La economía mundial, y la española como parte de ella, está viviendo una profunda revolución digital. La digitalización lo está cambiando todo. Cambia la estructura de las empresas y su forma de hacer negocio. Transforma la naturaleza del empleo y de las relaciones laborales. Y todo ello afecta al sistema de bienestar social. Carme Artigas, secretaria de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial; Elena Pisonero, fundadora de Relathia y ex presidenta de Hispasat; Javier Andrés, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Valencia, y Rafael Doménech, responsable de Análisis Económico de BBVA Research y catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Valencia, lo explican.
Revolución digital y empleo
¿Creará empleo la revolución digital, o la desaparición de puestos de trabajo será permanente? Si nos basamos en revoluciones tecnológicas anteriores, al final siempre se crea más empleo del que se destruye. La cuestión es cuánto tiempo tiene que pasar para lograrlo, señala Carme Artigas. Muchas de las cualificaciones profesionales que se necesitarán aún no están incorporadas a los contenidos educativos. Precisamos hacerlo, al igual que necesitamos políticas activas de empleo. Si no actuamos, se generará una brecha digital entre quienes posean esas calificaciones y quienes no.
Ahora bien, el cambio tecnológico en estos momentos es exponencial. Eso hace que resulte más difícil de gestionar, explica Elena Pisonero. Que vaya asociado a progreso económico y empleo depende de cómo se gestione ese cambio. Además, hay que tener en cuenta que su impacto sobre la distribución de la renta se produce por etapas. Por eso, en la primera fase hay que centrarse en todo lo relativo a educación y sanidad. En la siguiente, hay que permitir que las organizaciones se adapten a este entorno cambiante. Las organizaciones no pueden seguir centradas en un entorno que ya no existe. Por tanto, hay que facilitarles la transición y trabajar para que no haya personas que se queden fuera. Hay que proteger a las personas, no a los puestos de trabajo. Hay que ayudarlas para que sean capaces de trabajar en este entorno de disrupción.
Revolución digital y cualificación profesional
El problema fundamental, explica Javier Andrés, es que hemos educado a las personas para que sean muy especializadas, para hacer una cosa concreta. Ahora hay que volver a educarlas en competencias transversales. Lo que antes requería cualificación, ahora puede hacerlo un robot. En consecuencia, crece el empleo en el tramo de trabajadores más cualificados. También lo hace en los trabajos menos cualificados que requieren de trato personal.
Por lo que vemos hasta ahora, no parece que la revolución digital vaya a conducir a un desempleo masivo. Rafael Doménech destaca que los países que la lideran son los que tienen menores niveles de paro y desigualdad. Por tanto, los países que aún estamos lejos de esa frontera podemos albergar cierto optimismo respecto al paro tecnológico.
Colaboración público-privada
El esfuerzo de transformación debe hacerse desde la colaboración público-privada, comenta Pisonero. Las empresas deben interiorizar los modelos digitales. Las políticas regulatorias de mercados tienen que facilitar esa transformación en lugar de impedirla. Por ejemplo, en el caso de las plataformas digitales.
Las pymes son un gran reto en este sentido, comenta Artigas, pero se les puede ayudar a acceder al mundo digital. A fin de cuentas, la diferencia entre una pyme y una start-up, en muchas ocasiones, no es el tamaño sino la mentalidad. La regulación, por tanto, no debe inhibir el desarrollo de sectores. Lo que tiene que hacer es garantizar la competencia y los derechos de los consumidores. También necesitamos una fiscalidad más justa y adaptada al siglo XXI. Y entender que la innovación es una infraestructura de país que hay que desarrollar. Hay que hacerlo con políticas de transformación de cadenas de suministro. Hay que invertir en lo disruptivo, en plataformas de datos, por ejemplo.
Un mercado de trabajo eficiente
La vida profesional va a ser más larga y cambiante, por lo que hay que tener la capacidad de aprender permanente.
El sector público tiene que sacar todo el potencial de innovación del sector privado, señala Doménech. La educación, en este sentido, es vital para asegurar la igualdad de oportunidades. La vida profesional va a ser más larga y cambiante, por lo que hay que tener la capacidad de aprender permanente. El mercado de trabajo tiene que ser eficiente y equitativo, por lo que el papel de las políticas activas de empleo es crucial. Las políticas que conforman el Estado del Bienestar tienen que funcionar también de forma muy eficiente. El capital humano tiene que mejorar para que podamos poner esas tecnologías al servicio del mercado de trabajo.
Javier Andrés destacó que la dificultad es el cambio que está suponiendo la revolución digital en la naturaleza del negocio. Hay un gran coste fijo para generar un algoritmo, pero el coste de reproducción es cero. Esto es la receta para el monopolio. Estos monopolios no están basados en barreras legales o tecnológicas. Lo están en la superioridad de unas empresas sobre otras. Estamos asistiendo a una polarización en la que unas pocas empresas dominan el mercado. Junto a ellas hay otras pequeñas que sobreviven como pueden. El proceso de transmisión tecnológica a las pymes se está cortando por ese dominio de mercado. Esto puede suponer un riesgo para la propia innovación. Esta nueva competencia, por tanto, requiere de una nueva regulación. Así podremos tener lo mejor de los dos mundos.
Revolución digital y Estado del Bienestar
Tampoco hay que olvidar que el sistema de bienestar se basa en un modelo que está siendo superado por esas empresas. Ellas, de forma polarizada y concentrada, son las que están generando el nuevo crecimiento. Por eso, advierte Pisonero, tenemos que redefinir el Estado del Bienestar sobre la base que otorga el crecimiento económico. Pretender mantenerlo sin cuidar lo que genera la base para poder financiarlo es un sinsentido.
El Covid, indica Artigas, ha acelerado los cambios porque era necesario actuar con rapidez. Han faltado datos sobre la pandemia que estuvieran disponibles en tiempo real. Disponer de datos es estratégico para poder tomar las decisiones adecuadas.
Al servicio de las personas
En EEUU, comenta Pisonero en esta misma línea, han utilizado la inteligencia artificial para conseguir algo más sofisticado que el confinamiento. Si la regulación lo impide, habrá que hacer algo radicalmente diferente. Habrá que hacerlo porque en 2050 puede alcanzarse el límite de la sostenibilidad planetaria. Por tanto, hay que poner la tecnología al servicio de las personas con todas las garantías posibles. Ese es el gran reto que tiene Europa, porque esa es la base sostenible para su bienestar.
La economía ha mostrado el camino, comenta Javier Andrés, creando nuevos sectores capaces de hacerlo mejor en estas situaciones. No solo se está creando empleo en esa dirección, sino que la valoración en bolsa de empresas que demuestran saber actuar en estas situaciones es mejor.
Doménech concluye que los países que han sido capaces de utilizar mejor estas nuevas tecnologías han gestionado mejor la pandemia. Lo han hecho mejor en sanidad, educación y sostenimiento de la actividad económica.
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