La inteligencia artificial ha venido para quedarse. Su utilización puede deparar múltiples beneficios. Puede, por ejemplo, aumentar la productividad del trabajo. O duplicar la probabilidad de éxito en la investigación y producción de nuevos fármacos. Pero su incorporación a la actividad empresarial altera el orden de importancia de las competencias profesionales de las personas. Y la legislación que regule su uso debe tener en cuenta que hay que saber cuando algo ha sido generado mediante inteligencia artificial. Lo explican Alberto Granados, presidente de Microsoft España; Rodrigo Gribble, General Manager y Corporate Vice President en Novo Nordisk España; Óscar Candiles, director de Negocio B2C en Telefónica, y María Garaña, miembro de los Consejos de Alantra, Forterro y Tui.
Inteligencia artificial, ciencia ficción y realidad
Hasta muy recientemente, la inteligencia artificial parecía algo propio de la ciencia ficción. En sus versiones más amables, la hemos visto en Star Trek o I.A. Terminator, o 2001, una odisea espacial, nos han mostrado sus versiones más espeluznantes. Y Blade Runner, o Yo robot, nos han enseñado la interacción entre inteligencia artificial y robótica. Pero ahora ya no hablamos de cine, sino de la realidad fuera de las pantallas. Y, en ella, la inteligencia artificial está irrumpiendo con fuerza en múltiples aspectos de nuestra vida económica y social.
Lo cierto es que estamos viviendo un momento único. Desde la invención de la imprenta, recuerda Alberto Granados, nunca ha aparecido algo tan disruptivo como la inteligencia artificial. Para Microsoft, por eso, es un proyecto estratégico que está transformando totalmente la empresa. Es un agente que aumenta la capacidad humana, no que la sustituye. Va a acompañar a las personas en todas las tareas. Y, como es lógico, la productividad se va a incrementar. Quienes van a cosechar más beneficios son quienes manejan información. Esta revolución es tan importante que la mayoría de empresas del Ibex-35 ya están trabajando en proyectos para su adopción y difusión. Son proyectos estratégicos del consejo de dirección, en el que tienen que participar el director tecnológico y el de recursos humanos. También debe haber un comité de regulación, porque un algoritmo puede exponer a las empresas con los clientes y con los socios.
Adopción de la inteligencia artificial
Telefónica es una de las empresas que está adoptando la inteligencia artificial. Es algo que va a cambiar cómo ofrece sus servicios, como opera la red, explica Óscar Candiles. Si la IA permite tener un mantenimiento más predictivo de la red, habrá menos problemas, menos averías, y la satisfacción del cliente será mayor. En el departamento comercial ayudará a su personal a gestionar la información en sus relaciones con los clientes. Es decir, permitirá a los asesores tener una conversación más documentada y fluida con el cliente, al aportar información sobre precios, productos, etc.
En el sector farmacéutico hay dos ejes en los que va a tener una importancia enorme. Se trata de la aparición de nuevos medicamentos y de la mejora de la calidad de vida de los pacientes. El impacto de la inteligencia artificial ya se nota en los dos ámbitos, destaca Rodrigo Gribble. En el terreno de la innovación, aumenta la probabilidad de éxito de dar con un nuevo fármaco y de que sea aprobado. Su desarrollo, en la actualidad, cuesta unos 2.300 millones de euros. Si, gracias a la IA, la probabilidad de éxito se duplica, el impacto sobre la rentabilidad de las empresas será enorme. Además, con la IA, será más rápido poner el medicamento correcto en manos del paciente que lo necesita.
El personal de las empresas
Evidentemente, todo esto está muy bien, pero es de puertas afuera de las empresas. Y la cuestión, ahora, es qué pasa con quienes trabajan en ellas. En Telefónica, destaca Candiles, es importante que las personas se sientan cómodas con estos cambios. Para ello, la compañía está trabajando en la recualificación de su personal. Respecto a las nuevas incorporaciones, está haciendo un esfuerzo para que entre personal en las áreas relacionadas con data y analytics.
A su vez, para Granados, el secreto para la adopción de la IA es crear un entorno de aprendizaje continuo. Nadie lo va a saber todo desde el primer día. Lo que también están viendo en Microsoft es que las competencias personales, como la empatía, nunca fueron tan importantes. Además, cuando Microsoft trabaja en proyectos para la adopción de la IA en otras empresas trata de evaluar quiénes la utilizan mejor. Y los mejores son las personas mayores de 40 años, porque entienden los procesos y son capaces de delegar. Esto los jóvenes no lo llevan tan bien.
La necesidad de regulación
Es preciso que haya una regulación para evitar el mal uso de la IA
Además, advierte Gribble, no todo lo que está en la inteligencia artificial es correcto. Ni ChatGPT puede sustituir a un médico, ni se pueden tomar sus recomendaciones a la ligera. Esto es así porque la seguridad de los pacientes es lo primero. Pero hay, también, otras dos áreas preocupantes. La primera es la posibilidad de utilizar la IA para producir armas químicas. En este sentido, es preciso que haya una regulación para evitar el mal uso de este instrumento. El segundo ámbito es el procesamiento de datos manteniendo la confidencialidad del paciente. Lo que permite identificar mejor a los pacientes para un tratamiento eficaz también permite identificar a las personas. Entonces, la confidencialidad empieza a perderse. Por eso, hay que legislar para que la información del paciente siga siendo anónima.
En Microsoft entienden que esto tiene que estar regulado. Granados comenta, en este sentido, que han aprendido mucho del entorno financiero, cuya regulación ha sido la más avanzada. Por ejemplo, en la obligación de las instituciones de informar al regulador si había transacciones sospechosas. Ahora bien, el dato siempre tiene que ser propiedad de la persona. Eso es un derecho fundamental. Por tanto, como proveedor de servicios en la nube, Microsoft debe tener la obligación ética de informar cuando se usa, cómo y para qué. Además, hay que saber si algo está generado con IA, marcándolo con una marca de agua. La inteligencia artificial debe tener siempre un freno humano y eso debe ser parte de la legislación.
Regulación e innovación
Esto implica una gestión, un control, añade Candiles, de la misma forma que hay una agencia nuclear a nivel mundial. Cada aplicación debe estar contrastada y regulada, por las posibilidades que existen de fraude, de suplantación de identidad. Es un foco de posibles problemas que las empresas no van a poder controlar de forma individual. La cuestión es cómo definir ese marco para regular esto con un equilibrio adecuado que no frene la innovación.
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