Una crítica austriaca a la economía convencional

Desde el siglo XIX, la economía ha tenido la vocación de ser una ciencia que esté a la altura de las ciencias naturales, con una formalización matemática a partir de la cual pudiera obtener leyes universales e inmutables, como las que utilizan la física o la química, por ejemplo. Esa idea de aplicar un método científico riguroso a una ciencia social como la economía surge con los marginalistas. Desde entonces, la utilización de modelos matemáticos para explicar los hechos económicos se ha extendido a todos los rincones de la ciencia económica. Ningún académico que se precie puede publicar un artículo científico en revistas económicas de la Web of Science, que son las que cuentan, si no viene acompañado del despliegue de todo un aparato matemático que soporte sus conclusiones.

El problema con ello, indica Saifedean Ammous, profesor de economía y autor del bestseller internacional El patrón Bitcoin, es que esos modelos matemáticos que dominan la academia y se enseñan en las universidades no son adecuados para explicar la realidad, en especial cuando se trata de grandes agregados macroeconómicos. Un ejemplo. En teoría, y según la curva de Phillips, si aumenta la inflación, la tasa de desempleo crece. Sin embargo, al observar la realidad, hay momentos en que se cumple esta relación, pero otros en los que no. Así, se dan situaciones en distintos lugares, y a lo largo del tiempo, de alto nivel de desempleo con baja inflación, o de bajo nivel de desempleo con una inflación alta. En consecuencia, la ley obtenida de un modelo matemático no es ni universal, ni inmutable, a diferencia de las leyes de las ciencias naturales, que sí lo son.

Aún así, esos modelos se siguen enseñando en la universidad de hoy, sin aplicar lo propio del método científico, que es descartarlos y olvidarlos si los resultados que deparan no son consistentes con los que depara la observación de la realidad. Eso es lo que hacen las ciencias naturales.

La economía austriaca, según explica Ammous, propone una visión distinta, que es estudiar el comportamiento humano en situaciones de escasez. Esto obliga a las personas a tomar constantemente decisiones. Para ello, Ammous se basa, sobre todo, aunque no solo, en el libro La acción humana, de uno de los grandes pensadores de la escuela austriaca y Premio Nobel de Economía, Ludwig von Mises. Mises observa cómo actúan los seres humanos y, a partir de ahí, surge la economía. Esto le sirve para explicar un elemento central en la visión austriaca, que es la importancia del mercado para la civilización y su desarrollo.

Para ello, la economía austriaca parte de la idea de que el valor es subjetivo, no se puede medir. Esto es así porque nada tiene valor intrínseco. Por el contrario, el valor es algo que está en nuestra mente y que depende de si apreciamos, necesitamos o deseamos algo y de si ese algo es abundante (vale menos) o escaso (vale más). Cada uno tiene sus propias valoraciones. Gracias a ello, surge el comercio.

El valor es algo que está en nuestra mente y que depende de si apreciamos, necesitamos o deseamos algo y de si ese algo es abundante (vale menos) o escaso (vale más).

Esta noción de valor se aplica también al tiempo, que es escaso porque no se puede producir. De esta forma, la escasez económica es producto de la escasez de tiempo para producir los bienes y servicios que necesitamos. Los recursos, por tanto, no son limitados, como prueba el hecho de que cada vez hay más reservas de petróleo porque lo buscamos y lo encontramos. Lo que es limitado es el tiempo para extraerlo. En consecuencia, con sus decisiones, el ser humano intenta aumentar la cantidad y la calidad del tiempo de que dispone.

El tiempo que dedicamos al trabajo es lo que nos permite producir lo que queremos. El paro solo aparece, según Ammous, con los sistemas monetarios fiduciarios, con el dinero inflacionario, que es, según la escuela austriaca, quien crea los ciclos económicos.

La propiedad privada es la base de la economía de mercado.

La propiedad privada es la base de la economía de mercado. Su existencia y su defensa permiten mejorar la productividad. Esa idea de propiedad es lo que permite la acumulación de capital y su utilización en la producción de bienes y servicios. Así se consigue una mayor eficiencia. Pero, para conseguir ese capital, hay que ahorrar. Hay que sacrificar algo hoy para obtener más mañana. Así es como mejora la vida de la gente. Y, al añadir la tecnología, la productividad aumenta todavía más, así como el bienestar de la sociedad.

Para producir, la economía moderna necesita energía. La energía es abundante. Lo que es escaso es la potencia, que es lo que se necesita para aumentar la producción. Por eso, los hidrocarburos siguen siendo tan populares hoy en día: proporcionan la potencia energética cuándo y dónde la necesitamos.

Con esa idea del valor intrínseco, y con todos estos elementos, surge el comercio. Con el comercio, si es con consentimiento, todas las partes se benefician del intercambio. Esto permite la división del trabajo, la especialización, las ganancias de productividad y que la sociedad viva mejor. Pero, para que el comercio exista se necesita una cosa más: el dinero, que es el medio de intercambio. Cuando tenemos dinero, tenemos mercado, que es un orden social en el que la gente puede colaborar de forma voluntaria buscando su propio interés. Gracias al dinero, podemos calcular los precios y entender los dos lados del mercado: la oferta y la demanda. Y todo lo anterior, tomado conjuntamente, es lo que llamamos capitalismo.

El capitalismo es posible por la acumulación de capital. Si se hace gracias al ahorro, renunciando al presente y valorando mejor el futuro, la economía crece y la productividad aumenta. Pero si la acumulación de capital deriva de aumentar el crédito en circulación, lo que al final tenemos es una crisis.

Si ahora conectamos todas estas ideas con la civilización, vemos que la civilización avanza cuando se reduce la preferencia temporal y se acumula capital, existe división del trabajo y cooperación y se aplica el ingenio, la tecnología y la razón. La gente está mejor con la civilización porque puede cooperar. Y eso depende, según Ammous, de que el dinero esté libre del control estatal. No es de extrañar, por tanto, que sea un arduo defensor del bitcoin puesto que, a su juicio, impide que el gobierno destruya las civilizaciones porque no puede destruir el valor del dinero. Razón no le falta. Ya lo dijo Lenin, quien señaló que la mejor forma de destruir una sociedad es socavar el valor de su moneda. Y en todo eso, la economía austriaca tiene razón.

Al final, la microeconomía, tal y como la conocemos hoy, no deja de ser,  en muchos sentidos, un estudio de la acción humana frente a la escasez y del papel del mercado en cómo resolver las  cosas. Incluso, ha surgido una nueva rama en la economía, llamada economía del comportamiento, para estudiar mejor la acción humana y sus condicionantes. De igual forma que tenemos la economía institucional para entender el papel de las instituciones en la protección de los derechos de propiedad. En todo ello se aprecian las influencias y los puntos de contacto con las ideas de la escuela austriaca. Pero todo lo que no es ciencia, sustentada en modelos, puede considerarse como filosofía, con todos sus inconvenientes. No obstante, eso no quita los méritos que tiene la economía austriaca, que son muchos y es justo reconocérselos. Por eso, quien quiera saber de economía, debe estudiar sus aportaciones.

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