Últimamente, el capitalismo no goza precisamente de buena prensa. De hecho, se le acusa de ser poco menos que el causante de todos los males de la humanidad. Lo vemos en el cine, en la academia, en las redes sociales. Por todas partes se transmite el mensaje de que el mercado es peligroso. Por eso, necesitamos, dicen, que los gobiernos nos protejan de tan imponente enemigo. Y lo dicen tanto las izquierdas como las derechas. Pero lo cierto es que el libre mercado lo que ha traído al mundo es riqueza y muchísimas oportunidades. Lo explica Johan Norberg, escritor, conferenciante y miembro del Cato Institute de Washington.
¿Capitalismo fracasado?
Se dice con frecuencia que la nueva ideología es que el capitalismo ha fracasado. A los que producen se les tacha de malvados y se aplaude la oferta de subsidios a quienes no producen, señala Johan Norberg. Por quejarse que no quede, que las quejas siempre deparan réditos. El problema es que esta narrativa es de todo menos cierta.
Empecemos por las alternativas al capitalismo. ¿Qué tal les ha ido? Parece que no muy bien, precisamente. No obstante, es comprensible el miedo que reina en torno al capitalismo global. Y es que el mundo parece que se ha vuelto más difícil y peligroso. Las dos últimas décadas han sido horrorosas: crisis financieras, guerras, la pandemia, la invasión de Ucrania. Y ahora tenemos la inflación y la espiral alcista de tipos de interés. Así es que, ¿a quien le pueden resultar emocionantes la apertura y la innovación? Desde esta perspectiva, parece que necesitamos que un gobierno nos proteja, nos coja de la mano y nos diga lo que tenemos que hacer.
Capitalismo y prosperidad en el siglo XXI
Lo triste es que, a pesar de los horrores, estos veinte años también han sido los mejores de la historia de la humanidad. Los indicadores objetivos de niveles de vida nunca han mejorado tanto como lo han hecho en las últimas dos décadas. Casi la tercera parte de toda la riqueza que el hombre ha creado a lo largo de su historia ha sido en estos veinte años. La pobreza extrema ha ido a menos, con 130.000 personas menos al día en esta situación en los últimos veinte años. La mortalidad infantil se ha reducido a la mitad, lo que implica que el año pasado murieron cuatro millones menos de niños que en 2002. Los problemas de hambre también han ido a mejor.
Esto no lo teníamos previsto. Nadie nos dijo lo que teníamos que hacer. Por eso funcionó, porque millones de personas han podido adaptarse. Han mirado al mundo con su poder creativo y han aportado las mejores soluciones que se les podían ocurrir. No había un plan, sino millones. Esto es lo que nos salvó. Por eso, los desastres de las dos últimas décadas fueron menos dañinos de lo que podían haber sido.
La creatividad liberada
Cuando empezó la pandemia, todo el mundo empezó a comprar como loco papel higiénico, latas de comida. Y, de pronto, los mercados empezaron a llenarse de estos artículos. Miles de negocios, de agricultores, comerciantes, vieron las señales de los precios, que hablaban de carencias y nuevas oportunidades. Pensaron que, si nos faltan los recursos, ¿qué podemos hacer para fabricar mejor? Si, de pronto, desaparece la mano de obra, ¿qué podemos hacer con los que vienen a trabajar? Si, de pronto, nos vemos en una situación en la que los gobiernos cierran las fronteras, ¿cómo podemos reorganizar la entrega de bienes para que todo funcione? Los negocios consiguieron reconstruir las cadenas de suministros en tiempo real.
Luego Putin invade Ucrania y vuelta a lo mismo. Muchas personas pensaron que habría hambrunas y problemas energéticos porque uno de los grandes exportadores de alimentos invadió a otro. Pero, en pocos meses, los precios volvieron a su nivel e, incluso, fueron más baratos que antes de la invasión. Los precios del gas natural bajaron un 80% en unos pocos meses. Los agricultores, las empresas energéticas y los exportadores de gas licuado vieron las oportunidades. En consecuencia, empezaron a producir y cambiaron las pautas del comercio para poder luchar contra estas escaseces.
Improvisación y capitalismo
Hemos conseguido dejar atrás todas las crisis gracias a la improvisación.
Hemos conseguido dejar atrás todas las crisis gracias a la improvisación. Así es que lo que hemos visto en los últimos veinte años es el éxito de los mercados libres. No se han limitado a enfrentarse a la crisis; han sabido mejorar el mundo. Las mejoras en el hambre, la pobreza, la salud, han sido posibles gracias a los países que han sabido integrarse en los mercados libres.
El liberalismo, el capitalismo, no es que no hagan nada cuando surge un problema. Lo que hacen es permitir a los expertos que analicen los problemas y estudien las soluciones. En tiempos difíciles es cuando necesitamos todos los conocimientos y creatividad posibles. Esto es lo que sucede cuando permitimos a todas estas personas experimentar con sus modelos de negocio, con sus patrones, con su trabajo y con sus innovaciones. Que el gobierno pretenda salvarnos es una forma de sustituir la sabiduría de millones de personas y su constante experimentación. Es una forma de perder el conocimiento y la creatividad.
Las ideas intervencionistas
Las ideas intervencionistas no son nuevas. Se han puesto en práctica antes y con poco o ningún éxito. Los controles de precios crean escasez. Las barreras arancelarias se traducen en pérdidas de empleo. Los políticos ponen en tela de juicio las decisiones que han tomado millones de personas. Esto resulta en un fracaso total.
Aquellos que hablan de subvencionar a los ganadores, lo hacen sobre algunos ejemplos. Si lo subvencionas todo, alguien consigue el éxito. Pero los que estudian el resultado de estos intentos ven que tras cada éxito hay cien fracasos. También hay que fracasar. Así avanzan los mercados. Cuando el Estado empieza a subvencionar a los ganadores, cortocircuita el proceso de descubrimiento. Esto impide que los mercados hagan lo que tienen que hacer para testar la actividad comercial. Esa prueba es la que dice si algo funciona o no. Por eso, tenemos esa larga lista de fracasos gubernamentales cuando se elige a los ganadores.
La dificultad de innovar
La población que quiere una solución rápida no acaba de entender lo difícil que resulta innovar, crear riqueza. Es como si creyeran que los negocios simplemente saben imprimir dinero. Nunca ven a los que fracasan. Detrás de cada gran innovación hubo cientos de experimentos, prueba y error, adaptación. A través de pequeños progresos se llega a la meta. Muchas personas fracasan. Pero también hay modelos de negocio con capacidades tecnológicas que enriquecen a la humanidad. Hay que llegar ahí, aunque es como cruzar un campo de minas.
Lo que lleva a las personas a embarcarse en estos procesos es la posible recompensa. Si consiguen llegar al otro lado, se quedan con el fruto de su labor. Es la clase de incentivo que anima a la genta a cruzar esos campos de minas. La mayoría no llega a esa clase de riqueza, pero lo importante es que algunos sí lo hacen y pueden pensar en nuevos bienes y servicios. Así puede seguir avanzando la humanidad. Esto es lo que hacen los negocios.
Trabajar para los demás
Los innovadores, los capitalistas, trabajan día y noche para los demás. Lo arriesgan todo, tienen que pagar a sus trabajadores, a sus proveedores, sus préstamos. Y tienen que crear bienes y servicios por los que la población esté dispuesta a pagar. Solo entonces consiguen quedarse con algo. Esos son los beneficios. ¿Cuánto es eso? Nada, alrededor de un 2%. El resto va a los demás. Tenemos nuevos bienes y servicios y mayor poder adquisitivo porque los precios caen a medida que esto pasa. Y el empresario se queda con un 2% si tiene éxito. Un 2% de miles de millones es mucho.
Esa es la maravilla del libre mercado, que solo puedes enriquecerte enriqueciendo a los demás.
Esa es la maravilla del libre mercado, que solo puedes enriquecerte enriqueciendo a los demás. Es el primer sistema en el que solo puedes acumular riqueza trayendo riqueza a los demás. Pero no es un sistema popular, porque parece peligroso e impredecible porque se basa en la libertad.
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