Desde principios de este siglo hay más personas en el mundo viviendo en ciudades que en el medio rural. Es la primera vez en la historia de la humanidad que se produce este hecho. Las estimaciones apuntaban a que esta tendencia iba a ir a más. Indicaban, incluso, que la población tendería a concentrarse, cada vez más, en megaciudades. Y es que los núcleos urbanos ofrecen muchas oportunidades de llevar una vida mejor. La cuestión es si esa tendencia seguirá después de la crisis del Covid. Andrés Rodríguez-Pose, catedrático de Geografía Económica de la London School of Economics, analiza esta cuestión.
Ciudades y pandemias en la historia
A lo largo de la historia se han producido pandemias mucho más mortíferas que la del Covid. La peste negra del siglo XIV, por ejemplo, acabó con un tercio de la población mundial. A mediados del siglo XIX tuvieron lugar las epidemias de cólera de las grandes ciudades europeas. Ciudades como Londres, Moscú o Hamburgo sufrieron sus consecuencias devastadoras. Y entre 1918 y 1920, la mal llamada gripe española se cobró la vida de 55 millones de personas.
Después de cada uno de estos funestos episodios, sin embargo, la sociedad se ha rehecho y ha vuelto a florecer. Cincuenta años después de la peste negra comienza el Renacimiento italiano. El Renacimiento lleva a una serie de mejoras en las ciudades que las transforma y las hace más salubres. La peste negra transformó ciudades como París o Londres, que incorporaron el alcantarillado y sistemas sanitarios mejores y más fiables. Y la gran gripe de 1918 trajo esas ganas de vivir tan importantes que caracterizaron a los locos años 20. La cuestión es qué va a pasar ahora con las ciudades tras el Covid.
El Covid y las ciudades
La incidencia del coronavirus sobre las ciudades va a depender de varios factores. El primero de ellos es su duración. Cuanto más se prolongue la pandemia, mayores van a ser los cambios que provoque. El segundo factor son las condiciones económicas, sociales y políticas de cada ciudad y cada región. Eso va a determinar cómo se ponen en marcha las dinámicas sociales y políticas para buscar soluciones. Luego se encuentran las condiciones institucionales. Y, por último, interviene la suerte.
El cambio vendrá impulsado por tres elementos. En primer lugar, están las cicatrices que está dejando la pandemia en la sociedad. Se trata del miedo a interactuar, a salir, al contagio. En muchos casos, ese temor puede durar bastante tiempo. De hecho, no sabemos cuántas personas van a querer volar cuando se normalice la situación. Ni cuantas van a utilizar el transporte público, ni a ir al cine, al teatro o a acontecimientos deportivos.
Cambios en los negocios
El segundo mecanismo impulsor es el cambio que está teniendo lugar en los negocios, en las actividades diarias, para mantener la distancia social. Se están haciendo reformas en restaurantes, aeropuertos, universidades, lugares de trabajo, para acomodarlos a un futuro incierto. Por último, está el experimento social forzado provocado por los confinamientos. De la noche a la mañana, hemos tenido que cambiar nuestra forma de trabajar, consumir y relacionarnos. Estas tendencias no son nuevas. Por el contrario, ya estaban ahí antes del Covid, pero se desarrollaban a un ritmo mucho menor. Ahora, en cambio, han explotado de repente.
La pandemia ha acelerado lo que Richard Florida llama el apocalipsis de las calles mayores de las ciudades. El Covid está agravando los problemas de las grandes superficies. Gran parte de la población ha descubierto el comercio online, que antes no utilizaba. El puesto de trabajo también se ha transformado. De la noche a la mañana ha habido que pasar de trabajar en persona a hacerlo frente al ordenador. Tiene ventajas, como el coste y el tiempo de transporte. Pero, también, inconvenientes, como las dificultades para separar vida laboral y vida familiar. Las empresas se han dado cuenta de que la productividad, en muchos casos, ha aumentado. También, de que pueden ahorrar dinero en oficinas, calefacción y otras actividades que van a mejorar su balance. Por último, hemos cambiado nuestra forma de relacionarnos.
El impacto sobre el comercio
El cambio en el modelo de trabajo ha dejado muchas oficinas vacías. La gente no va a volver a trabajar en ellas. Lo hará según un modelo mixto, dependiendo de las necesidades, con un porcentaje del tiempo en casa. En consecuencia, la demanda de suelo comercial y para oficinas en las ciudades disminuirá.
Estas transformaciones tienen un impacto en cómo vemos las ciudades y las regiones. El comercio online está afectando de forma muy importante al comercio minorista, con cierres. Este es un proceso que se va a acelerar y va a afectar no solo al pequeño comercio, sino también a los grandes centros comerciales. En Europa, el comercio minorista representa el 15% del empleo. Amazon, en cambio, emplea algo más de un millón de trabajadores en todo el mundo. Por tanto, va a haber un ajuste muy duro.
Concentración de la actividad económica
En los medios de comunicación se defiende la idea de que la pandemia puede ser una oportunidad para cambiar la dinámica de mayor concentración de la actividad económica en pocos lugares. El problema es que esto no va a ocurrir. La capacidad de trabajo a nivel nacional y regional está vinculada con empresas, actividades y niveles de formación que se concentran, sobre todo, en las grandes ciudades. En Europa, las zonas con mayor capacidad de teletrabajo son ciudades como Londres, París, Múnich, Hamburgo, Stuttgart, en menor medida en ciudades como Madrid. Mientras, en muchas zonas de menor nivel de desarrollo, que dependen de actividades como el turismo en las que el contacto directo con la persona es esencial, la capacidad de teletrabajar es mucho menor.
Las ciudades, además, van a seguir teniendo ventajas porque generan economías de aglomeración. Esas sinergias favorecen la interacción entre sectores, la diversidad, la creación de nuevas ideas, la presencia de mano de obra cualificada. Por eso, las grandes ciudades tienen una mayor capacidad de resurgir en el futuro. Los grandes ganadores van a ser algunos centros dinámicos que ya existen, ciudades intermedias y pequeñas que tengan una buena conectividad para beneficiarse del teletrabajo. Pero la mayoría no va a poder hacerlo. Los perdedores serán pequeñas ciudades, pueblos y muchas áreas rurales que tienen pocas oportunidades de atraer talento y generar oportunidades.
Redefinir las ciudades
Más importante va a ser el cambio a nivel microgeográfico. Muchas empresas van a tratar de potenciar el teletrabajo, o buscar localizaciones en los suburbios. Además, muchas personas no va a querer utilizar transporte público para ir a las grandes ciudades. Esto va a beneficiar a los suburbios. También a las ciudades medianas que sean fácilmente accesibles y estén cerca de los centros más dinámicos.
Por tanto, va a haber que redefinir las funciones de los centros de las grandes ciudades. Van a liberarse espacios. Este hecho puede representar un problema, por ejemplo, porque se van a reducir los ingresos de estas grandes ciudades debido a una menor imposición. Pero también representa una oportunidad al entrar en estas grandes ciudades nuevas actividades, nuevas personas, nuevas ideas. Puede que haya una bajada de precios en estas áreas, que favorecerá la entrada en las ciudades de gente joven que ha quedado en las últimas décadas fuera de ellas. Esto puede generar un mayor nivel de creatividad.
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