Rusia, el problema de un Imperio Zombi

Uno de los problemas de Occidente a la hora de comprender el mundo es pensar que todo lo mueve el dinero. Los occidentales tienden a pensar que los intereses económicos compartidos evitan los conflictos. Pero se equivocan. Hay muchos países cuyas acciones se explican por motivos muy diferentes. Puede ser la ideología, la religión, el sentimiento de identidad nacional o el pasado imperial. Para entender la guerra de Ucrania hay que comprender las motivaciones de Rusia con esa perspectiva más amplia. Y es que la Rusia de Putin es un Imperio Zombi que quiere volver a la vida. Lo explican Mira Milosevich, investigadora principal para Rusia, Eurasia y los Balcanes del Real Instituto Elcano y Robin Niblett, Distinguished Fellow y ex director de Chatham House.

Rusia como imperio

¿Podemos decir que la Rusia de Putin es un imperio? Aunque pretenda comportarse como tal, en realidad no lo es. No lo es simple y llanamente porque el régimen de Putin no puede mantener un imperio como los del pasado. Mira Milosevic lo define, más bien, como un post imperio, un Imperio Zombi que quiere volver a la vida. Pero no es un imperio como el zarista o el soviético. Ni mucho menos.

Desde 1921, tras la revolución bolchevique, Rusia trata de volver a ser el imperio que fue. Lenin habló del derecho de autodeterminación de los pueblos. Pero lo cierto es que los bolcheviques estaban solo en contra del imperio zarista, no del imperio como tal. De hecho, en cuanto se les presentó la ocasión, construyeron un imperio comunista. En este contexto, lo que está haciendo Putin es lo mismo que han hecho los demás antes que él, que no es otra cosa que dar continuidad a la idea imperial. La única diferencia es que, ahora, los recursos de Rusia son muy limitados con lo que le resulta difícil tener un imperio como los de antes. Así es que lo que ahora intenta es mantener las zonas imperiales de influencia.

Rusia y su estatus internacional

Desde esta perspectiva, se comprende mejor la realidad de la guerra de Ucrania. Rusia no quiere una guerra con la OTAN porque la perdería. Pero Ucrania no es miembro de la alianza, con lo que Putin se animó a invadirla. Y, por esa misma razón, la región moldava de Transnistria también se encuentra, en estos momentos, en una situación complicada. Polonia y los países bálticos, en cambio, están preparados para defenderse, por lo que Rusia es consciente de que perdería esa guerra.

En cualquier caso, ¿qué le pasa a Rusia para actuar como lo está haciendo? Pues lo que le sucede es que ha digerido bastante mal la pérdida de su estatus internacional. La Unión Soviética fue un actor clave en Europa, junto con Estados Unidos. Pero, al caer el muro de Berlín, los países del Pacto de Varsovia optaron por independizarse y Rusia perdió su imperio. No es el primer país al que le pasa algo semejante en la historia. Pero mientras los ingleses supieron cómo afrontar la pérdida del imperio británico, los rusos no han sabido asimilarlo.

La idea de la tercera Roma

Además de zombi, Rusia es un imperio anacrónico, añade Robin Niblett. Que el interés nacional de la Rusia de Putin sea sus fronteras es algo de otra época. China parece una autocracia más moderna cuando piensa en cómo vincularse con la economía global.

La historia también nos ayuda a entender la actitud de Putin y los rusos, recuerda Milosevic. Esas raíces históricas se encuentran en la idea de que Rusia es la tercera Roma. Tras la caída de Constantinopla, en 1453, el centro de la iglesia ortodoxa se traslada a Moscú. Además, Iván III se casa con Zoe Paleólogo, sobrina del último basileus del imperio bizantino. Entonces Rusia se proclama a sí misma como tercera Roma. Ahí se encuentra la raíz del mesianismo ruso, que ve a Rusia como un país y un pueblo que tiene que salvar a Occidente. Rusia tiene derecho a proteger a los cristianos ortodoxos en el imperio otomano y los imperios católicos. Luego Rusia salva a Europa de Napoleón. Después la salva de Hitler. Ahora dice estar salvando a los compatriotas en Georgia y en Ucrania del supuesto régimen nazi de Zelenski.

Contra la cultura WOKE

Esta idea de salvación ahora alcanza una nueva dimensión en la lucha contra la cultura WOKE. La Constitución rusa garantiza que no habrá matrimonio entre personas del mismo sexo. Es un instrumento más que se basa en la falsa religiosidad de la iglesia ortodoxa rusa y en la idea de decadencia europea. Putin lo utiliza en sus discursos. Este disfraz de valores religiosos tiene mucho eco entre los evangelistas estadounidenses y candidatos como Donald Trump.

La idea de la defensa de los valores de la iglesia ortodoxa es anacrónica, pero, a la vez, es moderna, sigue Niblett. Las primeras naciones se fundaron alrededor de una creencia, normalmente religiosa, para poder dar una perspectiva compartida a la población. La separación entre iglesia y nación es algo muy moderno. Sin embargo, hay líderes anacrónicos, como Modi o Trump que tratan de volver a reunir la iglesia y el poder político. El peligro es la combinación de la religión con el poder, porque refuerza una estructura completamente autocrática en la que no hay transparencia.

Rusia contra Ucrania

Volviendo a la guerra de Ucrania, Rusia quiere convertir al país en un estado fallido y alejarle de Occidente, advierte Milosevic. Ucrania, a su vez, quiere conservar su integridad territorial y convertirse, algún día, en miembro de la UE y de la OTAN. Ninguna de las partes ha alcanzado estos objetivos políticos. Por tanto, lo más probable es que haya una guerra larga cuyo final más probable será una partición de Ucrania al estilo de las dos Coreas. Ucrania sacrificará una parte de su territorio por paz y el resto del territorio podrá convertirse en un país democrático.

Ahora bien, la victoria de Rusia sería muy mala señal. Enviaría un mensaje a otras potencias revisionistas, como China e Irán, acerca de la posibilidad de salirse con la suya. Por eso, es importante contener a Rusia. El problema es que, en este momento, Rusia está controlando la guerra y no tiene interés en negociar.

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