Libertad e igualdad son dos ejes principales en torno a los cuales giran los grandes debates de nuestro tiempo. La gente quiere libertad, pero el sistema liberal se ve atacado desde muchos y diversos frentes. La igualdad se ha convertido en el leitmotiv de importantes grupos políticos y sociales. Esos grupos quieren contraponer libertad e igualdad, para eliminar la primera en nombre de la segunda. Ese, sin embargo, es un falso debate. Lo explica Daniel Lacalle, economista jefe en Tressis, en una conversación con Vicente J. Montes Gan.
Los principios del sistema liberal
Todo el mundo está de acuerdo en defender los principios liberales. Por ejemplo, el respeto a la libertad individual y a los contratos. O el imperio de la ley. O permitir que cada individuo desarrolle su proyecto de la forma que considere mejor. Él es quien mejor sabe gestionar sus recursos para su bienestar y el de sus seres queridos. Liberalismo es querer para la sociedad, el Estado y el gobierno lo mismo que se desea para la familia. De esta forma, los miembros más desfavorecidos pueden convertirse en generadores de riqueza y prosperidad.
Liberalismo es querer para la sociedad, el Estado y el gobierno lo mismo que se desea para la familia.
El sistema liberal también implica responsabilidad y libre albedrío. Este último es el bien más precioso que posee el ser humano. Esto es clave para entender que todos somos liberales. La única forma de convencernos de lo contrario es mediante la extorsión y la propaganda.
Economía liberal
Dicho esto, hay que hablar de sistemas económicos. En el mundo real solo hay dos: el libre mercado, o sistema liberal, y la economía dirigida. ¿Cómo han funcionado? Desde el imperio romano en adelante, el dirigismo siempre ha llevado al fracaso. El punto de partida de este sistema es la negación de la realidad del ser humano. A partir de ahí, intenta crear un ser humano distinto y uniforme mediante procesos de ingeniería social. Este nuevo hombre debería actuar de acuerdo con las expectativas de un grupo de intelectuales.
Quienes defienden este sistema, empero, olvidan algo muy importante. Que todos los episodios devastadores que se han dado en la historia económica del mundo fueron originados por el intervencionismo. Así es que, cuando los intervencionistas dicen que hay otra forma de hacer las cosas, no están mostrando nada nuevo. Están intentando vender el mismo lobo de siempre con piel de cordero. La competencia, la destrucción creativa, la innovación como un incentivo funcionan mucho mejor.
Lo que funciona mejor
Lo primero que hay que hacer, por tanto, es evitar las decisiones mesiánicas. Con ellas, todo el mundo se equivoca. El sistema liberal funciona mejor porque es el único sistema que no está basado en un dogma. Ni busca moldear un ser humano diferente.
Ahora bien, el sistema liberal, o capitalismo, como cualquier sistema económico, nunca va a ser perfecto. Solo Grasmci o Marx imaginan ese mundo idílico. El capitalismo, no obstante, ahora tiene mala prensa porque la prosperidad se da por sentada. Con ello se trata de convencer al ciudadano de que, con la intervención, no va a estar peor que ahora. Eso es un gran error.
El mejor momento de la historia
El estado natural del ser humano no es la riqueza, sino la pobreza más abyecta. Es la pobreza absoluta, la elevada mortalidad infantil, la destrucción de la economía familiar por élites extractivas. Por ello, hay que recordarle a la gente que se equivoca cuando piensa que nunca ha estado peor que ahora. O que la generación actual vive peor que la de sus padres. Esto no es así.
Esta percepción resulta de tres errores. El primero es el presentismo, el decir que lo que ocurre ahora es lo más grande de la historia. El segundo es la nostalgia, la idea de que en el pasado se vivía mejor. El tercero es la distopía, la idea de que todo se va al garete. Un ejemplo de distopía son las estimaciones sobre el año 2000 que hizo el Club de Roma en los ochenta. Ninguna de ellas se ha cumplido.
Prosperidad y justicia social
Quien vende distopía es gente que se beneficia de que se le entregue la libertad política. Son personas que no van a ser responsables de sus errores cuando sus ideas se contrasten con la realidad. Por ello, es muy importante recordarle a la gente que la prosperidad actual dista de estar garantizada.
Desde esta perspectiva, lo que algunos llaman justicia social no es otra cosa que aleatoriedad política. Por tanto, hay que recordarle a la gente que no puede entregar su libertad ante este tipo de promesas. Cuando no pueden cumplirlas, los sistemas iliberales recurren a tres acciones inmediatas: la represión, la propaganda y más intervención. Esto va en contra de las ideas fundamentales del sistema liberal, con las que casi todo el mundo está de acuerdo.
Igualdad de oportunidades
La igualdad de oportunidades es un pilar fundamental del orden liberal. Pero esto no significa que todo el mundo tenga que empezar, seguir y terminar igual que los demás. La igualdad de oportunidades no significa que los cimientos de dos casas tengan que ser necesariamente iguales. Significa que hay que tener la misma capacidad de ponerlos. Por ello, no se debe bajar al mínimo común denominador a quienes tienen ventajas competitivas, por ejemplo, en la educación. Esto penaliza tanto a los que tiene mayores capacidades como a los más desfavorecidos.
La desigualdad, de hecho, es positiva porque la desigualdad mimética es lo que nos hace progresar. Luego hay una desigualdad por intervención. El gobierno, al elegir entre ganadores y perdedores, coloca por decreto a una persona entre los perdedores. Lo que hay que hacer es ayudar a quien pueda necesitarlo en un momento determinado de su vida. Así es como hay que actuar, en vez de decir que pare al que va adelantado. Tenemos que hacer que los mecanismos de ayuda no sean desincentivadores. La renta básica universal, por ejemplo, es un subterfugio perfecto para eliminar la competencia a las élites. Y es que los hijos de los perceptores de la renta básica universal nunca llegarán y los de la élite sí.
El mito de China
Suena muy bien eso de China de sustituir democracia por datos, pero eso es un horror. Quien dice eso nunca ha estado en China. China es el capitalismo salvaje para quien está cerca del gobierno, pero no para los demás. Ahora hay una protesta masiva en las universidades porque han bajado su valoración. Eso dificulta a los futuros egresados que puedan encontrar un puesto de trabajo. El modelo chino, por tanto, no es replicable. Una economía súper dirigida desde el gobierno no es inexpugnable.
La razón por la que hemos vivido la primera pandemia de la historia en la que no ha habido hambruna ni carencia de suministros no es el Estado. Es la capacidad de las empresas de dar respuesta a la situación. El papel del Estado no es decidir sino vertebrar. El gobierno no tiene mejor información que el privado. Pero sí tiene todos los incentivos para malgastar e intentar mantener lo que existe ahora mismo a costa del futuro. Esa es la razón por la que Europa está perdiendo la batalla tecnológica.
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