Inmigración o libertad, el gran dilema de Occidente

La inmigración es un tema de candente actualidad en los países occidentales. Estados Unidos quiere levantar un muro con México para frenar la inmigración ilegal. En la Unión Europea la llegada masiva de inmigrantes se ha convertido en una crisis existencial. Las sociedades avanzadas ven en la inmigración una amenaza a los valores de las democracias liberales. Su control, sin embargo, también puede poner en peligro la libertad. Lo explica Chandran Kukathas, decano de la School of Social Sciences de la Singapore Management University.

El control de la inmigración

El control de la inmigración no tiene que ver con el control del movimiento transfronterizo. Tiene que ver, en primer lugar, con qué es un inmigrante. También tiene que ver con la forma en que la gente se relaciona entre sí. La mayor parte del país quiere que entre la gente. Quiere turistas, quiere que vayan equipos deportivos a jugar contra los equipos locales. Quiere comercio. Lo que quiere controlar es qué hace la gente cuando entra en su país. Lo que le preocupa a la gente es dónde va a trabajar el inmigrante. O si adquiere una vivienda y si se relaciona con los nacionales. Se trata, por tanto, de controlar qué hace la gente una vez que ha cruzado la frontera.

Para controlar a las personas que entran en un país hay que controlar a los propios ciudadanos. Hay que hacerlo para impedir que los nacionales interactúen con los inmigrantes. Para lograrlo, hay que controlar el mercado de trabajo, las universidades, a los propios ciudadanos. Sin embargo, esta es una cuestión peliaguda. Algunos ciudadanos se amoldarían, simplemente porque están de acuerdo con esa política. Otros también lo harían porque, aunque discrepen, no quieren asumir riesgos. Pero otros estarían en contra y no se adaptarían a esa situación. Por tanto, cuanto más sistemáticos y rigurosos queramos ser con el control de la inmigración, más tendremos que serlo con el control de la ciudadanía.

¿Cómo se controla a los ciudadanos si no están de acuerdo con esa política? Pues con vigilancia, supervisión y sanciones. También tratando de convencerles con argumentos racionales o mediante propaganda. En una sociedad libre, sin embargo, es imposible hacer esto, a menos que se obligue a la gente a creer en algo.

Inmigración y mano de obra

El problema para los países desarrollados es que necesitan mano de obra. Los trabajadores, sin embargo, no son solo factores de producción. También son personas que vienen con sus familias, que desarrollan vínculos personales y sociales en el país de destino. Esto da lugar a un dilema. Por una parte, hay una enorme presión para que vengan inmigrantes a trabajar. Por otra, hay también una gran presión contra esas personas. Queremos mano de obra, pero no queremos a las personas. Ese dilema no tiene solución.

Controlar la inmigración significa controlar a la sociedad. Ahora bien, nuestras libertades ya se han visto recortadas por las necesidades de los gobiernos modernos. ¿Es el control de la inmigración razón suficiente para dejar que siga adelante este proceso?

Costes y beneficios de la inmigración

Algunos críticos dirían que puede haber algunos costes en términos de libertad y justicia, pero también hay ventajas. La inmigración enriquece al país a la larga. A la gente, no obstante, le preocupa que los beneficios se cosechen solo para los ricos. Los trabajadores, en cambio, tienen que competir con los inmigrantes, lo que reduce sus sueldos.

En Estados Unidos, esto es así para la gente de baja cualificación laboral. Para ellos, los salarios se reducen un 8% por término medio. La pregunta es si este es motivo suficiente para limitar la inmigración, dado que otros también van a sufrir si no se permite. Hay algunas industrias que no pueden subsistir sin ellos porque faltan trabajadores, porque los inmigrantes tienen cualificaciones especiales o porque no pueden sobrevivir sin mano de obra barata. En esto consiste que la inmigración suponga un conflicto interno para la sociedad. Esto supone tener que elegir a quién se quiere proteger dentro de la sociedad, y a expensas de qué.

Identidad cultural

Otros acudirán al argumento cultural. Dirán que el coste en términos de pérdida de libertad merece la pena porque hay que proteger la identidad nacional. En países muy homogéneos, con una cultura dominante, la inmigración puede tener un impacto importante, sobre todo si es un país pequeño. Pero en un país más diverso resulta más difícil defender este argumento. Si un país ya es culturalmente diverso, ¿cuál es la cultura que se quiere proteger? La respuesta conlleva tener que decirle a una parte de la ciudadanía que su cultura no es la correcta.

Si lo que queremos hacer es proteger la integridad cultural del país, la única forma de hacerlo es siendo selectivos en la inmigración. Esto es, trayendo a personas cuya cultura es parecida a la del país. Pero ¿qué tipo de personas son esas? ¿Se va a hacer la selección sobre la base de la religión, o de la raza, o la identidad? Hacer esto implica discriminar a los ciudadanos que sean de una religión, una raza o una identidad diferentes.

Autodeterminación

Por último, está el argumento de la autodeterminación. Éste consiste en que, al controlar la inmigración, los ciudadanos controlan su propio país y deciden cómo se hacen las cosas. Hasta cierto punto, esto es así. En cualquier caso, que la gente diga que controlando la inmigración controlan su propio país, hace buena la existencia de esos controles. Sobre todo, de los controles sobre los propios ciudadanos del país. El problema es que no todo el mundo está de acuerdo en vetar la entrada de otras personas, sobre todo quienes necesitan contratarlas. Estos últimos infringirán esas normas, a no ser que se pongan controles muy estrictos sobre los ciudadanos. Entonces ¿por qué la gente no piensa que la autodeterminación es poner controles sobre ella?

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