En el marco del programa sobre espacio público de la Fundación Rafael del Pino, el pasado 30 de noviembre tuvo lugar un diálogo sobre la calidad del debate público, moderado por Víctor Pérez-Díaz y en el que personalidades de distintos ámbitos (educativo, político, periodístico y empresarial) participaron.
Contexto
La conversación partió del supuesto de que los temas de interés común se suelen debatir en España con mucha dificultad, a pesar de vivir en una democracia liberal, disfrutar de un sistema educativo que asegura la escolarización prolongada, poseer unos medios de comunicación plurales, una sociedad civil con cierto grado de movilización y, en general, una cultura de la tolerancia.
Los temas de interés común se suelen debatir en España con mucha dificultad.
Los participantes, en lo fundamental, aceptaron un diagnóstico del debate público que hace hincapié en sus insuficiencias. Por un lado, el tipo de debates: cortos y de temáticas muy recurrentes (mejorar el sistema educativo, cambiar de modelo económico, etc.). Por otro lado, los protagonistas de estos debates: clase política, sindicatos, asociaciones empresariales y medios de comunicación. Y, junto a estos, cabría destacar una excesiva presencia de estilos de discusión —planteamientos cainistas (especialmente por parte de los políticos) y planteamientos tribalistas (izquierdas contra derechas, los de arriba contra los de abajo, etc.)— que favorecerían prácticas recurrentes de tergiversación y un exceso de emocionalismo en el tratamiento de los problemas públicos. Se apuntó también a un déficit en la capacidad/disposición a escuchar convirtiendo los debates en una confrontación de monólogos.
En lo tocante a los actores principales —como los medios de comunicación o las comunidades de expertos— se señalaron, por un lado, problemas como la excesiva repetición de lugares comunes y una insuficiente digestión de las informaciones que contribuyen al tribalismo y al emocionalismo. Y, por otro, la utilización de lenguajes oscuros o la celebración de los debates de espaldas al público.
En cuanto al público, la ciudadanía, sobresalieron insuficiencias como la baja implicación, la elevada impaciencia ante la resolución de problemas, o las bajas expectativas en cuanto a la calidad del debate.
Consecuencias
En primer lugar, dificultades al entendimiento y la solución de problemas graves (paro, reto independentista, etc.). En segundo lugar, dificultades a la adopción consciente y reflexiva de decisiones estratégicas a largo plazo. En tercer lugar, dificultades para desarrollar sentimientos de pertenencia y las ideas de bien común.
Causas
Si bien queda claro que en una reunión de tres horas no se pueden explorar en profundidad las causas, sí se consideraron algunas hipótesis. Algunas podrían estar vinculadas a los actores principales de dicho debate pero, la mayor parte, se refieren a factores generales que explican el comportamiento de esos actores y de la ciudadanía. También se mencionaron otros relacionados con la baja calidad del debate, protagonizado por partidos poco reflexivos y poco comunicativos, con idearios poco elaborados y programas con discursos muy estereotipados. Junto a estas causas, se nombró también el funcionamiento de los medios de comunicación y, en particular, la urgencia con la que tienen que producir la información, la insuficiencia de medios personales cualificados, la necesidad de mantener una corriente continua de columnas de opinión, la dependencia financiera de algunos medios y las dificultades propias de un cambio de modelo de negocio. Recibieron una mención especial las tertulias televisivas como ejemplo no demasiado edificante.
En cuanto a causas de índole más general, se hizo referencia a que en España está muy poco extendida la «confianza generalizada» y se da más la «confianza de ámbito limitado» (circunscritas a la familia, círculo de amistades, grupo político, mediático, sindical o empresarial) y, más bien, «clientelar» (lealtad al patrón correspondiente empleando cualquier tipo de estrategia discursiva). Siguiendo esta línea, en la conversación se señaló también que en España la selección de élites estaba sesgada hacia el uso de la cooptación y el ascenso en las organizaciones solo se conseguiría demostrando fidelidades al patrón correspondiente por lo que la conversación pública no muestra un juicio libre sino lleno de argumentarios partidistas. Del mismo modo, tampoco emergerían interlocutores del mundo de la gran empresa, no solo porque en ella también abundan los mecanismos de cooptación y porque una parte importante de sus negocios depende de regulaciones estatales y subvenciones públicas, lo que ocasiona un exceso de prudencia a la hora de emitir juicios críticos. Lo mismo sucedería con la sociedad civil pues es una sociedad débil, poco autosuficiente, dependiente de los fondos públicos y sometida a la influencia de los partidos políticos.
Las demandas de políticas públicas adolecen, por un lado, de cierto particularismo y, por otro, de una cierta impaciencia. Este tipo de demandas se ven reforzadas por una clase política en la que escasean la ejemplaridad altruista y los acuerdos de largo recorrido.
En la conversación los participantes estuvieron de acuerdo en achacar al funcionamiento del sistema educativo parte de la responsabilidad de las limitaciones del espacio público español: cuanto más y mejor capital humano, mejor el debate público.
Soluciones
Mejorar el debate público, según las hipótesis discutidas, será una tarea ardúa aunque se observan ciertas dosis de optimismo. Para ello habría que explorar vías de cambios: cambios en el carácter de los agentes y cambios en el diseño institucional que enmarcaría sus actividades.
Para mejorar el debate público habría que explorar vías de cambios: cambios en el carácter de los agentes y cambios en el diseño institucional que enmarcaría sus actividades.
Para empezar, será difícil mejora el sistema educativo si los decisores principales —políticos y grupos organizados— tienen una educación mejorable. Por otro lado, se debería alentar a los expertos a hacer un uso más inteligible del lenguaje para el público en general. Y, en lo que a los medios de comunicación se refiere, se hicieron apelaciones explícitas a la responsabilidad profesional de los periodistas y de las empresas correspondientes.