Quien desconoce la historia está condenado a repetirla. Por este motivo, la Unión Europea tiene varias lecciones muy importantes que extraer de la crisis financiera internacional y de cómo esta se transformó en una crisis de la unión monetaria europea. Lo explica muy bien Adam Tooze, Kathryn and Shelby Cullom Davis Profesor of History de la Universidad de Columbia, quien considera que la Gran Recesión ha sido la peor crisis de la historia; peor incluso que la Gran Depresión, con toda la mala fama que tiene.
La primera lección que debe aprender la UE es que, en un mundo como el actual, los problemas no entienden de fronteras y lo que se percibe como local puede convertirse en una crisis global con suma facilidad. Y esto es especialmente importante cuando se trata del mundo financiero, porque si hay algo que de verdad este globalizado esto son las finanzas internacionales. Los bancos se prestan mutuamente, los productos de inversión que emiten unas entidades los adquieren otras y, de esta forma, los mercados se integran y, con ello, aumentan los riesgos de que una crisis local genere un efecto dominó y se transforme rápidamente en una crisis global.
Esto ya se vio con la crisis asiática de 1997, pero los europeos se olvidaron pronto de ello y cuando los bancos de Wall Street empezaron a tener problemas en 2007 y, especialmente, en 2008, los líderes europeos consideraron que eso era un problema estadounidense y que la cosa no iba con ellos. Craso error, porque todo lo que sucedió al otro lado del Atlántico enseguida se trasladó a este, ya que los productos tóxicos que estaban hundiendo a los bancos norteamericanos, esto es los que se construyeron a partir de las hipotecas subprime, también los habían adquirido bastantes bancos europeos, que tuvieron que pasar su calvario particular.
La segunda lección que tiene que aprender la UE es que, por mucho que el euro se esté abriendo camino como moneda para el comercio y las inversiones internacionales, aún está muy lejos del papel que desempeña el dólar estadounidense en este sentido. Un dólar que sigue siendo la moneda hegemónica en el mundo. Y esta lección es importante porque cuando llegó la crisis, quien proveyó al mundo de liquidez global fue, ni más ni menos, que Estados Unidos, emitiendo todos los dólares que fueran necesarios y concediendo financiación en esta moneda a los países que se vieron afectados cuando el flujo global de dólares se secó. El euro no solo no pudo actuar como alternativa al dólar, sino que, incluso, el BCE tuvo que pedir 25 billones de dólares a la Reserva Federal mediante un acuerdo de swaps. Le guste o no a Europa, Estados Unidos, en este sentido, sigue siendo el líder global de quien todos los demás dependen.
La tercera lección es entender que los bancos de la Unión Europea especulan tanto como sus homólogos de Wall Street en cuanto tienen la menor oportunidad de hacerlo. Wall Street tiene la fama, probablemente justificada por todo un largo historial de siglos de especulación y por la laxitud del sistema estadounidense de supervisión del sistema bancario, por ahora muy poco dado a controlar y regular a los gigantes de Wall Street. La Unión Europea, por el contrario, tenía todas las regulaciones que quería cuando estalló la crisis, aunque esas regulaciones y esa supervisión no fueran europeas, sino nacionales. Pero ello no evitó que los bancos europeos se vieran afectados por la crisis de las hipotecas subprime, porque estas entidades también especularon con los nuevos productos estructurados de alta rentabilidad bajo los cuales se escondían las hipotecas a los estadounidenses que vivían en zonas marginales del país y que no iban a poder afrontar en el futuro. Y, relacionado con todo ello, la UE también consideró que, en su territorio, no había ningún banco lo suficientemente grande como para que su caída pudiera poner en peligro a todo el sistema, cuando se vio que no es así por las interrelaciones entre unas entidades bancarias y otras.
Del hecho de que la recuperación se iniciara antes en Estados Unidos y el Reino Unido que en la Unión Europea se puede extraer también una lección. Si estos países empezaron a salir antes de la crisis fue porque las autoridades enseguida empezaron a tomar medidas para estabilizar el sistema bancario, mediante operaciones de rescate de entidades, mediante la creación de soportes financieros para ayudar a la recapitalización de las entidades, mediante el apoyo al mercado de activos y mediante una política fiscal expansiva. La Unión Europea, por el contrario, insistía en la austeridad fiscal y en no permitir que el Banco Central Europeo siguiera los pasos de la Reserva Federal, mientras se perdía en discusiones infinitas sobre qué hacer con Grecia. Y eso transformó la crisis internacional en una crisis de deuda soberana en la UE. Solo cuando las autoridades europeas empezaron a transitar por el camino que habían marcado las estadounidenses, la UE pudo empezar a salir de la crisis.
Por supuesto, a Estados Unidos le resultó más fácil que a la UE hacer todo lo que hizo porque es un estado nación, mientras que la UE es un club de 28 miembros en el que todos se tienen que poner de acuerdo para poder hacer algo. Así es que, o la UE avanza hacia un proceso más integrado de toma de decisión o en la próxima crisis volverá a repetirse la historia. Esta es la quinta lección.
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