de que no le presenten una moción de censura que de mejorar y transformar el país. Quizá la mejor salida es que el PP aprenda a jugar este juego, a sentarse y mirar el mapa electoral de España conformando una mayoría electoral que le permita acometer las urgentes reformas que España necesita.
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