El desafío de la innovación en España

Los valientes son ahora más necesarios que nunca

Adam Smith escribió que la riqueza de las naciones depende de su capacidad de producción. Hoy habría que añadir que depende también, y sobre todo, de su capacidad científica. Gracias a los avances de la ciencia y la tecnología que se deriva de su aplicación a la resolución de problemas, hoy disfrutamos de bienes y servicios difíciles de imaginar hace cien años. Los avances científicos también mejoran nuestra calidad de vida porque nos permiten luchar contra las enfermedades y resolver los problemas que afectan a la humanidad. Como decía Carl Sagan, una tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Esa magia es la que hoy ayuda, protege y abre un futuro lleno de posibilidades a los seres humanos, incluso a aquellos que habitan en las zonas más desfavorecidas del planeta. Son los avances tecnológicos los que han sacado al hombre de la pobreza y han permitido aumentar su esperanza de vida y mejorar su bienestar.

La continuidad en el ritmo de generación de esos avances científicos y tecnológicos, sin embargo, hoy puede estar en entredicho. Como explica Javier García, presidente de la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada y director de la Cátedra Ciencia y Sociedad Rafael del Pino, la ciencia más disruptiva es fruto del trabajo en equipo. Esos equipos son cada vez más internacionales. Sin embargo, esa colaboración se ha visto retrasada, o cancelada, a causa de la política de Trump contra las universidades estadounidenses y la presencia en ella de estudiantes extranjeros. El problema es que, si EEUU deja libre ese terreno, alguien vendrá y llenará ese espacio, aunque no necesariamente con un espíritu de colaboración. En este sentido, conviene recordar que siete de cada diez instituciones científicas importantes en el mundo son chinas. Y China ni es una democracia, ni tiene interés en colaborar con terceros, por cuestiones políticas y estratégicas.

Un segundo problema que apunta Javier García es el contexto internacional tan complejo en estos momentos, con ataques crecientes al libre mercado. Como Estados Unidos es incapaz de competir, opta por poner aranceles a la mayor parte del mundo. Si esta política fuera adecuada para fortalecer a una economía, todos lo habríamos hecho ya. Pero no es el caso.

Competir es hacer las cosas mejor que los demás, en términos de calidad, precios, eficiencia, nuevos productos. Es hacerlo sin atajos, privilegios ni barreras al libre comercio. El libre comercio, en realidad, es un estímulo muy potente para promover la competitividad. Y la ciencia es nuestra mejor defensa, porque innovar significa inventar soluciones antes que los demás.

Precisamente por ello, Javier García considera que hoy necesitamos una hoja de ruta para transitar por tiempos tan complejos. Y es que innovar no es un lujo, sino una necesidad. Nos guste o no, sin innovación no hay crecimiento económico, ni capacidad de competir, ni posibilidad de mantener nuestro Estado del bienestar ni nuestra democracia. Eso es lo que está en juego, ni más ni menos. Por eso, debemos apoyar a los que se atreven a innovar, para que puedan desarrollar todo su potencial en España. Atrás queda aquello de Unamuno de que inventen otros. O lo hacemos nosotros también, o nuestro futuro como sociedad no va a pintar muy bien que digamos.

¿Pero tenemos esa capacidad de investigación e innovación? Lo cierto es que sí. Nuestra industria aeronáutica es puntera. Nuestros investigadores en los ámbitos de salud, materiales o química compiten de tú a tú con los mejores del mundo, por poner algunos ejemplos. Así es que la capacidad la tenemos si nos concentramos en aquellos que sabemos hacer. Para ayudar en esta tarea, la Cátedra Ciencia y Sociedad Rafael del Pino elabora todos los años el Informe INTEC, con el fin de identificar las tecnologías emergentes que pueden impulsar a España. Las diez elegidas este año son las que se describen brevemente a continuación.

La primera de ellas es una inteligencia artificial que piense en español. Esto permitirá una innovación más inclusiva culturalmente. No hay que olvidar que los modelos de lenguaje que utiliza la inteligencia artificial están basados en otros lenguajes distintos al castellano, con todo lo que ello implica. Entre otras cosas, el valor económico y cultural del cuarto idioma más hablado del mundo. Nosotros vivimos, pensamos, interactuamos en español. La IA, por tanto, debe pensar también en nuestra lengua.

Después está la agricultura para el agua. Consiste en transformar el agua tradicional para que sea compatible con la escasez hídrica y garantice la seguridad alimentaria. En un país como España, con una distribución tan desigual de la pluviosidad, esta es una tecnología vital.

A continuación está la tecnología relacionada con los bacteriófagos, que son virus que atacan exclusivamente a las bacterias. La importancia de esta innovación es que la resistencia a los antibióticos es cada vez mayor en todo el mundo. Los bacteriófagos pueden ser una solución.

Las técnicas CRISPR de edición genética también forman parte de la selección. No es la primera vez que el Informe INTEC las incluye. La novedad, ahora, reside en que están llegando a la práctica clínica. Esto abre nuevas posibilidades para luchar contra enfermedades que hasta ahora eran intratables.

La aviación es uno de los sectores que más carbono emiten a la atmósfera. Por ello, una aviación sostenible es un pilar importante para afrontar los problemas derivados de ello. Se puede hacer con nuevos combustibles y con sistemas más eficientes que permitan volar sin dejar una huella de carbono insoportable.

Relacionada en cierto modo con la anterior está la tecnología de los biocombustibles basada en plantas resurgencias. Esta tecnología transforma la materia vegetal en carburantes. Esto nos ayuda a reducir nuestra dependencia del petróleo porque permite aprovechar los residuos de la agricultura para generar esos biocombustibles.

El ámbito espacial también tiene cabida en el abanico de tecnologías seleccionadas. Las lanzaderas espaciales y la economía sin gravedad, apoyadas en estas tecnologías, abren nuevas oportunidades industriales más allá de la Tierra, desde la logística orbital hasta la fabricación en microgravedad. Recordemos que en gravedad cero se sintetizan cada vez más compuestos que no se pueden producir de otra forma.

Y ya que estamos en el espacio, hay que referirse, también, a los miles de satélites que reconfiguran la infraestructura digital del planeta. Esto tiene implicaciones enormes para la conectividad, la defensa y la sostenibilidad espacial.

Volviendo de nuevo a la Tierra, nos encontramos con las tecnologías relacionadas con el despertar del material verde. Se trata, en esta ocasión, de convertir el etanol en metanol, que es una de las mejores alternativas a los electrones verdes.

Y si empezamos esta selección refiriéndonos a una IA en español, la cerramos también con la inteligencia artificial, en este caso aplicada a la educación. Se trata de personalizar el aprendizaje y ayudar a docentes y estudiantes a adaptar los contenidos a sus necesidades. De esta forma, redefinimos cómo y qué aprendemos. Si es con una IA en español, todavía mejor.

En resumen, España cuenta con una base científica y tecnológica sobre la que construir su presente y su futuro. Para poder hacerlo, es preciso apoyar a los valientes que se atreven a embarcarse en la aventura de la innovación para que puedan sacar todo su potencial en nuestro país. Ese es nuestro reto.

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