Formación continua, un desafío para la universidad

La economía está viviendo una profunda transformación, de la mano de la revolución digital. Los servicios de alto contenido tecnológico tienen cada vez más peso. La formación tiene que adaptarse a esta realidad para poder proporcionar a los trabajadores las cualificaciones que demanda el mercado laboral. Formación continua, o programas basados en competencias, son elementos esenciales del aprendizaje a lo largo de la vida. Lo explican Sebastián Royo, Provost de la Clark University; Mercedes Delgado, de la Copenhagen Business School y la MIT Innovation Initiative; y Ángel Cabrera, presidente del Georgia Institute of Technology.

Nuevos criterios para la formación continua

La revolución tecnológica es una oportunidad, pero requiere un nuevo tipo de cualificaciones profesionales.

La formación continua hoy es más importante que nunca, pero necesita nuevos criterios que la definan. El primero de ellos, indica Mercedes Delgado, es que esté en relación con la demanda futura de trabajo. La revolución tecnológica es una oportunidad, pero requiere un nuevo tipo de cualificaciones profesionales. Lo mismo sucede con los cambios estructurales, como la transición verde. Pero no todos los trabajos requieren la misma actualización de competencias, ni con la misma urgencia. Y las necesidades de formación también serán distintas entre regiones.

El problema en España no es tanto de inversión en educación como del tipo de enseñanza que se oferta, explica Sebastián Royo. La formación profesional es clave, pero en España hay un déficit enorme porque se sigue considerando como algo secundario. Sin embargo, resulta fundamental para dar oportunidades a quienes no tienen la capacidad o el interés de acceder a la educación superior. La formación profesional, por tanto, es esencial para la empleabilidad, pero también para reducir las desigualdades, como muestran los casos de Suecia o Dinamarca.

La formación profesional es clave, pero en España hay un déficit enorme porque se sigue considerando como algo secundario.

Formación continua y creación de empresas

La formación continua también es vital para la salud de una economía, señala Ángel Cabrera. Allí donde las empresas invierten, donde se crean empresas, donde acude el capital riesgo, hay una alta concentración de talento. Esos lugares también cuentan con universidades líderes en investigación. La economía actual depende de la productividad y de la innovación. En ella, los elementos competitivos más importantes son la cantidad de gente cualificada y la dinámica de producción de ideas. Y esto ocurre en las economías avanzadas, en las que la población envejece y en las que se reduce el número de universitarios. Por tanto, las personas deben tener acceso a la educación y quienes trabajan deben seguir invirtiendo en ella.

En Georgia Tech, sigue Cabrera, crearon hace seis años un máster en informática online, para gente que trabaja. Se ofertó a 7.000 dólares, la cuarta parte del precio del máster tradicional. Este máster, ahora, es el mayor del mundo. Después lanzaron otros dos: uno en análisis de datos y otro en ciberseguridad. Entre los tres suman 17.000 alumnos, casi la mitad del total de la universidad. Son la gran fuente de crecimiento en el número de estudiantes cuando éste está descendiendo en el estado de Georgia.

Educación online

Delgado destaca, en este sentido, que una de las iniciativas más populares es la educación online gratuita. Tenemos EdX. Son cursos muy buenos para la formación profesional global. Otra iniciativa es una mayor colaboración entre la universidad y la industria. Por ejemplo, hay un programa concreto del Copenhaguen Business School que permite que quienes se graduaron hace años sigan formándose. Para ello, se los involucra en las tesis de los estudiantes, en los que son examinadores. Para ellos representa una oportunidad de ver nuevos marcos, nuevas teorías, nuevas aplicaciones. El estudiante, la sociedad y la universidad se benefician de esa colaboración. En Dinamarca, en el Copenhaguen Business School, se pone mucho énfasis en los denominados valores nórdicos. Es decir, en cómo enseñan empatía, sostenibilidad, a entender la complejidad de los problemas de la sociedad. Esta es una parte esencial del currículum que desarrollan.

En materia de educación, Estados Unidos siempre atrae mucha atención. Lo más interesante que pasa allí son los programas basados en competencias, comenta Royo. Se trata de programas en línea en los que los estudiantes tienen que demostrar el dominio de las competencias que están estudiando. Son programas impartidos por especialistas. Son flexibles y los estudiantes van avanzando a medida que demuestran sus competencias. Así obtienen títulos y certificaciones que les permite acceder a un trabajo. Su coste es muy reducido y tienen un gran éxito en términos de acceso a la formación.

Los modelos sueco y alemán

En el caso europeo, sigue Royo, el modelo más conocido es el de Suecia. Es un modelo de formación profesional integrado en las escuelas. Los estudiantes consiguen unas competencias genéricas que, luego, las empresas se encargan de formar. Al mismo tiempo, da acceso a la educación superior. Este sistema es diferente del de Alemania, que está cerrado a la educación superior. Esos dos casos son los más paradigmáticos en términos de empleabilidad y de reducción de la desigualdad. El caso danés es una mezcla de los dos.

Los trabajos con buenos salarios que se crean en Estados Unidos son de contenido tecnológico, que exigen conocimientos como ingeniería o matemáticas. Por tanto, necesitamos ese tipo de cualificaciones. El problema, denuncia Delgado, es que, a menudo, se forma a las personas, pero no se utiliza esa formación de forma eficiente. Por ejemplo, en Estados Unidos se forma a muchas mujeres en ciencias y tecnología. Sin embargo, no se las ve en patentes, ni en que se las utilice para innovar y resolver problemas importantes. Las competencias digitales son importantes porque las empresas se están transformado. Los trabajos del futuro van a tener un gran contenido digital, pero se necesitan tanto la ciencia como las humanidades. La idea de la formación continua es ver dónde la sociedad española tiene un desequilibrio, en este caso en las competencias digitales. Por tanto, está justificado el énfasis que se pone en las competencias digitales.

Aprender haciendo

Pero, además de las nuevas cualificaciones, está el proceso de aprendizaje. Esta es una generación que aprende haciendo, destaca Royo. Por eso, es fundamental que los estudiantes tengan la oportunidad de hacer prácticas. En este sentido, los acuerdos con las empresas para hacer prácticas son clave.

El apoyo de la empresa también debe llegar al trabajador, que tiene poco tiempo. Para poder formarse, necesita tener libre parte del tiempo que dedica al trabajo, comenta Delgado. Y, como la empresa se va a beneficiar de sus nuevas cualificaciones, es fundamental que lo apoye. Por ejemplo, pagándole la formación.

El ejemplo de Starbucks

Un ejemplo interesante, señala Cabrera, es Starbucks. La compañía llegó a un acuerdo con una universidad en Arizona para ofrecer gratuitamente a los empleados hacer la carrera online en esta universidad. Pero, en este caso, paga la carrera que el empleado quiera, aunque no le ayude para nada en su puesto. Starbucks lo hace como mecanismo de atracción y retención de talento. Con ello, se garantiza que esta persona va a seguir en los próximos cuatro o cinco años. Esta inversión en educación va a ser positiva si, al final, la persona se queda.

Las personas que van a tener más éxito, explica Royo, son las que tengan más pasión por aprender.

Por desgracia, para mucha gente el tema de la formación continua deriva del temor a perder el empleo. Esto es un error. Las personas que van a tener más éxito, explica Royo, son las que tengan más pasión por aprender. Lo que provoca esa pasión es la curiosidad, la imaginación, la creatividad, la capacidad, el deseo de asumir riesgos. El problema es que esos elementos no se priman en el sistema educativo.

Acceda a la conferencia completa

“La Fundación Rafael del Pino no se hace responsable de los comentarios, opiniones o manifestaciones realizados por las personas que participan en sus actividades y que son expresadas como resultado de su derecho inalienable a la libertad de expresión y bajo su entera responsabilidad. Los contenidos incluidos en el presente resumen, realizado para la Fundación Rafael del Pino por Emilio J. González, son resultado de los debates mantenidos en el encuentro realizado al efecto en la Fundación y son responsabilidad de sus autores.”
Artículo anteriorEl MIT y su ecosistema, lecciones para España
Artículo siguienteExcelencia, el desafío de la universidad española

No hay publicaciones para mostrar