El liberalismo es un sistema basado en la libertad individual, frente al sometimiento de la persona al conjunto de la sociedad. En términos políticos, es la base de la democracia. En el campo económico, es el pilar de la economía de mercado. Los países que apuestan por él disfrutan de altos niveles de libertad y bienestar. Teniendo en cuenta esto, ¿qué puede hacer el liberalismo por España?
Liberalismo y prosperidad
Daniel Lacalle, economista jefe y gestor en Tressis, mantiene, al respecto, posición ortodoxa. El liberalismo, dice, es querer que en nuestro país haya esa prosperidad para todos que resulta de la suma de la libertad individual, el respeto a la propiedad privada, el imperio de la ley y la economía de mercado.
Luis Garicano, catedrático de economía y estrategia y director del centro para la economía digital en el IE Business School, por el contrario, se apunta a la versión heterodoxa, más intervencionista. Él también insiste en la importancia de la libertad individual y de mercado. Pero también cree necesario que existan instituciones muy fuertes. ¿Cuáles serían? Pues un estado que resuelva los problemas que el mercado no puede solucionar, una política de competencia, un banco central potente y un estado social capaz de asegurar a los individuos frente a los choques económicos. Estas ideas, a su juicio, son muy útiles para España, ya que la ortodoxia monetaria y fiscal beneficia a nuestro país. Es la estructura que necesitan las empresas españolas para poder competir.
La política más social
Y es que el liberalismo, según Lacalle, es la política más social que existe para resolver los problemas complejos de la economía. Para España es importante porque nuestro país necesita que se busque ese máximo común que generan los individuos. Para ello, se necesita una fiscalidad menos elevada. También una regulación sensata y sencilla, que facilite y mejore las cosas para todos y que facilite la unidad de mercado. Con ello, se trata de evitar el mayor peligro de todos, que es el socialismo. ¿Por qué? Porque la tentación de intervenir es enorme y detrae potencial de crecimiento.
La planificación y las subvenciones, de hecho, no son la forma de avanzar, añade Garicano, porque la riqueza la crea el mercado. Para facilitar esa creación de riqueza, en España se necesitan tres reformas clave. La primera se refiere al capital humano y la formación para el empleo. En nuestro país hay problemas en la formación profesional, en la formación a los parados, en la educación primaria, secundaria y universitaria, que hay que resolver.
La segunda reforma afectaría al mercado de trabajo. En este sentido, es preciso acabar con el exceso de temporalidad, la precariedad y la dualidad, lo que se conseguiría con el contrato único. La tercera reforma es la de las instituciones, para que funcionen, y debe incluir a las empresas públicas.
Reforma educativa
Lacalle coincide con la necesidad de llevar a cabo la reforma educativa. Según explica, la educación actual está orientada a un mercado de trabajo que ya no existe. Y como no se busca un máximo común en este ámbito, no existe colaboración universidad, empresa, ni empresa-formación profesional. A causa de ello, los jóvenes entran sin formación en el mercado de trabajo. El mundo, sin embargo, se mueve en la dirección contraria. Por eso, hay que dejar de penalizar la colaboración de las empresas con el sistema educativo. También hay que dejar de deificar la titulación como garantía de empleo fijo y de un salario. Hay que invertir más en I+D y orientar la educación más hacia la realidad del mundo.
Los reguladores, a su vez, tienen que ser auténticamente independientes. Pero también hay que pensar en cómo queremos que sean para que no resulten más normativistas y burocráticos. Y hay que evitar que los gobiernos utilicen el balance de las empresas para sus fines o para lo que les interesa.
Fiscalidad
Tenemos muchas reglas que no se cumplen, añadió Garicano, y, además, son muchísimas y diferentes en cada comunidad autónoma. Por ello, los reguladores independientes tienen que abogar por menos reglas y porque se cumplan las que haya. Eso mismo vale para los ingresos y los gastos del estado, en particular para los impuestos. Para recaudar más no hace falta subir los tipos. Por el contrario, hay que bajarlos, pero también hay que tapar los agujeros normativos para que la fiscalidad sea más eficiente. Si no lo hacemos, nos vamos a quedar sin estado del bienestar.
El problema, siguió Lacalle, es que, en Europa, a la hora de hablar de fiscalidad, se piensa en recaudar, no en aumentar la capacidad de recaudación fomentando la actividad de las empresas, etc. Con la fiscalidad, además, no se pueden hacer discriminaciones xenófobas, ni se puede actuar con proteccionismos encubiertos, porque el problema no son las empresas que han tenido éxito, sino que Europa no crea esas empresas. No hay que olvidar, al respecto, que Europa ha salido de la crisis gracias a la exportación. Si a los gigantes del mundo les pone impuestos en razón de su nacionalidad, Estados Unidos o China pueden responder con medidas similares. Además, Europa no va a ser un líder tecnológico si parte con medidas proteccionistas.
La realidad, advierte Garicano, es que, en inteligencia artificial, el sector estratégico del futuro, no hay ninguna empresa europea. Esa es una situación muy preocupante a medio y largo plazo en la que va a haber que hacer algo. En caso contrario, Europa no va a poder coger ese tren y va a tener que enfrentarse a problemas de dependencia de empresas de otros países.
Envejecimiento
Respecto a las consecuencias del envejecimiento demográfico, Garicano explicó que el envejecimiento implica una productividad muy baja, tipos de interés reales muy bajos porque no hay necesidad de inversión, muy poco crecimiento económico y muy poca innovación. En este sentido, España tiene la ventaja de que la economía y la productividad pueden mejorar mucho si se hacen reformas estructurales y, además, cuenta con el potencial de la inmigración procedente de América Latina.
Daniel Lacalle agregó que el problema es que carecemos de dos cosas que sí tiene Japón: disciplina férrea y un enorme volumen de ahorro en moneda extranjera. El riesgo es que se abandonen las reformas y se fíe todo a la política monetaria.
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