La democracia española se está debilitando. La polarización política es una de sus principales causas. Esa polarización demoniza a las élites y desalienta la participación de la sociedad civil. Pero es en la sociedad civil en donde reside la capacidad de fortalecer nuestra democracia. Lo explican Miriam González Durántez, fundadora y presidenta de España Mejor; Elena Pisonero, presidenta ejecutiva de Taldig; Víctor Lapuente, catedrático en la Universidad de Gotemburgo, y Manuel Villoria Mendieta, catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Rey Juan Carlos.
Sociedad civil y polarización
Desde la política se está instigando una polarización que busca inhibir la participación de la sociedad civil
¿Qué es lo que nos pasa? Pues que desde la política se está instigando una polarización que busca inhibir la participación de la sociedad civil, explica Elena Pisonero. No son todos los partidos políticos los que lo hacen. Son aquellos interesados en evitar que la sociedad se haga las preguntas importantes. Y, en todo ello, se intenta demonizar a las élites porque se considera que son las que ostentan el poder, cuando son mucho más que eso. La élite es la que cambia una sociedad, la que la transforma.
¿Cómo es esta polarización? Pues, según Víctor Lapuente, se trata de una polarización negativa, un sentimiento de antipatía hacia el oponente político. Este sentimiento justifica cualquier cosa que haga el gobernante, lo que parece muy peligroso.
Sociedad civil y calidad democrática
¿Es este un fenómeno exclusivo español? Lo cierto es que no. Miriam González señala al respecto que se trata de un fenómeno global. Se está produciendo un gran cambio en la forma en que se gestiona la economía y la sociedad. Cuando los países que están arriba bajan y los que están abajo suben, es normal que la gente entre con pasión en el debate. El problema es que, en las sociedades que se polarizan mucho, las cosas van mal. La gente se va a los extremos cuando siente que peligra su situación económica y social. Esto es terrible para la calidad democrática.
El problema, explica Manuel Villoria, es que el mundo se ha vuelto tan complejo que la política ya no analiza la realidad en toda su complejidad. El mundo actual es muy complejo -inmigración, inteligencia artificial, nuevas tecnologías-. Un ciudadano medio tiene problemas para adaptarse a ello y darle respuestas en términos políticos. Y como tiene esas dificultades, necesita ayuda. Antes teníamos periódicos serios e intelectuales que ayudaban a la gente a interpretar la realidad de acuerdo con valores democrático-liberales. Pero, ahora, las cosas son distintas, la desintermediación es brutal. Tenemos redes sociales y carecemos de intelectuales que nos ayuden. Lo que nos quedan son los demagogos. Esto está fracturando la realidad.
Tenemos redes sociales y carecemos de intelectuales que nos ayuden. Lo que nos quedan son los demagogos. Esto está fracturando la realidad.
Las instituciones sufren
El resultado es que las instituciones sufren. Por ejemplo, el poder judicial que se dice que es de derechas o de izquierdas. Si juzgan un caso de corrupción, se dice que es porque el juez es de derechas o de izquierdas. Esto se utiliza para tratar de controlar el poder judicial. Esto es un ejemplo de cómo vamos destruyendo las instituciones mediante estos mecanismos de polarización.
La sociedad civil, considera Pisonero, tiene que entender que la mejor garantía de los derechos y la convivencia sana es asumir las obligaciones y la responsabilidad individual que eso requiere. Si no, la sociedad no exigirá esos niveles éticos a sus líderes. No podemos esperar que venga alguien a arreglar las cosas. Solo con responsabilidad y con obligaciones nuestros derechos estarán al nivel de nuestras ambiciones. Y eso requiere mucha exigencia personal. Es esa autorregulación de una sociedad madura, que consiste en imponerte exigencia y cumplimiento, porque quieres hacer las cosas bien. Si no, no generas confianza, que es esencial para que haya crecimiento y una convivencia sana. Una sociedad civil fuerte es la única garantía de una democracia fuerte. Si somos igual de responsables y exigentes con nosotros mismos que con los demás, tendremos los líderes que nos merecemos.
Organizar la sociedad
Para ello, hay dos formas de organizar una sociedad, explica Lapuente. Una es mediante la confianza y la otra a través del control. En España controlamos demasiado. Para tener una sociedad civil buena necesitamos un sector público más dinámico, que confíe más en el ciudadano. En muchos casos, simplemente se trata de aplicar la norma. La propia administración tiene muchos mecanismos. Podríamos apelar mucho más al silencio administrativo positivo, cuando lo que predomina es el silencio administrativo negativo. Necesitamos un sector público menos zanguango y que sepa atraer a los jóvenes. Tenemos unos perfiles STEM de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas bajísimos en la administración pública. Con eso va a ser muy difícil que podamos atraer a los jóvenes.
La sociedad civil es fundamental no solo para una democracia sana, sino para la lucha contra la corrupción.
La sociedad civil es fundamental no solo para una democracia sana, sino para la lucha contra la corrupción. No estamos condenados a la corrupción, explica Villoria, no tenemos una cultura que nos condene a la corrupción. Tenemos algunos rasgos culturales que probablemente tienen que ver con unas tradiciones históricas. Esos rasgos poco a poco van cambiando la situación social y económica. Pero necesitamos unas reglas adecuadas y una autorregulación mucho más exigente por parte de los poderes públicos, que no se base solo en burocracia, sino en valores. Cuando tenemos esas reglas, así como una sociedad civil a la que empoderamos, ella misma tiene la capacidad de denunciar, exigir, reclamar. Entonces, las cosas cambian radicalmente. Cuando tenemos solo normas, pero la sociedad civil no está empoderada, los políticos dejan de cumplirlas. Pero si tienes una sociedad civil empoderada, no es tan fácil.
Gobernantes y gobernados
La sociedad civil, por tanto, es fundamental. La calidad de una democracia se mide por la calidad de los gobernantes y de los gobernados, afirma González. Todos tenemos una responsabilidad. En este sentido, hay dos retos fundamentales. Uno es aterrizar las cosas. Muchas veces la contribución de la sociedad civil se queda muy arriba. Hay que aterrizarla. Y la segunda cosa que tenemos que hacer es centrarnos. Tenemos un sistema muy manipulable, porque hay mucha cercanía entre distintos poderes y distintas maneras de comunicarse. Es muy fácil despistarnos. Debemos tener claro lo que queremos. Debemos tener una sociedad civil empoderada, pero tenemos que ser realistas. Nadie nos va a empoderar. Nos tenemos que empoderar nosotros mismos.
Acceda a la conferencia completa