Los niveles de vida que tenemos hoy día son los más altos jamás alcanzados en la historia. Pero, ¿qué ha ocurrido con el proceso de desigualdad en España? La desigualdad, freno al crecimiento, es un tema clave con cada vez menos tolerancia para la opinión pública.
Leandro Prados de la Escosura, catedrático Rafael del Pino y catedrático de Historia Económica de la Universidad Carlos III, Joaquín Almunia, ex vicepresidente de la Comisión Europea y ex comisario Europeo de Competencia, y Luis Garicano, catedrático de Economía y Estrategia y director del Centro de Economía Digital del IE Business School, trataron esta cuestión en el diálogo que mantuvieron en la Fundación Rafael del Pino el 9 de abril de 2018.
Con motivo de la publicación del libro Spanish Economic Growth, 1850-2015, (Palgrave Macmillan 2017), del profesor Prados de la Escosura, los expertos analizaron el importante tema de la desigualdad y su evolución en España a lo largo de la historia reciente. Según el economista e historiador, la evolución de la desigualdad en España de los últimos doscientos años tiene forma de «V invertida» o curva de Kuznets: aumenta hasta la Primera Guerra Mundial, se reduce hasta los años 70 (excepto en la autarquía) y se mantiene estable dentro de unos límites de fluctuación desde finales del franquismo.
Los datos presentados en la investigación de Prados de la Escosura muestran que, a medida que ha aumentado la libertad económica, se ha observado una disminución en la desigualdad. El autor explica que esta evolución es consecuencia del incremento de la competencia y la redistribución promovida por el Estado del Bienestar desde la década de los 90. Sin embargo, desde la «Gran Recesión» de 2007, se ha producido un movimiento en los límites de estabilidad.
Causas de la desigualdad y Estado de Bienestar
Según Leandro Prados de la Escosura, la principal fuerza motriz del aumento de las desigualdades ha sido la dispersión de las rentas del trabajo que se ha producido al haber aumentado el número de personas con alto grado de cualificación, que obtienen mayores ingresos. Además, si bien la redistribución progresiva corrige este efecto, el crecimiento del desempleo en los últimos años ha provocado un aumento de la desigualdad.
Joaquín Almunia matizó al respecto que, en los años de la democracia, el mercado está tendiendo a generar cada vez más desigualdad, a causa de la globalización y del cambio tecnológico y que, en el caso español, el 80% del aumento de la desigualdad se explica por el aumento del desempleo y por el paro de larga duración. El exministro señaló que España no está en los niveles más altos del mundo en igualdad en términos de riqueza, mientras que en desigualdad de rentas generada por el mercado está en la media, y muy mal después de la corrección pública.
El esfuerzo redistributivo se ha ido incrementando desde la crisis y, según Joaquín Almunia, hacen falta algunas correcciones importantes, tanto antes de que intervengan las políticas públicas de redistribución, como en dichas políticas, que son más pequeñas y menos eficaces que en muchos otros países europeos. En relación a este problema, Garicano advirtió de que, en España, la redistribución se está haciendo hacia las clases medias, y no hacia los pobres y el funcionamiento del Estado de Bienestar es inusual. En países como Noruega, Holanda o Dinamarca, el 20% más rico recibe el 5-10% de esos beneficios, mientras que en España recibe casi el 30%; en cambio, en esos países el 20% más pobre recibe el 30% de los beneficios, mientras que en España solo el 10%.
El Estado del Bienestar va a tener que afrontar esos dos grandes retos, demográfico y tecnológico, a la vez.
Para el profesor Garicano, el tema clave en España es la desigualdad demográfica ya que, mientras los mayores de 65 años han mejorado desde la crisis, los demás han empeorado y perdido poder adquisitivo. Se trata de una cuestión de difícil solución política. El envejecimiento de la población y la inversión de la pirámide redistributiva, y el cambio tecnológico que puede hacer desaparecer muchos empleos rutinarios, generan dos grandes retos para la desigualdad y para el Estado del Bienestar, que tiene un papel crucial a la hora de proteger a estas personas y facilitar su transición hacia los empleos del futuro. El Estado del Bienestar va a tener que afrontar esos dos grandes retos, demográfico y tecnológico, a la vez.