La incertidumbre domina el escenario mundial. La crisis del Covid-19 ha dejado costes económicos importantes, en forma de deuda pública e inflación, que estamos pagando ahora. Esto sucede al mismo tiempo que la población envejece. Para complicar más las cosas, tenemos delante de nosotros los desafíos de la inteligencia artificial y el cambio climático. Roberto Rigobón, catedrático Society of Sloan Fellows de Administración de Empresas y catedrático de Economía Aplicada de la escuela de negocios del MIT, trata de ayudarnos a entender este escenario.
Crisis e incertidumbre
El Covid-19 fue un problema de salud pública. La mayoría de los países reaccionaron bien para evitar el contagio. También dieron ayudas a empresas y ciudadanos para que sobrevivieran al confinamiento. Además, se pusieron en marcha todos los incentivos posibles para desarrollar las vacunas en tiempo récord. Este proceso, sin embargo, tuvo costes económicos, que los estamos pagando ahora. Esta es la primera fuente de incertidumbre.
La pandemia dejó tras de sí un gran volumen de deuda pública. Además, se generaron problemas de inflación porque algunos países dieron demasiado apoyo económico. Ahora bien, esto es preferible a limitar el apoyo porque, entonces, la población se muere. Sin esas intervenciones, de hecho, habrían muerto unos ochocientos millones de personas. Así es que, sí, las cosas se hicieron bien, señala el profesor Rigobón.
La lucha contra la inflación
Esto no quita para que, ahora, la situación se haya vuelto muy complicada: la inflación es alta y estamos al borde de la recesión. No podemos culpar de los problemas inflacionistas a la disrupción de la oferta, sino al exceso de apoyo monetario. Para bajar la inflación al 2%, los bancos centrales tendrían que subir más los tipos de interés. Ahora bien, esto podría causar una recesión. Por eso, están siendo prudentes. Están actuando de forma correcta. Lo que se está haciendo de forma incorrecta es la política fiscal. He aquí otra razón para la incertidumbre.
Lo que la economía necesita en estos momentos son reformas por el lado fiscal. Se necesita flexibilizar los mercados de trabajo. Y esos son problemas que los bancos centrales no pueden resolver. No pueden solucionar los problemas de polarización en los países. Ni, tampoco, los de competitividad interna, como la mejora de los sistemas educativos y de salud. Eso le corresponde a otros ámbitos, que deben actuar también para poder resolver los problema de inflación y riesgo de recesión. Pero no se está trabajando en ellos.
Incertidumbre sobre la UE
A la luz de las experiencias anteriores, la cuestión ahora es qué va a pasar con la Unión Europea. Este es otro elemento de incertidumbre. No obstante, conviene recordar que, en la crisis de Grecia, la UE hizo una reforma que unificó la regulación financiera. Este movimiento fortaleció a la Unión Económica y Monetaria. Pero cuando esa reforma se pone en el contexto del Brexit, hay que preguntarse necesariamente por qué la normativa europea se percibe tan costosa en el Reino Unido. Si no hubiera sido así, la población no habría estado en contra de la UE.
Esto nos lleva a la siguiente cuestión, la situación en Ucrania, otro gran foco de incertidumbre. Lo que sucede allí es muy frustrante, pero deja muy claro que para Europa es mejor actuar como un bloque que por separado. Los gobiernos nacionales deben ser autónomos porque las necesidades de cada país son diferentes. Hay problemas locales que requieren soluciones locales. Pero también los hay globales que requieren soluciones comunes. Por ejemplo, el medio ambiente, la inmigración, la independencia energética, la defensa.
Los retos como especie
Tenemos que cambiar la Seguridad Social, porque el esquema que tenemos es para una esperanza de vida de 40 años.
Por preocupantes que sean estos problemas a corto plazo, vamos a salir adelante. Los retos y los riesgos más importantes que tenemos son los de nuestro éxito como especie. La esperanza de vida se duplicó en los últimos noventa años. Tenemos que cambiar la Seguridad Social, porque el esquema que tenemos es para una esperanza de vida de 40 años. Este éxito tiene un coste en nuestra red social muy grande, en nuestro sistema de salud. En el pasado, la población moría muy joven. Hoy no. El coste del sistema de salud ha cambiado, pero el sistema no. La financiación del sistema se tiene que adaptar a ello.
Estos son los grandes retos porque, si no, vamos a tener un alto grado de insatisfacción social. ¿Cuántas personas que tienen más de 65 años siguen siendo útiles? Pensar que las personas que tienen más de 70 años son completamente inútiles es un error total. Por desgracia, no hay nadie en España pensando en estos temas. Los mayores pueden aportar a los jóvenes buenas lecciones sobre la vida porqué se sienten realizados. Ese mentoring, empero, no está ocurriendo. Es un error porque, en el futuro, vamos a necesitarlo porque tendremos que ser más flexibles como trabajadores.
Inteligencia artificial
La inteligencia artificial es otro de los grandes shocks que vienen y que generan incertidumbre. Somos una especie muy frágil, pero tenemos la inteligencia. Gracias a ella, podemos complementar nuestras debilidades físicas con la tecnología. Utilizamos la tecnología para complementar lo que hacemos, con lo que nos volvemos más eficientes, tenemos mejores niveles de vida. Hemos usado la tecnología correctamente porque hemos encontrado como complementarla. Pero cada transición tecnológica fue difícil porque había personas que tenían que reinventarse. Lo hicimos a través de varias cosas. En especial, haciendo evolucionar el sistema educativo con las necesidades y las oportunidades que había para complementarnos con las tecnologías existentes.
La inteligencia artificial afecta a otro de nuestros aspectos, la parte cognitiva. La informática parte de la base de que, si algo se puede explicar, se puede codificar. Ahora, la inteligencia artificial ha logrado que las acciones repetidas también se puedan codificar. La pregunta es qué vamos a hacer cuando la IA sustituya a las tareas repetitivas. Hay varias cosas que se pueden hacer. Una es parar el proceso tecnológico. Otra es competir con los ordenadores. La última es ser complementarios de ellos. Ésta es la que hay que elegir. Hay aspectos de los seres humanos que son insustituibles, como el contacto humano. El ordenador no tiene esperanza. Ni creatividad. El arte, la música, no es repetir algo; es algo muy especial que hacemos los seres humanos y es complementario a la tecnología. Tenemos que cambiar nuestros proyectos de trabajo en esos aspectos que son complementarios con la tecnología.
La molestia de la población
La población está molesta con la situación actual. Si no empezamos discutir estos temas, vamos a tener una revolución social que nos va a obligar a cambiar. La educación de los que tienen cincuenta años se diseñó hace treinta años con lo que se necesitaba entonces. Algunas personas se han podido reinventar en sus trabajos, que es donde adquirieron el 90% de sus cualificaciones. Pero ese sistema requiere tener la suerte de contar con un trabajo y con alguien dispuesto a entrenarte, un sistema de mentoring. Esto va a ser muy costoso, porque si lo tiene que pagar la población, va a aumentar la desigualdad. Tiene que ser un sistema solidario.
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